La preferencia por el alcohol puede transmitirse prenatalmente
“Es un fenómeno muy general que se da con la comida también. Por ejemplo, si la madre consume una comida muy picante durante el embarazo el niño va a estar más predispuesto a consumir esa comida. Es por la familiaridad que se produce cuando estas sustancias, que atraviesan la barrera placentaria, llegan al líquido amniótico, estimulando de esta manera el sistema gustativo y olfatorio del feto. Sabemos que las dietas se transmiten prenatalmente, todo esto se encuadra en un concepto que se denomina `programación perinatal´. Hoy entendemos que el feto es mucho más complejo y activo que lo que se pensaba en el pasado”, explica Juan Carlos Molina profesor de la Facultad de Psicología de la UNC y director del Laboratorio de Alcohol, Ontogenia y Aprendizaje del Instituto de Investigación Médica Mercedes y Martín Ferreyra e investigador principal del Conicet.
Molina cuenta que trabajando en conjunto con Norman Spear, de la Universidad Estatal de Nueva York, se dedicó por muchos años a estudiar las capacidades del infante de aprender sobre los olores, gustos y trasferir esa información. “Sin embargo, había un salto tecnológico que se nos hacía muy difícil: llegar al feto. Esto tiene una dificultad tremenda, incluso es difícil trabajar con neonatos, imaginate que tenés que trabajar con ratas recién nacidas de 4 gramos de peso”, cuenta Molina.
A desarrollar técnicas para superar esta dificultad se dedicó Paula Abate, profesora adjunta de la Facultad de Psicología en la UNC e investigadora adjunta del Conicet. “Desarrollamos técnicas a través de las cuales fetos de ratas son expuestos al alcohol y luego evaluamos a los recién nacidos en un modelo que permite que un organismo muy pequeño pueda autoadministrarse una sustancia y así evaluar efectivamente el grado de dependencia. Nuestro grupo fue pionero en desarrollar técnicas para eso y hoy son ampliamente utilizadas. Gracias a esto pudimos estudiar distintas etapas del desarrollo fetal en ratas y contaminar el líquido amniótico con alcohol en dosis que no alteraran la vida fetal ni la lactancia”, cuenta Abate.
Así los investigadores pudieron desarrollar modelos animales de consumo moderado de alcohol, similares a los observados en humanos, cambiando la perspectiva ya que se venía investigando en modelos con grandes niveles de consumo de la droga. “Hubo mucha gente trabajando con experimentos en que, trabajando con animales, se administraba dosis muy altas a la madre y buscaban la vinculación con el consumo posterior, o con la tolerancia a los efectos de la droga y encontraron fenómenos, mucho antes que nosotros. Pero la pregunta nuestra cambió un poquito la perspectiva, nuestra pregunta tenía que ver con los efectos del consumo moderado en un cerebro funcional adquiriendo información”, explica Molina.
Puntualmente, Abate trabajó con crías de ratas cuyas madres habían consumido alcohol durante el embarazo y encontró que, incluso en etapas muy cercanas al nacimiento, la respuesta a ese sabor estaba muy cambiada. “Lo que le pasa a la mamá tiene un impacto sobre la vida posterior del feto. Una sustancia ajena al sujeto, la transforma en propia del sujeto. En los estudios vimos claramente cómo los neonatos cuyas madres habían consumido alcohol, incluso en dosis moderadas, se autoadministraban alcohol al nacer”, cuenta el Ricardo Pautassi, profesor adjunto de la Facultad de Psicología de la UNC e investigador adjunto del CONICET.
“Ahí se empezó a hablar de nuestro grupo como un grupo que había descubierto una programación perinatal de tipo farmacológica”, remarca Molina.
La investigación en humanos
Para investigar estos efectos en humanos, la Dra, Ana Faas, en ese entonces becaria del grupo, inició un estudio en convenio con el equipo de Neonatología de la Maternidad Nacional. Lo que hizo Faas fue codificar movimientos de un bebé recién nacido y diseñar un estudio muy sencillo, en el cual se tomaron dos grupos de mamás: un grupo en el que las madres habían consumido eventualmente alcohol durante el embarazo y otro grupo en el que las madres no habían consumido nada de alcohol. “Nacieron los bebés y ninguno tenía un síndrome fetal de alcohol o un problema neurológico. Lo que hicimos fue controlarlos a las 24 horas cuando le hacen la evaluación pediátrica. Los poníamos en una cuna térmica, en la situación menos invasiva posible, y poníamos una videocámara. Le presentábamos un hisopo con un poquito de alcohol y uno con limón, y veíamos sus reacciones. El resultado fue que los bebés de madres con consumo moderado, reconocen el alcohol e inmediatamente su reactividad comportamental es significativamente distinta a la de bebés cuyas madres no consumieron nada de alcohol”, explica Molina.
El sueño de los investigadores es que este tipo de evaluación no invasiva pueda llegar a ser un método de diagnóstico muy temprano de la eventual exposición prenatal al alcohol. “Que la enfermera dentro de la rutina de pruebas que les hacen a los bebés le acerque también un hisopo con alcohol para ver la reacción y si ve que el sujeto reacciona significativamente, se pueda indagar luego qué pasó aquí con la madre”, dice Molina.
Esta detección tendría gran importancia en el tratamiento temprano de distintas patologías asociadas al consumo materno moderado. “Por ejemplo el síndrome de hiperactividad y déficit atencional que muy comúnmente se detecta en edad escolar puede ser producto del consumo de alcohol por parte de la madre durante el embarazo. Si uno puede detectarlo tempranamente e intervenir podría ayudar a mejorar el desempeño futuro de estos chicos. También hay ciertos rasgos faciales, rostros parecidos a los que indican síndrome de down, que muchas veces no se sabe a qué remiten y pueden tener que ver también con esos consumos. Si estos chicos son detectados a tiempo, se los puede estimular mas temprano y así tener resultados mucho antes y mejores”, explica Abate.
Por todo esto, los investigadores afirman enfáticamente que durante el embarazo la recomendación es siempre alcohol cero, “no hay una dosis de alcohol permitida en el embarazo y tampoco en la lactancia”, remarcan.
La filosofía de trabajo del grupo es apuntar a la prevención de la problemática. “Cada uno trabaja con una filosofía y yo no creo en la ciencia igual a producto, igual a venta y en la investigación en alcohol, eso se ha manipulado demasiado. No creo en el medicamento mágico que va a solucionar todo, el alcoholismo no funciona así. Creo en la investigación apuntando a prevenir para que el problema no llegue a ser terminal”, concluye Molina.
Dr. Juan Carlos Molina – Dra. Paula Abate – Dr. Ricardo Pautassi – Biól. Marcela Culleré, Becaria CONICET – Lic. Stefanía Castelló, Becaria CONICET – Dra. Fabiola Macchione, Becaria Postdoctoral FONCyT – O. Beatríz Haymal, Técnica Principal CONICET – Lic. Estefanía Orellana Barrera, Becaria CONICET – Biól. Larisa Guttlein – María Belén Acevedo, Becaria CONICET – María Carolina Fabio, Becaria CONICET – Macarena Fernández, Tesinista.
Por Eliana Piemonte | epiemonte@comunicacion.unc.edu.ar
Esta entrada no tiene categorías.Fecha de publicación: 1 agosto, 2013