El informe científico de la UNC que explica las inundaciones en las Sierras Chicas de Córdoba
A solo un mes de las violentas y trágicas inundaciones, un equipo de la UNC, dirigido por Alicia Barchuk, llevó adelante una investigación que analiza las causas de la catástrofe. A partir de información satelital, los investigadores generaron mapas de riesgo de inundaciones de la cuenca Río Ceballos-Saldán. Paralelamente, a pocos días del desastre, realizaron un muestreo de los daños en las principales localidades afectadas, con la colaboración de vecinos de la zona. Aquí, los resultados de este trabajo. Además, las causas geológicas de los anegamientos. [18.03.2015]
Secretaría de Ciencia y Tecnología – UNC
lgianre@unc.edu.ar
A fines del 2013, la Universidad Nacional de Córdoba difundió un trabajo científico que alertaba sobre los riesgos de deslizamientos (tierra, roca y agua) e inundaciones en la zona de las Sierras Chicas de Córdoba, particularmente en la cuenca de los ríos Ceballos y Saldán.
El avance descontrolado de la frontera urbana y el desmonte de bosque nativo eran señalados como factores de estos riesgos. Ya desde entonces, miembros del Equipo de Ordenamiento Territorial del Instituto Superior de Estudios Ambientales (ISEA), autores de ese estudio, reclamaban la protección de esa cuenca hídrica.
Encabezados por Alicia Barchuk, este grupo de investigadores, junto a Víctor Díaz y Alberto Daghero, dos miembros de las comunidades afectadas, acaba de finalizar un trabajo que explica por qué se produjeron las catástrofes que azotaron a la zona de las Sierras Chicas, luego de las lluvias que alcanzaron entre 270 y 300 milímetros en la jornada del 15 de febrero. El trabajo se enmarca en el proyecto de investigación “Efectos de los cambios de cobertura y uso de la tierra en cuencas hídricas en la provincia de Córdoba: impactos y riesgos socio-ambientales”, que cuenta con el aval de la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la UNC (2014-2015).
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- “Las ciudades están inundando a los ríos”
El estudio tuvo dos instancias: una de análisis a partir de sistemas de información geográfica y la otra con muestreo de campo. Primero se utilizó una imagen satelital de toda la cuenca de Río Ceballos, correspondiente a julio de 2014, obtenida a partir de un convenio con la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae). Con este material, se analizaron el estado de los bosques y la magnitud del desarrollo urbano, es decir, cómo se usó y ocupó la tierra.
Luego, aplicando un modelo multicriterio, evaluaron un conjunto de variables: pendiente, distancias a los ríos y arroyos, niveles de altitud en relación al mar y la manera en que participan las subcuencas hasta la salida de la cuenca de Río Ceballos-Saldán.
Estos estudios fueron plasmados en un mapa de riesgo de la cuenca, con lo cual quedaron definidas zonas de bajo y alto riesgo de inundaciones ante lluvias persistentes. Y es exactamente en estas últimas zonas, sobre todo en los márgenes de los ríos, donde se produjeron los mayores desastres. Ello se constató con la segunda parte de la investigación, que contempló el registro de los daños producidos, realizado en la semana del 20 al 23 de febrero en Villa Allende, Mendiolaza, Unquillo, Saldán y Río Ceballos. En esta instancia, se tomaron muestras en 102 puntos identificados con geoposicionador satelital (GPS), se hicieron encuestas a pobladores y se realizó un registro fotográfico de cada sitio.
Uso y abuso del suelo
Este factor ha sido señalado por muchos especialistas. Las urbanizaciones en Sierras Chicas, tanto las antiguas como las actuales, están ubicadas en las zonas de mayor riesgo de inundación. A esto contribuyó el desmonte de bosque nativo. Según estimaciones del propio equipo del ISEA, en siete años se perdieron dos mil hectáreas de bosque en esta zona.
Los mayores riesgos de inundación recaen sobre las ciudades, porque el agua tiene pocos obstáculos en su recorrido. Y lo opuesto sucede en la zona de mayor cobertura vegetal.
Villa Allende, la salida del agua
En las horas pico de la inundación del 15 de febrero, las calles centrales de Villa Allende se convirtieron en ríos. Esto tiene que ver, también, con la geografía de la región. La «puerta” de salida del agua de toda la cuenca es la ciudad de Villa Allende.
Un tobogán
Los especialistas denominan “pendiente” a la cantidad de declive de un terreno, su inclinación en relación con un plano horizontal. Por ejemplo, si en una zona hay 10% de pendiente, significa que el suelo se eleva 10 metros cada 100. Y la cuenca estudiada es una región de altísima pendiente. Ello se puede observar en el mapa de riesgo de esta variable donde se identifican miles de hectáreas con niveles de pendiente que van entre el 18 % y más del 60%.
De esta forma, esta zona de las Sierras Chicas se convierte en una especie de “tobogán” por el que se desliza el agua de las lluvias, lo que se ve potenciado por la escasa cobertura boscosa y la gran presencia de piedras y superficie urbanizada que facilitan el escurrimiento del agua. En las zonas de baja pendiente, ubicadas mayormente en las ciudades, el agua tiende a estancarse.
Altura
Otra variable que aporta a una explicación integral de lo sucedido, es la altura en relación al mar. En las zonas altas, el agua baja rápidamente por el propio efecto gravitatorio. Y en las zonas bajas ocurre lo contrario, es más probable que se estanque.
En las Sierras Chicas, evaluadas según la altitud de su terreno, es posible ver que las regiones más altas tienen mucho menos riesgo de inundarse que las más bajas. Los límites de altitud en que ocurrió el fenómeno se ubicaron entre 500 msnm (Villa Allende) y 800 msnm (Río Ceballos).
Demasiado cerca
El último aspecto que se midió es, quizás, la causa más importante de los desastres ocurridos. Se trata de las construcciones en proximidades de las orillas de los ríos y de los arroyos más importantes.
En ese sentido, resulta simple comprobar que la mayor densidad de urbanizaciones sigue el camino del agua. Ante una crecida intensa como la registrada, se verificó que el agua llegó hasta 300 metros de la margen de los cursos de agua (que fue incluso mayor en algunos puntos específicos). El impacto del agua decrece a medida que las urbanizaciones se alejan de los ríos.
El mapa de las inundaciones
Integradas entre sí, las cinco variables estudiadas conforman un mapa de la cuenca que delimita claramente cuáles son las zonas con distintos niveles de riesgo de inundación. Hay 12.052 hectáreas “sin riesgo” de inundación, principalmente las zonas donde se conservó el bosque, los pastizales y roquedales, y donde se registra mayor altura sobre el nivel del mar y altos niveles de pendiente. Luego, existen 4.804 hectáreas con “bajo riesgo” y otras 1.968 hectáreas con riesgo “medio”.
El aspecto que sobresale son las 859 hectáreas con riesgo “alto” y las 330 hectáreas con riesgo “extremadamente alto” de inundarse: es principalmente aquí donde se despliega el trazado urbano. En estas más de mil hectáreas es donde están ubicadas las casas, los comercios y las instituciones.
Según Barchuk, el factor que más influyó en las inundaciones fue el de las elevadas pendientes de la zona, que facilitó el escurrimiento rápido del agua cuesta abajo. “Esta gran cantidad de agua turbulenta arrastró en la corriente todo a su paso, facilitado por la gran superficie urbanizada”.
Tras el desastre social, ambiental, económico y las pérdidas de vidas humanas que se produjeron el 15 de febrero y en los días posteriores, el equipo de Ordenamiento Territorial del ISEA impulsó un trabajo de campo, del 20 al 23 de febrero, con el objetivo de identificar el daño producido por el agua en las ciudades más grandes.
Las zonas relevadas de mayor desastre (Villa Allende, Mendiolaza, Unquillo, Saldán y Río Ceballos) coinciden, con una precisión matemática, con lo que predicen los mapas de riesgo obtenidos por los investigadores.
“Los resultados sugieren que las áreas urbanas en orillas y codos del río y arroyos fueron las más afectadas”, sostiene los miembros del equipo. Y remarcan: “La excesiva urbanización, hasta incluso en orillas y dentro de cauces de arroyos y del Río Ceballos, fue la determinante de la pérdida de vidas humanas y materiales ocurridas el 15 de febrero de 2015”.
Según los especialistas, para impedir que esto vuelva ocurrir es indispensable impedir las urbanizaciones en las zonas de alto y muy alto riesgo de inundación, así como recuperar, en estas áreas, la cobertura vegetal.
“Debemos implementar un nuevo uso de la tierra planificado estratégicamente, que ya lo contempla- aunque no nos guste-, la ley provincial 9.814 (Ley de bosques)”, asevera Barchuk. “Y esto depende del compromiso de toda la sociedad y de las acciones de gestión de las autoridades municipales y provinciales”.
Fue realizado por Alicia Barchuk y miembros del Equipo de Ordenamiento Territorial del Instituto Superior de Estudios Ambientales de la UNC, que vienen trabajando en la temática de cuencas.
“Las ciudades están inundando a los ríos”
Osvaldo Barbeito, geólogo de la UNC, es una de las personas con mayor trayectoria en el estudio de catástrofes naturales a nivel nacional. Uno de sus primeros trabajos fue sobre las inundaciones que asolaron la localidad cordobesa San Carlos Minas en 1992.
Este background le otorga una mirada más amplia de lo sucedido a mediados de febrero en las Sierras Chicas de Córdoba. Para el científico de la Facultad de Ciencias Exactas, es falso que estas lluvias sean excepcionales. Crecidas de este tipo ocurrieron en otras localidades cordobesas como San Carlos Minas y Villa de Soto (1992), Mina Clavero y Nono (1993), en las catamarqueñas Del Rodeo y Siján (2014), así como las lluvias extremas que cayeron en Tartagal, Salta (2006 y 2009).
Para Barbeito, las sierras de Córdoba siempre tuvieron lluvias muy importantes. “Las particularidades geológicas y geomorfológicas –observadas en fotografías aéreas e imágenes satelitales– indicaban con suficiente claridad lo ocurrido en un pasado geológico muy reciente (50, 100 o más años) y la fuerte probabilidad de repetición”, aclara el investigador.
En realidad, lo que cambió en las últimas décadas no fueron las copiosas lluvias, sino la forma en que se ocupó la tierra. “No es que el río esté inundando las ciudades, las ciudades están inundando a los ríos”, grafica el especialista.
A su criterio, para evitar inundaciones repentinas es necesario abordar un reordenamiento urbano que preste mucha atención a los factores geológicos y geomorfológicos.
De hecho, estos aspectos favorecieron las crecientes ocurridas en las últimas semanas. Dentro de este enfoque, Barbeito destaca la naturaleza geológica del terreno, donde predominan rocas cristalinas que vuelven poco permeable el suelo. Fotos aéreas y satelitales de la zona muestran que gran parte de la superficie está constituido por rocas desnudas. A ello se le suma las altas pendientes naturales de esa área, que también condicionan un rápido escurrimiento del agua.
Para Barbeito, otro aspecto a destacar es la baja protección hidrológica que brinda la vegetación natural de la región, particularmente en las cabeceras de las cuencas, donde se encuentran muchos pastizales discontinuos y roca desnuda.
En esta zona, por su geografía, también es normal que ocurran tormentas localizadas con altos milimetrajes en muy poco tiempo. El aire cargado de humedad choca con la montaña, se enfría, se condensa y cae mucha agua repentinamente. Es lo que se los especialistas llaman “efecto orográfico”.
Recursos
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Fecha de publicación: 18 marzo, 2015