“Comprender cómo vivían las sociedades en el pasado es relevante para nuestro presente” 

La investigadora de la UNC Mariana Mondini es la primera presidenta latinoamericana del Consejo Internacional de Zooarqueología. En diálogo con UNCiencia, realza el valor de la educación y la ciencia públicas y explica algunos de los resultados de sus investigaciones en el Laboratorio de Zooarqueología y Tafonomía de Zonas Áridas del Idacor-Museo de Antropologías (FFyH).

Por Sandra Franco
Redacción UNCiencia
sfranco@unc.edu.ar

Mariana Mondini egresó de la Universidad de Buenos Aires en 1995, pero en 2005 se radicó en Córdoba. Desde 2006, junto Sebastián Muñoz, la doctora en Ciencias Antropológicas investigadora del Conicet fundó el Laboratorio de Zooarqueología y Tafonomía de Zonas Áridas (LaZTA), que trabaja hasta la actualidad en investigación, formación de recursos humanos y divulgación.

Tras ser elegida por la comunidad científica que integra el Consejo Internacional de Zooarqueología, asumió en agosto la presidencia de esta sociedad académica y fue la primera mujer latinoamericana en hacerlo.

La zooarqueología estudia las relaciones entre los humanos y otros animales en el pasado y a lo largo del tiempo. Como toda la arqueología, lo hace a partir de los restos materiales que forman parte del registro arqueológico (huesos, plumas, excrementos o artefactos hechos con materia prima animal, como puntas de proyectil óseas y prendas de piel) y de su contexto (por ejemplo, el estrato donde se los encuentra, su edad, características o el tipo de depósito). Se apoya también en evidencias indirectas (como pinturas rupestres con motivos faunísticos o marcas de dientes de depredadores en restos de sus presas).

-¿Qué importancia tiene el cargo que acaba de asumir?

Mi participación en el Icaz (International Council for Archaeozoology) ha sido un largo recorrido, de más de 20 años. En 2022 nos propusieron junto a colegas postularnos a la presidencia, para la que fui elegida por la mayoría de los miembros votantes, junto a Hitomi Hongo, de Japón, como vicepresidenta. Es la primera vez que dos personas que no son de Europa o de EE.UU asumen la gestión de la institución, y esto habla de la creciente internacionalización del Icaz y de su larga tradición en la paridad de géneros. Es muy alentador saber que mis propios colegas votaron por mi candidatura. Eso implica un fuerte compromiso. Una gestión situada en el sur global, en Latinoamérica y en Argentina en particular puede ofrecer perspectivas novedosas para los miembros de otras regiones y enriquecer la institución en términos de la variedad de situaciones que se manejan.

 -¿Qué rol tienen la UNC y el Conicet en la investigación y en la proyección internacional de esta disciplina?

 -Mi designación como presidenta del Icaz es un logro no sólo personal, sino también de la arqueología argentina, que siempre tuvo una fuerte representación en esta organización internacional. La arqueología en general y la zooarqueología en particular tienen una gran tradición en nuestro país y nuestra comunidad de investigación es muy respetada en otras regiones. El trabajo en las universidades nacionales y en el Conicet en este campo es reconocido en el ámbito internacional, y es ese contexto lo que hizo posible llegar hasta aquí. La educación y la ciencia públicas y soberanas son de una valía irreemplazable, en tanto nos permiten acceder a conocimientos no mercantilizados que de otro modo no serían generados. Lo mismo puede decirse de la investigación básica, de la cual dependen la investigación aplicada y la tecnología. Quiero destacar también el rol de las ciencias sociales y de las humanidades, de las que la arqueología es sólo una instancia. Sin el aporte de estas disciplinas, tan básico que muchas veces lo damos por sentado al punto de invisibilizarlo, no puede pensarse el desarrollo científico de un país, la resolución informada de sus problemas y la planificación de su desarrollo soberano en general.

Las respuestas que da la zooarqueología

“La zooarqueología nos permite responder a múltiples preguntas, como qué comían las poblaciones del pasado, cómo obtenían y preparaban sus alimentos de origen animal, cómo algunas sociedades cazadoras-recolectoras se transformaron en agro-pastoriles, qué animales veneraban, cómo era el ambiente en ese lugar en el pasado, entre muchas otras. Y a través de estas preguntas y las de la arqueología en su conjunto buscamos comprender cómo vivían las sociedades en el pasado, por qué, y cómo esa información es relevante para nuestro presente”, describe Mondini.

 -¿Cómo se investiga en esta disciplina desde el equipo de la UNC que dirige? 

 -El equipo forma parte del LaZTA), en el Instituto de Antropología de Córdoba (Idacor, Conicet-UNC) y Museo de Antropologías (FFyH, UNC). Allí trabajamos en diferentes investigaciones zooarqueológicas en las zonas áridas de nuestro país, que apuntan a comprender las sociedades del pasado y sus relaciones con los animales en estas áreas, teniendo en cuenta sus particularidades en relación a otras regiones del mundo. Además, trabajamos para comprender cómo se forma el registro arqueológico tal como lo encontramos en el presente; es decir, los procesos que hacen que los animales se preserven (o no) en el mismo, a lo que llamamos tafonomía. En general, estas investigaciones son multidisciplinarias, lo que nos permite potenciar los resultados. Y si bien la arqueología es una ciencia social, sus resultados son relevantes para otras disciplinas, como las ciencias ambientales centradas en el cambio climático, por citar un ejemplo. Realizamos investigaciones zooarqueológicas y tafonómicas en Catamarca, en el marco del Colectivo Interdisciplinario e Intercultural de los Valles Altos de Catamarca (Ccivac) y en la Pampa de Achala, en Córdoba. 

-¿Qué resultados obtuvieron?

-Entre los resultados obtenidos se pueden mencionar, dentro de la tafonomía, la caracterización de las acumulaciones de huesos que producen animales como los carnívoros y aves rapaces, y sus diferencias con las que generan los humanos, así como la información paleoambiental que ofrecen estas acumulaciones y que nos ayudan  a conocer cómo era el ambiente que habitaron las sociedades pasadas. En el campo de la zooarqueología pudimos identificar cómo en las sociedades agropastoriles prehispánicas en el noroeste argentino la caza de animales silvestres siguió ocupando un rol importante. Y cómo el modo de vida tradicional que incluía la cría de llamas y esas actividades complementarias de caza perduró aun en los primeros tiempos de la conquista española. Además, nuestros estudios nos están permitiendo comprender cómo esas sociedades tradicionales lidiaron con diferentes cambios ambientales en el pasado, algo que resulta relevante para  las sociedades que habitan esa región en el presente.

-¿Eso puede ayudar a explicar comportamientos actuales entre humanos y animales?

-Conocer la variabilidad de comportamientos con que las sociedades pasadas enfrentaron cambios ambientales es de suma utilidad para el presente, en tanto sugiere un rango de opciones que pueden seguirse y sus resultados en el tiempo. Lo mismo puede decirse de los comportamientos ante cambios sociales o de otra naturaleza. También permite recuperar conocimientos tradicionales que se han perdido en la memoria oral. Además, la zooarqueología, como la arqueología toda, ofrece la posibilidad de conocer estos procesos y sus consecuencias en el largo plazo. Un ejemplo es la posibilidad de analizar el impacto antrópico en procesos de largo plazo como la generación de nuevas especies a través de la domesticación, los cambios en la distribución de ciertas especies animales y su extinción.

Perfil

Mariana Mondini se graduó en la Licenciatura en Ciencias Antropológicas en la Universidad de Buenos Aires en 1995. En 2003 obtuvo el doctorado en la UBA y en 2004 la diplomatura de Estudios Avanzados en Paleontología en la Universidad Autónoma de Madrid. Ese mismo año comenzó a investigar en el  Conicet.

Realizó estudios en las universidades de Durham (Reino Unido), Arizona (EE.UU.) y Autónoma de Madrid (España).

En 2005 se radicó en Córdoba, con la idea de crear un laboratorio de zooarqueología. Lo hizo en el Museo de Antropologías de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, donde más tarde se creó también el Instituto de Antropología de Córdoba.

Así, junto a Sebastián Muñoz y mediante un subsidio del Conicet fundó en 2006 el Laboratorio de Zooarqueología y Tafonomía de Zonas Áridas (LaZTA), que trabaja hasta la actualidad en investigación, formación de recursos humanos y divulgación.