La importancia de formar investigadores en Ciencias Sociales
– ¿Qué lugar ocupa la investigación en ciencias sociales en relación a la investigación en otras áreas de conocimiento?
– En Europa y Estados Unidos, a medida en que los Estados se retiran y se abre el camino a la inversión privada y a la autofinanciación de las Universidades, las áreas de estudio son evaluadas desde el punto de vista de la “rentabilidad”, la “utilidad”, la “aplicabilidad”, etc. Si se evalúan los estudios humanísticos y las ciencias sociales con esos parámetros, están en problemas. En el diseño de esas políticas hay un esfuerzo por vincular los estudios superiores con las “demandas de la sociedad”. Y en realidad, las demandas de la sociedad terminan siendo reducidas a las demandas del mercado. Como si ese fuera el único modo de existencia de lo social.
– ¿Cuál es la situación de nuestro país en ese sentido?
– En nuestro país, donde se ha podido revertir en parte el retiro del Estado, se reconoce discursivamente la importancia de estas áreas. Pero siempre ocupan un lugar menor en la definición de áreas prioritarias. Más aún, cuando se piensa en términos de proyecto de desarrollo nacional y en el aporte de la ciencia en ese desarrollo. Allí puede verse claramente el rol de los desarrollos tecnológicos y de la ciencia básica, en áreas como la química, las nanociencias, etcétera, pero no queda establecido con claridad el aporte que se requiere de las ciencias sociales y las humanidades.
– ¿Y cuál sería ese rol?
– Las humanidades enseñan que por debajo de toda práctica, incluso las científicas, hay un sustrato que tiene que ver con el sentido, con lo que cada sociedad o grupo considera valioso, interesante, necesario, justo. Y ese sentido no está en la naturaleza, es invención, creación social. Y si no nos preguntamos de qué se trata ese sentido, en el marco de qué procesos históricos y de qué relaciones de poder se creó, no podemos comprender las prácticas. Por eso la pregunta por el sentido, y por la historia y por el poder, es un aporte específico de dilucidación que aportan las ciencias sociales.
– ¿A qué se debe la supremacía de las ciencias naturales sobre las sociales?
– Una dificultad muy importante es que la especificidad de las humanidades y de las ciencias sociales, en tanto modo de conocer y en tanto práctica investigativa, no termina de encontrar un lugar, no termina de ser reconocida. Por ejemplo, en el sistema de evaluación. Yo creo que es muy bueno que todas las tareas y todos los trabajadores sean evaluados. Pero el sistema de evaluación y jerarquización de las ciencias está inspirado en los modos de trabajo de las ciencias llamadas “duras”. Uno de los criterios de evaluación que proviene de la llamada “cientometría” es cuántas veces aparece citado el trabajo de uno en otros autores. En las humanidades y en las ciencias sociales es común que siempre se estén releyendo y revisando los textos de autores clásicos, el régimen de obsolescencia de los textos es diferente. De manera que si se instituyera un premio de sociología basado en ese criterio, habría que dárselo a Marx, Weber o Durkheim. Otra cosa que el sistema actual de evaluación valora mucho es la publicación de “papers” en revistas especializadas, pero en ciencias sociales hay una tradición muy fuerte del formato libro que es un modo distinto de discurrir y argumentar. Se llega al absurdo de que una tesis doctoral publicada por una editorial latinoamericana “vale menos” que un paper en un journal estadounidense. Digo entonces que la especificidad de estas disciplinas no termina de ser reconocida y por eso tienen dificultades para encuadrarse.
– ¿En qué consiste esa especificidad?
– Hay muchos modos de responder. Yo propongo hacerlo a partir de una expresión del filósofo Cornelius Castoriadis que, citada de memoria, sería más o menos así: “No estamos aquí para decir lo que es, sino para hacer ser lo que no es. Y para eso, el decir de lo que es, es importante como momento”. Lo que plantea Castoriadis es una doble dimensión del conocer como praxis humana. Por un lado, “decir lo que es”, explicar el mundo, la materia, la vida, la energía, y las sociedades humanas tal como son. Esa es la dimensión a partir de la cual se han desarrollado las ciencias. Pero por otro lado está el “hacer ser lo que no es”. Los hombres nos interrogamos sobre el mundo porque estamos ahí, y lo estamos transformando a partir de nuestras urgencias, de nuestros deseos, de nuestros ideales. Estamos siempre creando, estamos haciendo venir al ser cosas que aún no son y eso lleva a otras preguntas. Preguntas que nos llevan a pensar cómo debería ser el mundo, cuál debería ser el sentido de las transformaciones que creamos. Preguntas acerca de cómo deberían ser las sociedades, los modelos de desarrollo, etc. Es decir, existe en el conocer una dimensión claramente política y, como se puede ver, la importancia de nuestras disciplinas radica en que permiten construir conocimiento sobre el modo en que esa dimensión de sentido, que es política porque es creación social en el marco de relaciones de poder, condiciona las prácticas.
– ¿Podría citar algún ejemplo?
– Por ejemplo, la aprobación de una ley como la de matrimonio igualitario, que necesitó de la luchas de las feministas y las minorías sexuales, pero también de la filosofía, la sociología, la semiótica, los estudios literarios, que trabajaron durante décadas para desnaturalizar la división binaria de los géneros instituida socialmente. Y hay mucho que “desnaturalizar” incluso en materia de ciencia. Por ejemplo, yo creo que hay que estudiar y dilucidar por qué todavía cuando pensamos en “transferencia” a la sociedad de los conocimientos producidos en las Universidades, inmediatamente pensamos en términos de empresas y mercado. ¿Es que esa es la única forma de la demanda social? ¿Por qué no puede pensarse en la transferencia de conocimientos a las organizaciones sociales, a los colectivos en lucha contra la explotación?
Y, ojo, esta no pretende ser una visión heroica de nuestras disciplinas, ya que ellas también pueden servir, y de hecho han servido, para construir los discursos de legitimación de las prácticas de dominación. Y por eso les ha quedado esa aura de importancia social, siempre y cuando se mantengan como una especie de decorado que fundamente la dominación de los dominantes. Nosotros pensamos que es necesario formar investigadores en humanidades y ciencias sociales para desarrollar las posibilidades críticas de estas disciplinas, que contribuyan a desnaturalizar lo que se presenta como obvio, sentidos instituidos que justamente por eso se presentan como fuera de toda discusión. Y bueno, en eso estamos.
Los proyectos de investigación en el área de Humanidades y Ciencias Sociales que financia la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Córdoba han crecido más del 100 por ciento en los últimos 10 años. Así, se pasó de 150 proyectos financiados en el año 2000 a 366 proyectos del área financiados en la actualidad, que representan el 38 por ciento del total de los proyectos subsidiados.
Por su parte, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) destina el 20 por ciento de sus recursos humanos (investigadores y becarios) y el 11 por ciento de sus Unidades Ejecutoras a las investigaciones en ciencias sociales y humanidades. En esa área se agrupan una amplia gama de disciplinas como derecho, filosofía, lingüística, psicología, ciencias de la educación, antropología, arqueología, historia, geografía, sociología, economía, entre otras.
En los últimos 10 años, la cantidad de proyectos de investigación en Humanidades y Ciencias Sociales financiados por Conicet se triplicó. Así se pasó de 1097 proyectos subsidiados en esta área en el año 2000, a 3829 proyectos financiados en la actualidad.
Por Eliana Piemonte | epiemonte@comunicacion.unc.edu.ar
Esta entrada no tiene categorías.Fecha de publicación: 13 septiembre, 2011