Analizan la literatura infanto-juvenil argentina como espacio de actualización del pasado

En el campo específico de la literatura para las infancias, hay publicaciones que pueden leerse como un diálogo entre la realidad social e histórica y otros textos. Un estudio propone un recorrido por tres momentos de la literatura infanto-juvenil argentina en torno a la última dictadura cívico-militar y el terrorismo de Estado para desentrañar esa cadena dialógica que recorre los escritos, sus semejanzas y diferencias, y su constitución como espacio de lucha y actualización del pasado. La elaboración de un relato franco de denuncia y exposición del horror es el punto en común entre estas obras; la diferencia es que los textos actuales se arriesgan con más recursos visuales e ilustrativos. [15.09.2021]

Por María José Villalba
Redacción UNCiencia
Prosecretaría de Comunicación Institucional – UNC
maria.jose.villalba@unc.edu.ar

En numerosas ocasiones la literatura intenta ser testimonio, preguntar e indagar por aquello que sucedió. Es el caso de muchas obras de la literatura infanto-juvenil argentina(LIJ), que luego del último golpe cívico-militar no buscaron la palabra bella sobre el horror de lo sucedido, sino la palabra justa.

“La literatura suele ser una de las formas privilegiadas en las que se produce el encuentro entre generaciones. La experiencia literaria invita a la pregunta y a la curiosidad, que son el motor de cualquier búsqueda”, sostiene Ignacio Scerbo, investigador del Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades (Universidad Nacional de Córdoba).

Motivado por comprender cómo son incluidas las infancias en la sociedad argentina y el modo en que la literatura infanto-juvenil relata el horror del terrorismo de Estado, el especialista aborda este campo de investigación desde hace más de seis años.

Para Scerbo, el punto en común, el encuentro intergeneracional entre las distintas obras de LIJ argentina antes, durante y luego de la última dictadura, es la valentía de los textos para decirlo todo. “Son obras que se tomaron el trabajo de repensar la infancia como categoría social y crear otro lazo entre la adultez y las infancias, sin callarse nada, con franqueza y sin miedo”, afirma.

Primer momento: construcción del campo de la literatura infanto-juvenil argentina

En su investigación, Scerbo toma como punto de partida los años anteriores a la última dictadura ­(1969 a 1976) para considerarlos como la etapa de construcción del campo de una literatura infanto-juvenil argentina en plena ebullición.

El autor se detiene en los seminarios de literatura infantil y juvenil que organizó la Universidad Nacional de Córdoba entre 1969 y 1972, coordinados por María Luisa “Malicha” Cresta deLeguizamón, profesora de letras hispanoamericanas y pionera de la literatura infantil.

Los seminarios constituyeron un hito fundamental en la historia del género en Córdoba y en el país, ya que –como describe la revista “alfilo” de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC– fueron los primeros encuentros que reunieron a especialistas de la capital y el interior, y generaron un espacio de discusión e intercambio para elaborar nuevas perspectivas de abordaje y producción.

“Era una época de efervescencia, cuando se generaban intercambios multidisciplinarios que fueron la preparación para un mundo nuevo en la LIJ argentina. Comenzó un interesante movimiento de lecturas teóricas que abrieron otras concepciones para el campo”, asegura el investigador citando a Mariano Medina.

Para retratar el momento, Scerbo recupera la figura de Laura Devetach y su cuento “Un garbanzo peligroso” que luego sería prohibido por la dictadura. Esta obra, convertida además en canción, es un ejemplo de las nuevas formas del decir de la época.

“La escritura destinada a niños y niñas pretendía incorporar el humor, la poesía de la vida cotidiana, incluir sus voces, crear nuevas condiciones de recepción y escoger temáticas originales en función de sus intereses y experiencias”, detalla el estudio.

Imagen | El ojo censor de la represión

Segundo momento: el ojo censor de la represión

La siguiente etapa de investigación tiene su devenir durante la dictadura cívico-militar (1976-1983), cuando el campo de la LIJ es atentamente observado por el ojo censor de la represión. “Al plan sistemático de desaparición de personas se correspondió el proyecto, también sistemático, de desaparición de símbolos, imágenes, discursos y tradiciones”, afirma Scerbo, citando otra importante investigación titulada “Un golpe a los libros” de Judith Gociol y Hernán Invernizzi.

Si bien las prohibiciones se instalaron en todos los frentes, el espacio de la literatura infantil estuvo bajo una firme vigilancia. “Los militares se sentían en la obligación moral de preservar a la niñez de aquellos libros que –a su entender–ponían en cuestión valores sagrados como la familia, la religión o la patria y gran parte de ese control se ejercía a través de la escuela”, agrega.

Muchos libros fueron censurados a través de decretos, otros por medio de notas o de listas negras, publicadas en medios o recibidas en instituciones educativas y bibliotecas. Fue el caso de “La torre de Cubos”, de Laura Devetach, “Un elefante ocupa mucho espacio”, de Elsa Bornemann o “El nacimiento, los niños y el amor”, de Agnés Rosenstiehl.

Según el gobierno militar, se trataba de cuentos “con finalidad de adoctrinamiento y preparatoria a la tarea de captación ideológica del accionar subversivo, además de contener agravios a la moral, la iglesia, la familia y la sociedad”.

Imagen | Los trabajos de la memoria y el deber de recordar

Tercer momento: los trabajos de la memoria y el deber de recordar

Para cerrar su análisis, Ignacio Scerbo se detiene en la etapa posdictadura, a partir de 1983. Fueron los años de reconstrucción democrática en Argentina y en la literatura, y todas las expresiones artísticas, asomaba la necesidad de relatar lo sucedido.

“La dictadura ingresa a la LIJ con su especificidad –explica Scerbo–: el horror de lo sucedido es un quiebre en los sentidos. Provoca una ruptura que deviene en el sinsentido, lo incomprensible, lo irrepresentable y genera una enorme imposibilidad en el lenguaje. Es entonces un problema para la literatura”.

Pese a esta dificultad, el especialista destaca algunos textos de LIJ que sí pudieron poner en palabras el pasado reciente. “Además de reeditarse títulos prohibidos, se publicaron libros acerca de la temática. Los dos primeros relatos los hizo Graciela Montes, textos no ficcionales que acabaron con el tabú de la dictadura contada a los niños”, asegura.

El artículo cita el libro “Los derechos de todos”, de Graciela Montes, publicado por la editorial Libros del Quirquincho. “Es una obra de 1986 que marcó el inicio del diálogo intergeneracional dentro de la LIJ. No hay en el campo literario una referencia anterior al vínculo infancias-adultos-dictadura, a partir de aquí se puede dar cuenta de un proceso, un recorrido discursivo con más similitudes que diferencias”, señala Scerbo.

El segundo texto de Graciela Montes es “El Golpe” y fue editado en 1996 para la conmemoración del vigésimo aniversario del golpe militar. También es un relato no ficcional que recorre, entre otros, dos ejes significativos para entender la dictadura: los secuestros y las desapariciones.

El investigador entiende a estas obras como las responsables de abrir la puerta a una narrativa en donde prevalece la transmisión por encima de la enseñanza o el divertimento. Siguiendo a Scerbo, se trata de narraciones que visibilizan las rupturas, los dolores, las injusticias y lo amoral que dejó como consecuencia el terrorismo de Estado y su posterior impunidad.

En el ámbito específico dela narrativa de ficción,Scerbo incorpora en su investigación una serie de textos que considera paradigmáticos: el libro de cuentos “Cementerio Clandestino”, de Eduardo Gonzales; la novela “El mar y la serpiente”, de Paula Bombara, y especialmente el libro “Quién soy”, escrito e ilustrado por importantes artistas de Argentina.

Relatos ficcionales o de no ficción, cuentos, novelas, ediciones con muchas ilustraciones o con pocos recursos visuales. Pese a las diferencias, en todos los trabajos analizados subyace el concepto de memoria. “La memoria como proceso de actualización del pasado se vuelve dinámica porque establece relación con los valores actuales. Siempre sujeta a revisiones, la memoria no se construye de una vez y para siempre”, precisa Scerbo.

Para el investigador es realmente importante considerar a la LIJ como un espacio de lucha y de actualización del pasado, aunque advierte la dificultad ya que una de las características de las experiencias traumáticas es la masividad del impacto que provocan.

“Faltan las palabras y los recuerdos. La memoria queda desarticulada y solo aparecen huellas dolorosas, pero en ese momento, como dice el intelectual búlgaro Tzvetan Todorov, es donde se presenta la necesidad y el deber de recordar. Entonces, la memoria es una estrategia en contra de la nada”, reflexiona.

Imagen | Dos concepciones de infancias

Dos concepciones de infancias

La investigación sostiene que en la LIJ hay dos concepciones de infancia: la que se basa en la mera reproducción de subjetividades y puede entenderse como “conservadora” del statu quo (de eso no se habla con niños y niñas) y la infancia que se relaciona con el entorno social e histórico como sujeto portador en su vida de la historia del país.

Para Scerbo los textos analizados responden a la segunda concepción y se caracterizan por la presencia de un discurso sincero y valiente. “Michel Foucault recupera de la cultura griega el concepto de parresía que significa decir todo, decir valientemente todo lo que tenemos que decir a quien fuere sin callarnos nada. Hablar con franqueza y sin miedo”.

Contar con estas obras, para el investigador, siempre será importante porque la literatura de la memoria tiene en el lenguaje escrito y visual una riqueza y un desafío. “El arte nos presenta la posibilidad constante de otra frecuencia para pensar”, asegura.

“Artículo de investigación Dictadura. Apertura, censura y relato intergeneracional en la literatura Infantil Argentina”, de Ignacio Luis Scerbo Roqué,licenciado en Letras Modernas.

Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. Integrante del proyecto Khora: Topologías de la investigación en literatura y en sus fronteras. Secretaría de Ciencia y Tecnología de la UNC.