La peligrosa cercanía a los campos fumigados
Cuanto más cerca de las zonas donde se aplican pesticidas viven o trabajan las personas, mayor es su riego de padecer enfermedades asociadas a intoxicaciones crónicas. Así lo demuestra un estudio del Instituto Superior de Estudios Ambientales (ISEA) de la UNC, a partir de un trabajo de campo realizado en la localidad de Morrison, en el sureste del territorio provincial. Entre las afecciones más frecuentes se ubicaron las de tipo ocular, las cutáneas y los dolores de cabeza. También se detectó una elevada proporción de recién nacidos con bajo peso y de nacimientos antes de término. [10.07.2014]
Prosecretaría de Comunicación Institucional – UNC
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Se trata de un estudio piloto que relevó y georeferenció las principales variables socioambientales que permiten caracterizar el riesgo ambiental en Morrison, una localidad típica de la zona rural del interior de Córdoba, ubicada a 190 kilómetros de la capital provincial. Como en la mayoría de los pueblos rurales, Morrison está rodeado de cultivos de soja y maíz, que constituyen la principal actividad económica, seguida por la ganadería.
Allí, un equipo de profesionales integrado por médicos, psicólogos sociales y estudiantes avanzados de la UNC implementó una encuesta epidemiológica que alcanzó a 169 hogares (526 personas, casi el 20 por ciento de la población).
Uno de los principales resultados revela la existencia de una relación funcional entre el número de personas que manifiesta síntomas de enfermedades asociadas a intoxicaciones crónicas o subagudas (así como la frecuencia de estos síntomas) y la distancia que los separa de los campos pulverizados con agroquímicos. “Cuánto más próximo se está, más riesgoso resulta para la salud”, sintetiza Cristina Arnulphi, directora del proyecto e investigadora de la UNC.
De acuerdo a los datos relevados, la mayoría de los encuestados reside en la misma vivienda desde hace más de 60 años y se encuentra a menos de 150 metros de las áreas fumigadas. “Esto demuestra que fueron las prácticas agrícolas las que avanzaron sobre la ciudad y no a la inversa”, asegura.
Entre las afecciones más frecuentes, se ubicaron las de tipo ocular, las cutáneas y los dolores de cabeza. También se detectó una elevada proporción de recién nacidos con bajo peso (12,5 por ciento) y de nacimientos antes de término (13,8 por ciento), cifras sensiblemente superiores a las registradas en el resto de la provincia (7 por ciento y 7,8 por ciento, respectivamente). Los autores observaron, además, que los casos de cáncer también aumentaban a medida que uno se acerca a las zonas de fumigación.
Según consta en el informe de situación socioambiental de Morrison, estos resultados dan cuenta de la percepción de riesgo ambiental de la población, ya que los datos surgen de las respuestas de los vecinos encuestados acerca de su estado de salud. La información fue respaldada por médicos que acompañaron el trabajo epidemiológico y constataron las enfermedades y síntomas descriptos.
Como segunda etapa, el relevamiento fue replicado en la ciudad cordobesa de Pozo del Molle, donde se evaluaron los efectos nocivos de los agroquímicos con carácter diagnóstico y preventivo (ver Replican el estudio en Pozo del Molle).
Uso naturalizado
La encuesta también indagó las características sociodemográficas de los habitantes, así como el área de ocupación y exposición en el hogar a sustancias químicas, entre otros aspectos. De allí surge que el 77 por ciento utiliza algún producto químico para combatir plagas, y el 35 por ciento lo hace diariamente. Además, un tercio de los encuestados reconoce estar expuesto a los agroquímicos por vivir junto a campos que se fumigan, y el 40 por ciento asegura que las avionetas fumigadoras pasan sobre sus casas. “El problema se agrava debido al gran desconocimiento que poseen los pobladores sobre la peligrosidad de los pesticidas. Su uso está naturalizado, de manera que la mayoría no relaciona la exposición ambiental con problemas de salud”, afirma la investigadora.
De las conclusiones además se desprende que sólo el 10 por ciento de la población trabaja en labores relacionadas con el campo (agricultura y servicios agropecuarios), lo que evidencia que el modelo de agricultura industrial no ofrece a los pobladores de Morrison mayores oportunidades laborales. Sobre este punto Arnulphi opina que “la supuesta riqueza del campo argentino no se derrama sobre esta población, ya que gran parte tiene trabajos de subsistencia o reciben subsidios del Estado”.
El estudio fue llevado a cabo entre 2010 y 2012, y contó con la colaboración de los pobladores. El cuestionario fue diseñado en base a pautas realizativas sugeridas por la Organización Mundial de la Salud, información suministrada por el Movimiento Campesino de Córdoba y reportes de los médicos del lugar y localidades aledañas.
Fecha de publicación: 10 julio, 2014