Durante la última década, los episodios de consumo excesivo de alcohol crecieron sin distinción en todos los estratos socioeconómicos de Argentina

A partir de datos del INDEC de 2009, 2013 y 2018, un estudio analizó la evolución de la ingesta de alcohol en la población argentina. Si bien el consumo general se mantuvo en los mismos niveles durante los años considerados, el porcentaje de personas que presentó patrones nocivos de consumo creció del 16% en el primer período, al 24% en el último. Hasta hace más de diez años, el problema afectaba mayormente a sectores con menores recursos económicos, pero actualmente alcanza a todos los estratos socioeconómicos por igual. Los datos se inscriben en el campo de la “economía de la salud”, un área de investigación incipiente en el país, pero fundamental para delinear políticas sustentables de salud pública. [27.10.2021]

Por Soledad Huespe
Redacción UNCiencia
Prosecretaría de Comunicación Institucional – UNC
soledad.huespe@unc.edu.ar

“El consumo de alcohol, junto con el tabaco, las dietas malsanas y la falta de actividad física son los cuatro principales factores de riesgo de las enfermedades crónicas no transmisibles en el mundo. En ese grupo están las cardiopatías, enfermedades respiratorias,el cáncer, la obesidad y diabetes, las mismas que representan una pesada carga económica y un gran número de muertes y morbilidades prematuras”, apunta Andrea Carrazana Rivera, becaria doctoral de Conicet y una de las autoras del paper “Desigualdades socioeconómicas en el consumo de alcohol en Argentina”, publicado en la prestigiosa revista norteamericana Drug and Alcohol Dependence.

En el mundo, los países prestan cada vez más atención a esas patologías por el impacto que su tratamiento tiene para sus economías. Esa fue una de las razones que impulsó la realización del estudio, que se inscribe en una novedosa área de producción del conocimiento: la economía de la salud.

El trabajo fue dirigido por Mariana De Santis, investigadora de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNC y del Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (UNC/Conicet).

A partir de una aproximación desde la salud pública, la investigación hace foco en la conducta y el estilo de vida asociados al consumo problemático de alcohol, que supone la ingesta de 60 gramos de alcohol puro o más en el lapso de una hora. Y a esa mirada le incorporaron dimensiones económicas, como el ingreso per cápita del hogar.

“Lo usamos para ver si el consumo de alcohol y el patrón nocivo está más concentrado entre personas de mayores o menores ingresos, desde un abordaje de la Teoría del Consumidor que se utiliza en microeconomía”, explica De Santis.

El análisis se basó en información de la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo del INDEC correspondiente a 2009, 2013, y 2018 (con 34.732, 32.365 y 29.224 personas encuestadas respectivamente).

“Es la única encuesta representativa de toda la población argentina que proporciona datos sobre alcohol. Si bien no tiene variables tan específicas –como el tipo de alcohol que se consume, precios u otros datos más precisos–, sí nos permite identificar el patrón de consumo nocivo”, advierte Carrazana Rivera.

El trabajo requirió identificar qué porcentaje de personas consumen alcohol y, entre ellas, cuántas presentan un patrón de ingesta nociva. Para ello, utilizaron como referencia el “consumo episódico excesivo”, que ocurre cuando el nivel de alcohol en sangre alcanza niveles muy altos en un corto plazo y puede provocar mareos, náuseas o desmayos.

Imagen | Los resultados más llamativos

Los resultados más llamativos

En 2009, el 53% de varones y mujeres mayores de 18 años reconoció haber consumido alcohol en el último mes. En 2013, ese porcentaje fue del 54%; y en 2018, del 53%.

“El número se sostiene a lo largo de los años y esos datos no suponen necesariamente un consumo problemático. Pero cuando evaluamos la prevalencia del consumo episódico excesivo, observamos que en 2009 el 16% de las personas que ingirieron alcohol tuvieron este tipo de comportamiento. En 2013, el porcentaje fue del 19%, y en 2018, creció al 24%, sin discriminar por segmento socioeconómico”, describe De Santis.

“Los datos revelan que el consumo de alcohol no aumentó tanto, pero está concentrado en los sectores más ricos: el 46.8% de la población de menos recursos económicos admitió haber bebido el mes previo a la encuesta, mientras que en el segmento de mayores recursos económicos ese porcentual fue del 63%”, subrayan las investigadoras.

“Si desagregamos por género, el consumo es mucho más alto entre varones: un 66% de ellos en 2018, contra un 43% de mujeres que declaró haber bebido, aunque sea una copa, en el mes previo a la encuesta”, explica la becaria doctoral.

“Lo interesante es que en las tres ondas (2009, 2013 y 2018), el consumo de alcohol se mantuvo. Pero las proporciones de consumo episódico excesivo aumentaron mucho. En varones pasó del 23% en 2009, al 31% en 2018. Y en mujeres saltó del 7% en 2009, al 15% en 2018”, según describen las investigadoras. El grupo etario con mayor porcentaje de consumo con patrón nocivo corresponde a jóvenes de 18 a 24 años.

Imagen | Consumos nocivos por sector socioeconómico

Consumos nocivos por sector socioeconómico

Para el análisis de los datos, De Santis y Carrazana Rivera aplicaron una metodología usada internacionalmente, conocida como “Índice de concentración”. En esencia, permite advertir si el consumo es parejo en todos los niveles per cápita de la población o si, por el contrario, está concentrado entre los que tienen ingresos más bajos o más altos.

“Si miramos el consumo nocivo de toda la población en su conjunto, el resultado indica que se concentra en los más pobres. Pero cuando empezamos a mirar por grupos, ahí es posible advertir que, si entre las personas más jóvenes tradicionalmente existía algún gradiente socioeconómico, éste dejó de estar presente”, explican las autoras del estudio.

Las investigadoras dividieron a la población por quintiles de ingreso per cápita: el primer 20% representa el segmento de menores ingresos; y el último, la franja con los niveles económicos más altos.

“A lo largo de los años, el 46% del primer quintil consumió alcohol, pero en el segmento de mayores ingresos, ese porcentaje asciende al 63%. En economía esto se llama ‘Bien Normal’: más dinero tenés, más comprás. Pero cuando nos enfocamos en el consumo episódico excesivo, encontramos que en 2009 en el primer quintil era el 20%, y para 2018 había aumentado al 26%. Para el quintil más alto, en 2009 fue 16% y en 2018 saltó al 22 %. Lo que interpretamos, considerando los intervalos, es que la estadística se emparejó y ese gradiente dejó de existir”, afirma De Santis.

“Ya no importa si sos una persona rica o pobre. Estadísticamente, no se puede afirmar que el consumo nocivo entre la población entre 18 y 34 años esté asociado al nivel de ingreso. Emborracharse de este modo no es privativo de ningún sector socioeconómico. Para 2018, vemos con preocupación que en la franja de jóvenes es un hábito transversal de toda la sociedad”, concluye la directora del estudio.

¿Por qué medir las desigualdades socioeconómicas?

“Uno de los objetivos del milenio –y la Organización Mundial de la Salud también lo ha planteado–, es disminuir las desigualdades en los servicios de salud. Es decir, que la enfermedad no se acumule en los sectores más pobres. Entonces, se trata de atender esos grupos específicos donde se concentra la enfermedad”, explican las autoras del estudio.

“Con este paper, buscamos identificar esos grupos, teniendo en cuenta el nivel socioeconómico donde se concentra el problema de consumo nocivo”.

La publicación científica
Socioeconomic inequalities in alcohol consumption in Argentina: Comparative analysis from 2009, 2013, and 2018, de Andrea Carrazana Rivera y Mariana De Santis. Publicado en Drug and Alcohol Dependence, julio de 2021.

Fecha de publicación: 27 octubre, 2021

1 Comments