¡Cuidado bichos, las plantas contraatacan!

Aproximadamente más de la mitad de las especies de insectos conocidas en el planeta son herbívoros y poseen aparatos bucales especializados para aprovechar los recursos alimenticios que ofrecen las plantas. Las langostas y orugas, por ejemplo, tienen la capacidad para cortar e ingerir trozos relativamente grandes de hojas. Otros, como los pulgones y las cochinillas, cuentan con piezas que les permiten succionar la savia. [10.07.2014]

Por María Silvina Fenoglio
Investigadora de Conicet
Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales – UNC

Si bien los insectos herbívoros representan una gran amenaza para las plantas, éstas lograron desarrollar variados sistemas de defensa para contrarrestar sus ataques. Para ello cuentan con protecciones físicas -como pelos, ceras y pequeñas espinas- que actúan como barreras, dificultando el movimiento o impidiendo que los bichos puedan alimentarse o dejar huevos en ellas.

Curiosamente,  dentro de su arsenal también existen “armas” químicas: una batería de compuestos que tienen efectos tóxicos, repelentes o reguladores del desarrollo para los insectos. Se estima que las plantas, en su conjunto, son capaces de sintetizar cientos de miles de sustancias involucradas en este proceso defensivo. Por eso algunas son intensamente aromáticas, como la ruda, la menta o la lavanda, que suelen sembrarse en jardines y huertas para alejar a las plagas.

Insecto predador conocido vulgarmente como Vaquita de San Antonio. Fotografía: Julia Tavella

En realidad, las propiedades de estos extractos vegetales son conocidos desde la antigüedad y por eso el hombre los emplea para elaborar insecticidas botánicos. Entre los usados con mayor frecuencia están los extractos de paraíso, de palán-palán, de ricino, de tabaco y purín de ajo, entre otros.

Otro dato peculiar es la capacidad de las plantas para establecer interacciones con otros insectos, con el objetivo de que actúen como sus aliados, defendiéndolas del ataque de los herbívoros. Para llamar a sus “socios”, emiten compuestos químicos que atraen a estos bichos benéficos, entre los que se encuentran los predadores y los parasitoides.

Los predadores, como las vaquitas de San Antonio o las juanitas, matan y devoran rápidamente a otros insectos más pequeños. En cambio los parasitoides –muchos de ellos representados por pequeñas avispas– crecen dentro del cuerpo vivo de su hospedador, consumiendo sus órganos internos.  De esta manera, se aseguran la disponibilidad de alimento hasta que alcanzan su estado adulto, momento en el que abandonan al herbívoro y al hacerlo le ocasionan la muerte. En esta etapa, su comportamiento es similar al del extraterrestre de la película Alien.

Sobre la autora
María Silvina Fenoglio es investigadora Asistente del Conicet. Integra el grupo “Interacciones Insecto-Planta”, que desarrolla su trabajo científico en el Centro de Investigaciones Entomológicas de Córdoba (Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UNC) y en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Conicet-UNC).

Recursos   |   Descargar las fotografías en alta resolución