Publicaciones científicas: por qué las editoriales internacionales abrieron una brecha académica y cómo afecta a Argentina

Revistas como Science y Nature cobran miles de dólares para publicar. Estos costos se hacen imposibles para países de América latina y generan desigualdades de acceso al conocimiento. Entre 2003 y 2020 el país pagó más de USD 30 millones a editoriales científicas. Especialistas proponen una ciencia más abierta con revistas, repositorios y preprints de libre acceso. [31.07.2023]

Por Lucas Viano
Redacción UNCiencia
Secretaría de Ciencia y Tecnología – UNC
lucas.viano@unc.edu.ar

La investigación no está completa si no se comunica a la sociedad. El mecanismo más común para realizar esto son las publicaciones en revistas científicas (journals). Las más conocidas son Nature, Science, The Lancet y las pertenecientes a las editoriales Elsevier y Frontiers.

Especialistas señalan que detrás de ellas existe una industria editorial millonaria que está limitando la producción científica de Argentina y América latina, y que se contrapone con el movimiento de ciencia abierta que promueven desde estos países y desde la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Algunas publicaciones tienen muros de pago que limitan el acceso a la lectura. Pero desde hace algunos años se está imponiendo otro mecanismo conocido como APC (siglas en inglés para “Cargo por Procesamiento de Artículos”). En este caso, la revista les cobra a autores y autoras para publicar. Esto se conoce como la “vía dorada” de publicación: el artículo es de libre acceso para lectura, pero quien lo escribió debe pagar. Los costos son muy altos para los sistemas científicos de Argentina y de América latina. Sólo dos ejemplos: en The Lancet cuesta U$D 6.830; Nature, U$D 11.690.

“La situación es preocupante. Las disciplinas más afectadas son las ciencias biológicas y de la salud. La gente joven es la más expuesta a estos pagos y hasta utilizan dinero de su salario. Existen exenciones, pero se dan por medio de negociaciones individuales y no hay transparencia en los cánones que se cobran. En muchos casos se afronta a partir de asociaciones con autores de otros países que aportan los fondos, pero se generan desigualdades”, señala Fernanda Beigel, investigadora de la Universidad Nacional de Cuyo y del Conicet.

Beigel es una de las mayores expertas en ciencia abierta de América latina. En 2020 presidió el Comité Consultivo de la Unesco para la Recomendación de Ciencia Abierta. “La ciencia abierta se declama desde hace mucho tiempo. Latinoamérica y Argentina fueron protagonistas. La idea de la ciencia como bien común predomina en Argentina desde la década de 1950. América latina tuvo los primeros servicios de indexación de revistas y plataformas de revistas de acceso abierto: Latindex, Scielo y Redalyc”, comenta la experta.

Beigel dará una conferencia en Córdoba Ciencia Abierta, potencialidades y tensiones en un mundo académico desigual, el jueves 3 de agosto, a las 10, en la Facultad de Ciencias Económicas (Aula O, en Ciudad Universitaria).

Fue invitada por el Consejo de Directores de Bibliotecas, la Oficina de Conocimiento Abierto y la Escuela de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Humanidades, dependientes de la UNC, además del Acuerdo de Bibliotecas Universitarias de Córdoba y la Asociación de Bibliotecarios de Córdoba.

Imagen | La brecha que impone la industria editorial

La brecha que impone la industria editorial

La implementación de APC es un golpe duro para sistemas de ciencia con presupuestos muy justos y fuertemente anclados en el financiamiento del Estado nacional.

“El modelo de negocio basado en el APC perjudica a las y a los integrantes del sistema nacional de ciencia y tecnología de nuestro país. En la actualidad se advierte una inequidad en la difusión de los conocimientos generados por la comunidad académica de los países del sur global. Podría pensarse que es una nueva forma de censura, donde sólo las elites acceden a todo lo publicado y pueden costear las tarifas de APC. Enfrentamos una brecha académica”, señala Alejandra Nardi, directora de la Oficina de Conocimiento Abierto (OCA), dependiente de la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Córdoba.

Por su parte, Humberto Debat, investigador de la sede Córdoba del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) e impulsor de la ciencia abierta, cree que el actual sistema de publicaciones científicas es el resultado de la mercantilización de los sistemas de distribución y diseminación del conocimiento surgido en la segunda mitad del siglo 20. “En ese momento emerge una industria editorial que luego se transforma en un oligopolio. Toman el conocimiento, que en su mayoría se genera con fondos públicos, se apropian de los derechos de copyright y lucran con la lectura y ahora con la publicación a través del APC”, apunta.

En un reciente artículo publicado (paradójicamente) en Nature, Debat recordó que cerca del 70% de los artículos científicos de revistas están bloqueados detrás de muros de pago.

Por su parte, en un relevamiento publicado en 2022, Beigel calculó que Argentina gastó más de 31 millones de dólares en concepto de APC entre 2003 y 2020. En el caso de la UNC el monto fue de USD 648.723.

Diamante y verde como alternativas a la “vía dorada”

Frente a los muros de pago para quienes leen o la “vía dorada” en la que autoras y autores deben pagar, las personas expertas proponen alternativas de publicación bajo el paradigma de la ciencia abierta. Entre ellos, la “vía diamante”, en la cual nadie debe pagar.

También existe lo que se conoce como “vía verde”. Se trata de repositorios institucionales, donde autores y autoras deben depositar sus publicaciones. La UNC cuenta con uno gestionado por la OCA. “Hoy no está en discusión la importancia de los repositorios y de revistas en acceso abierto. Son instrumentos fundamentales para la difusión equitativa, accesible y democrática del conocimiento”, apunta Nardi.

En 2013, Argentina sancionó la ley nacional 26.899 de “Repositorios digitales institucionales de acceso abierto”. Según Beigel, esa ley fue pionera a nivel mundial.

La necesidad de cambiar el sistema de evaluación

Muchas de estas revistas que cobran APC son las más elegidas por la comunidad científica porque cuentan con un mayor factor de impacto. Se trata de una medida para conocer la importancia de una revista según la cantidad de artículos y las citas que estos reciben.

“Los sistemas de evaluación en Argentina utilizan como indicador principal el factor de impacto de la revista en las que publica la investigadpra y el investigador. Este sistema a veces imita los mecanismos de evaluación a nivel internacional que otorgan financiamiento. Entonces, no es tan sencillo modificar este sistema y no se soluciona a nivel nacional. Hay que discutirlo a nivel global, pero hay que salir de ese esquema”, asegura Beigel.

La experta sugiere que el sistema de ciencia argentina debería fortalecer las publicaciones nacionales y regionales, incorporar recompensas para las publicaciones de calidad y con “vía diamante”.

Debat menciona como una política de quiebre parcial el movimiento de los preprints, surgido hace varios años pero que tuvo un rol protagónico durante la pandemia. Son plataformas de acceso abierto y libre para lectura y publicación. La diferencia es que quien escribe sube el trabajo sin que haya pasado por una revisión de expertas y expertos. “El problema es que para los sistemas de evaluación, los preprints no tienen mucho valor”, explica.

Ciencia abierta más allá de las publicaciones

Nardi cree que la ciencia abierta debería formar parte integral de las evaluaciones académicas y que las universidades deberían pensar en un programa que impulse un cambio de la cultura desde la ciencia tradicional hacia la ciencia abierta, destinado a autoridades, docentes, comunidad científica y estudiantil.

Debat sugiere que para avanzar en la ciencia abierta hay que implementar las recomendaciones de la Unesco. “Reclama una ciencia transparente, sin fines de lucro, diversa y sostenible. Y avala la idea de que el conocimiento es un derecho humano”, enumera.

“La pandemia nos enseñó que la información científica debe estar a disposición del público. Además de las publicaciones de acceso abierto, también necesitamos avanzar con los datos abiertos y la ciencia ciudadana, la cual piensa cómo interacciona la ciencia con la sociedad y cómo puede participar la ciudadanía en la construcción de la ciencia”, cierra Beigel.