Cuando las plantas charlan

Aprendimos a pensar que solo las personas conversamos. Que los animales se comunican mediante algún repertorio limitado de señales vitales, más rudimentario cuanto menos evolucionadas son las especies. Y aparentemente creemos que las plantas son mudas. [04.07.2018]

Por Carla Reati1 y Guillermo Goldes2
1 – Bióloga. Becaria de “Plaza Cielo Tierra”
2 – Divulgador científico y Profesor – FaMAF-UNC

Por supuesto que no vocalizan, pero sí emiten señales que otras plantas pueden captar. Casi podría decirse que sus sistemas de señales incluyen el equivalente a débiles susurros, a charlas intensas, e incluso a gritos desencajados.

¿Por qué se comunicarían entre ellas? Es posible ensayar varias respuestas. Las plantas, como todos los organismos vivos, sufren situaciones de peligro o estrés: falta de nutrientes, temperaturas extremas, ataques de depredadores, sequías e inundaciones. Como respuesta, ellas activan mecanismos de defensa que las ayudan a sobrevivir. Lo interesante es que, además, producen compuestos químicos que alcanzan a plantas vecinas y así logran comunicarse.

Murmullos en el aire

Ante el ataque de ciertos herbívoros, muchas plantas producen sustancias que las hacen menos apetecibles o menos nutritivas. Son mecanismos de defensa cuyo propósito es evitar que continúe la agresión.

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Sin embargo, también producen otro tipo de sustancias, que el aire transporta hasta plantas cercanas que todavía no fueron dañadas. De esa manera, se activan en otras plantas los mismos mecanismos de defensa que en la planta herida. Previenen el ataque y esparcen el mensaje de alarma entre sus congéneres. Más aún, este sistema de alerta temprana es eficaz también entre plantas de distintas especies. Las substancias en cuestión se llaman compuestos orgánicos Volátiles (COVs). Son mecanismos muy elaborados, eficientes y, sobre todo, solidarios.

Las plantas no solamente emiten COVs para comunicarse entre ellas. También los utilizan para relacionarse con otros organismos. Ante un ataque de orugas, el tabaco libera una nube de compuestos que atraen a las avispas. Pero no a todas,  sino a aquellas que se alimentan de las orugas depredadoras. Las plantas de tabaco, entonces, llaman en forma automática a un regimiento ajeno que aniquila a sus atacantes. Los enemigos de tus enemigos son tus amigos, suele decirse.

Susurros en la tierra

Las plantas no se limitan a enviar señales por aire, también lo hacen por tierra. Escondida bajo la superficie, se despliega una intrincada red de “hifas”. Son cadenas de células que forman los largos filamentos de los hongos. Entran en contacto con las raíces de las plantas y funcionan como una carretera. Por ella circulan el agua y nutrientes, desde los hongos hacia las plantas. Pero también azúcares producidos en la fotosíntesis, desde las plantas hacia los hongos, que son incapaces de realizar fotosíntesis.

Asimismo plantas adultas de ciertas especies son capaces de transferir –a través de estas redes mediadas por hongos– nutrientes a plantas más jóvenes que podrían no estar recibiendo suficiente luz solar. Eso les permite crecer, aún a la la sombra.

Lo sorprendente es que esta interconexión permite también a las plantas advertirse de posibles amenazas, mediante el transporte de sustancias químicas a través de los hongos.

Algunos estudios de laboratorio hicieron crecer parejas de plantas en las mismas macetas, todas aisladas en la parte aérea. A algunas de esas parejas, sin embargo, se les permitió formar las asociaciones con hongos que las conectaron bajo tierra. Luego, los investigadores sometieron al ataque de pulgones a una planta de cada par.

Todas las plantas atacadas generaron los mecanismos de defensa correspondientes. Sin embargo, entre las plantas no agredidas directamente, solo las que mantenían contacto mediante hongos generaron los mismos mecanismos de defensa. Los hongos funcionaron, entonces, como una verdadera vía de comunicación entre las dos plantas de cada pareja. Así, las compañeras sanas pudieron captar el mensaje emitido por sus pares atacadas y se prepararon para defenderse en forma anticipada.

Fuera de los laboratorios, las redes de hongos pueden cubrir grandes superficies y conectar plantas muy alejadas entre sí. Las plantas pueden actuar también como repetidoras de los mensajes de alarma, aun sin haber sido atacadas. En esos casos, los susurros de alarma pueden llegar a convertirse en gritos que alerten a cada compañera, en toda la extensión de un bosque.

Está claro que las plantas son organismos totalmente diferentes a los animales, los humanos incluidos. No tienen un sistema nervioso complejo, otienen energía por mecanismos ampliamente diferentes y no pueden elaborar el enorme repertorio de mensajes que, en forma inconsciente o deliberada, los animales utilizamos…  Y sin embargo, las estrategias que utilizan para comunicarse son eficaces en extremo y, como se señaló anteriormente, son cooperativas. No solo nos aventajan en su longevidad o plasticidad adaptativa, sino también en su sistema de defensa solidario.

Los humanos, que nos jactamos de nuestra enorme capacidad de adaptación, todavía tenemos bastante para aprender de las plantas.