Cómo se representa al desaparecido en la literatura argentina para la infancia

Ficciones del horror | Pasados más de 30 años de la recuperación de la democracia en Argentina, diversas políticas de estado, así como trabajos académicos y artísticos buscan recuperar para el análisis y la reflexión el pasado histórico de la última dictadura militar (1976-1983). Sin embargo, pocos textos de la literatura infantil y juvenil abordan esta temática de manera directa, más insuficiente aún es la producción crítica en torno al tema. [30.07.2015]

Por María José Villalba
Redacción UNCiencia
Prosecretaría de Comunicación Institucional – UNC
maria.jose.villalba@unc.edu.ar

La ley 25.633 estableció el 24 de marzo como Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, en conmemoración de las víctimas de la última dictadura militar. A partir de esa legislación, sancionada y promulgada en agosto de 2002, las escuelas deben enseñar lo que ocurrió durante ese período de la historia reciente. Así, el tópico “dictadura” se transformó en un contenido transversal en la educación argentina.

Con esta motivación y ante un campo fértil de investigación, Ignacio Scerbo, licenciado en Letras Modernas e investigador del Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC, se propuso pensar cómo ingresa la desaparición forzada de personas en la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) generada durante la posdictadura. El trabajo da cuenta de las diferentes significaciones puestas en juego en los textos, en relación a la problemática.

Nombrar lo indecible

El desaparecido es un problema para la ficción porque no tiene una explicación lógica. No hay una causalidad, sino una insinuación que sostiene la idea de que las personas pueden desaparecer. “En este sentido, todas las obras analizadas son valientes –sostiene Scerbo–. Escribir acerca del horror es un trabajo de reelaboración del pasado que se topa con la dificultad de nombrar lo indecible”.

El enfoque que propone el investigador para pensar la figura del desaparecido, y cómo esta se presenta en cada texto, se apoyó en un concepto central: la noción de ideologema del teórico ruso Mijail Bajtín. Hablar de ideologema, implica hablar de una palabra viva, de un enunciado que debe ser entendido en constante relación con el contexto social en donde se produjo para que tenga un sentido de totalidad. El ideologema es la palabra como reflejo de una ideología a partir de la cual fue construida.

“Las herramientas de Mijail Bajtín aportan la posibilidad de desentrañar el diálogo social dentro del enunciado. A partir de distintos procedimientos artísticos, cada autor pone en discurso evaluaciones del pasado que llevan consigo una visión del mundo” explica Scerbo en su trabajo. Y justifica: “En una sociedad argentino-latinoamericana, donde las dictaduras fueron hechos históricos concretos, la apropiación de ese pasado y la puesta en una red de sentidos juegan un papel importantísimo para la memoria presente”.

Novelas, cuentos y ensayos

Debido a la ausencia de bibliografía crítica sobre la temática, el rastreo de este corpus tuvo características particulares. “Fue necesario ir preguntando a especialistas en LIJ, libreros, bibliotecarios, docentes y lectores interesados fueron prestando sus saberes y libros”, cuenta el autor del estudio.

Finalmente, Scerbo  analizó ocho libros, cuyas fechas de edición van desde 1995 a 2005. De todos modos, asegura que –al momento de presentar las conclusiones de su trabajo– existía un universo de aproximadamente 20 textos que ya abordaban el tema.

Los obras seleccionadas para la investigación fueron las novelas “El mar y la serpiente” de Paula Bombara, y “La soga” de Esteban Valentino y Gustavo Roldán (h); los cuentos “Esqueleto Final” de Oche Califa y Juan Marchesi; “No es culpa suya” de Jorge Accame; “La composición” de Silvia Schujer; “Fiestita con animación” de Ana María Shua; “Cementerio clandestino” de Eduardo A. González; y el libro de no ficción “El golpe” de Graciela Montes.

Otras infancias posibles

Para Scerbo trabajar el pasado, tramitarlo, nombrarlo son acciones éticas que en nuestro país se vuelven necesarias. Sin embargo, el arte destinado a niños se encuentra atravesado por miradas que muchas veces lo limitan, lo censuran o simplemente lo alejan.

“Existe una tendencia a la conservación y al proteccionismo en la LIJ, lo que dificulta sobremanera la posibilidad de relatar el horror y más aún la figura del desparecido. Además, entiendo lo conflictivo de hablar sobre este tema porque las emociones todavía están vivas, al igual que muchos victimarios. Los juicios aún están abiertos y este panorama genera inevitablemente una tensión social”, considera Scerbo.

No obstante, a lo largo del análisis de las distintas obras, el investigador se encontró con autores que, mediante diferentes procedimientos, intentaron relatar los hechos de esta época nefasta del país. En los textos  encontró la transmisión de lo sucedido, la representación de un orden interrumpido, de una familia desmembrada. También apareció el desaparecido con un rol definido: una madre, un padre, un docente, un estudiante.

No en todas las producciones se hizo alusión a la militancia política, pero sí se habla del desaparecido como un idealista, se resalta su intención de querer cambiar el mundo. “Sin duda hay una gran dificultad para contar estéticamente el horror y destinarlo a niños. Pero pienso en todo el corpus analizado como un acto ético y estético, como una ruptura que invita a continuar, a seguir pensando modos de narrar lo acontecido”, afirma.

“La ética existente en las narraciones se deja ver en la intencionalidad de denuncia: contar qué pasó desde una perspectiva anclada en los valores actuales de memoria, verdad y justicia. Entonces esto ayuda a pensar a los niños como sujetos merecedores de un legado histórico-cultural complejo y también como categoría social: se vuelven depositarios de los deseos de transformación hacia una sociedad con memoria, a partir de nuevas formas de lazo social entre las generaciones”, concluye la investigación.

Para Scerbo, resulta imperioso pensar en un lector que tenga una instancia de descubrimiento. Los libros analizados se dirigen a niños y jóvenes como sujetos de derechos, merecedores de conocer los hechos en su totalidad. “No pensar de este modo la LIJ es un acto de irresponsabilidad. Se trata de crear otras infancias posibles. Mientras más prejuicios rompamos, más avance tendrá la sociedad”, asegura.

Sobre el proyecto
Título | La investigación literaria en corpus particulares. Hacia una visión epistemológica de la solución de problemas. Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC.
Directora | Susana Gómez
De eso no se habla
Al explicar el motivo que lo impulsó a estudiar este tema, Ignacio Scerbo contó que pertenece a una generación de jóvenes de entre 30 y 35 años que vivió una especie de ocultamiento de lo ocurrido durante la dictadura. “En mi adolescencia me costaba encontrar material del tema en las librerías, bibliotecas y ni hablar en las escuelas. La información estaba sólo en grupos específicos como Hijos, Madres o Abuelas de Plaza de Mayo. Como sujeto social, eso me molestó muchísimo. En los 90 prácticamente no se tocaba el tema”, señala.
Leer al desaparecido
El trabajo de Ignacio Scerbo en relación al tema de los desaparecidos y la literatura infanto-juvenil comenzó con la elaboración de su tesis para obtener el título de Licenciado en Letras Modernas. El trabajo final se denominó: “Sobre la literatura infantil y juvenil argentina: ¿Cómo ingresa el desaparecido político a las narraciones destinadas a las niñas/os y jóvenes”.
La segunda etapa de su trabajo consistió en la reescritura de su tesis para transformarla en un ensayo. Se trata del libro “Leer al desaparecido en la literatura argentina para la infancia”, publicado por la editorial cordobesa Comunicarte, en la colección La Ventana Indiscreta, una de las pocas colecciones que existen en Argentina dedicadas a la edición de ensayos sobre LIJ.
La presentación del libro tuvo lugar el pasado mes de abril, y estuvo a cargo de Suny Gómez y María Teresa Andruetto.