“La Academia Nacional de Ciencias fue el primer modelo institucional que funcionó para desarrollar la ciencia en la Argentina”

La Academia Nacional de Ciencias (ANC), una de las primeras instituciones científicas de Argentina, celebra su 150 aniversario. Aunque comenzó a funcionar años más tarde, en los registros su fundación data del 11 de septiembre de 1869. Ese día, bajo la presidencia de Domingo Sarmiento, fue promulgada la Ley n° 332, que autorizó la contratación de profesores extranjeros para que iniciaran el desarrollo de la investigación en ciencias naturales en nuestro país.

Por Lucas Gianre
Redactor UNCiencia
Secretaría de Ciencia y Tecnología – UNC
lgianre@unc.edu.ar@unc.edu.ar

Entre los expertos que llegaron a Córdoba, se encontraban Germán Burmeister (zoología), gestor de la ANC y hombre de confianza del presidente; Alfredo Stelzner (geología), quien fundara el actual Museo de Mineralogía de la UNC; Luis Brackebusch, que complementó el trabajo iniciado por Stelzner; Pablo Lorentz (botánica); Jorge Hieronymus (botánica); Hendrik Weyenbergh (zoología), creador del Museo de Zoología y primer presidente de la ANC; y los hermanos Oscar y Adolfo Doering (física y química), entre otros.

En su mayoría, los naturalistas contratados por Sarmiento iban a integrarse como docentes de la Universidad Nacional de Córdoba. Llegados de Europa, principalmente de Alemania, estos expertos se instalaron en la sede de la ANC, ubicada todavía hoy en el centro de la capital cordobesa.

El edificio de la ANC, en 1887. Fuente: Fototeca ANC.

Encabezaron exploraciones científicas a lo largo del país. En esos viajes recolectaron piezas y especies desconocidas hasta el momento. Colaboraron, además, en el establecimiento de los límites del territorio nacional, que a fines del siglo XIX todavía se encontraban en disputa.

Su trabajo tuvo un rol clave en el desarrollo de las ciencias naturales en Argentina y justificó la creación de la ANC, que terminó por configurarse como parte de los cimientos del sistema científico argentino.

Luis Tognetti es docente de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC, investigador del Conicet y vicedirector del Centro de Investigaciones y Estudios sobre la Cultura y la Sociedad (CIECS, UNC-Conicet). Es uno de los historiadores que más conoce la época fundacional de la ANC y autor de numerosas publicaciones sobre la institución y el trabajo de los naturalistas europeos que llegaron a Córdoba. UNCiencia conversó con el historiador.

Junto a Carlos Page publicó el libro La Academia Nacional de Ciencias. Etapa fundacional – Siglo XIX. ¿Cómo llegó a estudiar la historia de la ANC?

Ingresé a la ANC con una beca, a mediados de la década del noventa. Mi trabajo comenzó como un relevamiento relacionado con el devenir histórico de la institución. En su momento le planteé al Dr. Alberto Maiztegui –presidente de la ANC en el período 1992-2002– la necesidad de esclarecer el período fundacional y lo que representó la recepción de la ciencia europea en Argentina, en el siglo XIX. Había un núcleo temático para desarrollar. Les gustó la idea y formulé el proyecto.

¿Por qué celebrar el aniversario de la creación de la ANC?

En la constitución de la Academia quedó cristalizado cuál iba a ser el patrón del desarrollo de las ciencias naturales en la Argentina de fines del siglo XIX y comienzos del XX. La recepción de la ciencia adquirió una institucionalidad y una forma: la Academia sintetiza eso. Si se observan sus objetivos –explorar, describir el territorio, publicar los resultados de las investigaciones– es el abecé de la investigación. Por eso creo que es importante celebrar y conmemorar la creación de la ANC. Es el primer modelo institucional que funcionó para desarrollar la ciencia en la Argentina. Y hay que destacar otro punto: se hizo en el interior del país, fuera de Buenos Aires.

¿Cómo se llegó a idear en esa época la instalación de una Academia de Ciencias?

No surgió de un día para el otro. En 1878, el ministro del presidente Avellaneda le preguntó en una carta al rector de la Universidad Nacional de Córdoba, Manuel Lucero, por qué había que crear una Academia de Ciencias. Se fue definiendo un modelo, que fue exitoso si se ven los resultados que obtuvieron los europeos que vinieron acá.

En la misma época, se creó el Observatorio Astronómico. Además aquí funcionaba la única Universidad Nacional del país…

Exacto, no fue casual que se instalara acá. Hasta la federalización de la ciudad de Buenos Aires, en 1880, la Universidad de Buenos Aires no estaba bajo la órbita del gobierno nacional. La única era la UNC, que había sido provincial hasta 1854. Y por esto toda innovación que pretendiera impulsar el poder federal sobre la educación tenía que hacerse en la ciudad de Córdoba. Sarmiento y otros entendían que no se podía pensar en una nación moderna que solo dependiera de abogados y teólogos.

El Laboratorio de Química de la ANC, tal cual lucía a fines del siglo XIX. Fuente: Fototeca ANC.

¿Qué importancia tuvo para la ciencia en la Argentina la creación de la ANC?

Si uno mira la cantidad de obras realizadas por los naturalistas que vinieron, verifica que permitieron ofrecer un conjunto de información sobre la realidad natural que se desconocía hasta entonces. Todos los estudios sobre flora, fauna, mineralogía y demás, sirvieron para conocer los recursos naturales que se disponían. Pero también fueron la base de lo que se iba a estudiar en los colegios nacionales que el Estado, en ese momento, estaba queriendo conformar con un conjunto de materias.

También dio lugar a la creación de museos científicos…

Sí, los museos de ciencias naturales que perduran hasta hoy en la UNC obtuvieron los materiales de las exploraciones que hicieron los miembros de la Academia, financiadas por esa misma institución. La Facultad de Medicina también pudo ampliar su base con la presencia de estos científicos europeos.

¿Cómo era vista la ANC por el ambiente universitario de fines de siglo XIX?

En el momento que empezaron a instalarse en Córdoba los naturalistas europeos contratados por el gobierno nacional, los miembros del claustro universitario tuvieron una cierta actitud refractaria. Por un lado, el gobierno se cuidó de que la reforma de los planes de estudio y la incorporación de los científicos europeos no fuera una iniciativa que pudieran controlar desde la Universidad, y pretendían que se manejara desde el Ministerio de Educación de la Nación.

Esto fue mal visto desde el claustro, por las autoridades de la UNC. No gustó que hubiera un procedimiento distinto sobre cómo se iba a designar a estos especialistas. La actitud de recelo también era por el presupuesto, porque el gobierno apostaba fuerte al desarrollo de estas dependencias. En este aspecto, tuvo que hacer un trabajo importante Manuel Lucero –rector de la UNC entre 1874 y1878– para lograr que fueran incorporados en la recién creada Facultad de Ciencias Exactas. Tengamos en cuenta que la decisión de traer a los naturalistas fue tomada en 1869, pero recién en 1876 se aprobaron los planes de estudio de la nueva facultad. Se hizo todo un trabajo para que se admitiera la presencia de los científicos extranjeros. La ANC no formaba parte de la UNC, pero la idea era que enseñaran en ella. Y hasta que no se creó la facultad en 1876, no se pudo empezar a trabajar con ellos.

De izquierda a derecha, sentados: Hendrik Weyenbergh, Francisco Latzina y Oscar Doering. Arriba se ubican Jorge Hieronymus, Luis Brackebush,  Adolfo Doering y Federico Schultz. Fuente: Fototeca ANC.

Se trajeron naturalistas europeos, principalmente alemanes. ¿Hasta qué punto este hecho marcó una tradición en la ciencia argentina?

Sin duda marcó una manera de hacer ciencia. La referencia de Alemania era muy fuerte en ese entonces. Hay una política cultural del país germano, una especie de imperialismo cultural –en los términos definidos por Lewis Pyenson–, de replicar las instituciones científicas en distintas partes del mundo, con esta idea de querer trasladar el modelo de investigación. La ciencia que se consolida a fines del siglo XIX es un referente para varias actividades científicas que se llevan a cabo en países periféricos.

Formaron una escuela de científicos…

Los naturalistas que se instalaron aquí tuvieron una actitud muy inteligente: incorporar a jóvenes a sus proyectos. Esa matriz de trabajo se fue difundiendo, por eso tienen una impronta muy fuerte a fines del siglo XIX, y no solo en Córdoba, sino también en el país. Se puede ver en el caso de Eduardo Holmberg, que fue un naturalista argentino que comenzó a trabajar con Federico Kurtz en botánica. Él le enseñó cómo herborizar y después dio clases en Buenos Aires, siguiendo las mismas prácticas que aprendió acá. O el caso de Miguel Lillo, que vino a la ANC a aprender lo mismo. Los naturalistas desarrollaron un patrón, un modelo, que se mantuvo.

Algunos de los primeros naturalistas contratados en 1869 fueron despedidos por Germán Burmesteir de la ANC poco tiempo después. ¿Qué ocurrió?

Hubo un primer grupo de naturalistas que llegó contratado por Burmeister en 1869. Ellos tenían una idea de cómo trabajar muy diferente a la de Burmeister. Eso llevó a un conflicto y el primer grupo dura poco tiempo, unos tres o cuatro años. Burmeister despide a la mayoría y consigue algunos sustitutos.

¿Qué problemas surgieron?

Burmeister planteaba que la historia natural que se estaba elaborando le pertenecía, y se consideraba el interlocutor a nivel internacional de los resultados obtenidos a través del estudio de la historia natural del país. Argumentaba que como él había elaborado todas las gestiones de contrataciones y de los proyectos institucionales, estos tenían que ser de su autoría. Los naturalistas, en cambio, planteaban que se debía respetar la autoría –tal cual se trabaja en Alemania– y pretendían firmar los proyectos de investigación. Además exigían publicar los resultados en lengua alemana y en revistas de circulación internacional. Frente a esto, Burmeister les pedía publicar en español en revistas hechas en la Argentina, pero lo hacía con el objetivo de controlar la producción. Esta era un poco la discusión. Luego el tema dejó de ser una dificultad, porque realizaron publicaciones en castellano.

De las primeras “internas” de la ciencia en la Argentina…

Sí, y fue feroz. De hecho Lórenz hace un viaje de exploración enorme al noroeste del país, de un año y medio, y trae una cantidad significativa de especies, por duplicado y triplicado en muchos casos. Después, Burmeister no lo dejó enviar las muestras al exterior por este conflicto.

Hacían exploraciones científicas casi sin apoyo, era un trabajo titánico.

Sin dudas, el trabajo de los naturalistas europeos era de una gran magnitud, porque no tenían colaboradores idóneos que les ayudaran. Casi no tenían recursos humanos, debían entrenar personas a las que les observaban cierta sensibilidad. Si no, lo tenían que hacer ellos mismos, y en paralelo dar clases, hacer las exploraciones científicas. Los proyectos que elaboraban en Alemania eran muy distintos a la hora de aplicarlos en la Argentina.

Federico Kurtz, que logró reunir una cantidad importante de especies autóctonas, cuando quería hacer todo el proceso de clasificación tenía frente a sí un enorme trabajo.

Por eso cuando uno evalúa los trabajos de estos naturalistas, es difícil mensurarlo. No se encontrará un estudio que haya tenido un gran impacto a nivel mundial, pero la obra que está guardada en los museos de nuestra universidad como un acervo cultural de primer orden, es extraordinaria.

Instantánea del Cuadro de Juan Manuel Blanes, en donde se destaca la presencia del grupo de naturalistas de la ANC. Fuente: Fototeca ANC.

Está la famosa pintura de Blanes, que ilustró en parte el dorso del viejo billete de 100 pesos, donde se ve a los naturalistas de la ANC acompañando a Roca en la Campaña del Desierto que ocasionó la matanza de pueblos originarios.  ¿Qué pudo investigar sobre la vinculación entre el Estado y los científicos recién llegados?

Estudié en su momento los documentos referidos específicamente a la participación de los naturalistas en la Campaña del Desierto. Lo primero que se observa es que de parte del Estado no había un interés o deseo de que hubiera científicos acompañando a las tropas. En realidad, fue una iniciativa de los propios científicos. Había dos vertientes: unos interesados en acceder a las especies que se pudieran recolectar en los viajes y otro grupo –donde se ubicaban los hermanos Doering, por ejemplo–, con una posición de que les convenía participar, les convenía estar cerca de los que controlan el Estado. Y al mismo tiempo, de preservar la institución, la Academia.

También había discrepancias. Por ejemplo, entre Holmberg y Kurtz, sobre qué se hizo con la población aborigen en la Campaña del Desierto. Holmberg tenía una posición más cercana a la que tenía el Estado, de una política “ofensiva”; pero Kurtz, no.

¿Qué trabajos científicos se llevaron a cabo en la “Campaña del Desierto”?

Conocimiento topográfico, que era fundamental para el Estado nacional. Tener un mejor conocimiento del espacio y del territorio. También había una disputa internacional con Chile a fines del siglo XIX. No era solo una disputa con las comunidades aborígenes.

Con el paso de los años, ¿comenzaron a surgir los primeros científicos argentinos?

La política de contratar científicos europeos continuó hasta comienzos del siglo XX. Recién entonces comenzó a surgir una camada de científicos argentinos que pusieron en discusión por qué había que traer gente de afuera. Pero ellos llegaron allí por los científicos traídos de Europa, y repiten un poco esas prácticas. Tampoco es casualidad que muchos de estos primeros científicos naturales argentinos fueron a Alemania a realizar sus doctorados.

En esa época, ¿había alternativas de pensar una cultura y tradición científica alternativa a la visión centro-europea?

No relevé eso, no lo podría afirmar. Mi estudio fue muy sesgado en ese sentido. Lo que había era una vertiente de pensamiento –a mi criterio, muy lúcida–, que planteaba que la Argentina apostara a convertirse en un referente de pensamiento y producción científica para los sectores ilustrados del resto de América Latina. Se proponía publicar en español para ser una referencia de las elites americanas, pero siempre desde una matriz europea.

¿Qué hilos conductores se pueden encontrar entre el proyecto de recepción de la ciencia europea, materializado en la instalación de la ANC, y los postulados de la Reforma de 1918?

-Hay una relación, claramente. Enrique Barros fue a hacer el doctorado a Alemania. Pero con la llegada de los naturalistas, y su definitiva incorporación al claustro, se empezaron a hacer algunas modificaciones sobre la marcha. Por ejemplo, en 1886 con la llegada de Juárez Celman al gobierno nacional, aquí se hicieron una serie de reformas que iban a modificar bastante la forma original de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNC. Una orientación hacia la ingeniería y con un perfil más profesional, muy relacionado con el trabajo de Carlos Cassaffousth y la idea de hacer el Dique San Roque.

Él necesitaba profesionales, recursos técnicos, ingenieros. Todos estos nuevos perfiles que se fueron desarrollando en la UNC, comenzaron a discutir hacia adentro el modelo de universidad. Pero todo se originó en este nuevo carácter que comenzó a imprimirle la llegada de científicos europeos, en el marco de un sistema educativo que estaba en construcción, porque también había que formar profesores para el sector educativo del nivel medio. El viraje de fines del siglo XIX fue hacia la profesión.

Las mujeres científicas no están visibilizadas en la historia de la ANC…

En el período que estudié, no. No había lugar para la mujer, ni si quiera en la parte administrativa.

¿Nunca se contempló que la ANC desarrolle las Ciencias Sociales, cómo ya pasaba en Alemania en ese entonces?

Burmesiter no lo hizo. Hubo algo de estudios en Antropología, al menos yo registré materiales y documentos que muestran que algunos especialistas empiezan a atender más las cuestiones antropológicas.  Pero como proyecto institucional, no encontré elementos para decir que se hubiera contemplado el desarrollo de las Ciencias Sociales.

¿Cómo evolucionó la vinculación entre la ANC y la UNC?

No lo indagué en profundidad, pero el papel de la ANC a nivel institucional comenzó a desdibujarse cuando se fueron retirando los naturalistas que la fundaron, como el caso de Doering. No así el trabajo personal de los académicos, que siguieron distintos caminos. La Academia, por lo pronto, continuó recibiendo apoyo financiero del gobierno nacional.

Las universidades, con el correr del siglo XX, van asumiendo el trabajo científico…

Sin duda. La ANC tiene un período en cual se desdibuja un poco. Hubo algunos proyectos en la década del veinte de recuperar la función original, pero no se advierte que hayan cuajado. Tienen ese lugar más vinculado al reconocimiento de las carreras científicas. Se volvieron instituciones honoríficas, que reconocen trayectorias. A mi parece que está bien, es una manera de fortalecer el compromiso.

Muestra de fotos en la ANC. La Universidad Nacional de Córdoba, a través de la Secretaría de Ciencia y Tecnología (SeCyT), produjo una muestra de fotos por el sesquicentenario de la Academia, titulada: 150 años de la Academia Nacional de Ciencias. Pasado y presente de una de las instituciones científicas más antiguas de la Argentina. La muestra, que estuvo instalada en el Pabellón Argentina hasta el 30 de agosto, se puede visitar en las instalaciones de la propia Academia Nacional, ubicada en Av. Vélez Sarsfield 249.