Cementerios, donde la memoria no descansa

Estas “ciudades de los muertos” son una representación simbólica de la sociedad donde están asentadas. Son espacios donde se ponen de manifiesto los modos en que la muerte es percibida en un momento histórico determinado. En ese sentido, forman parte de la memoria urbana, y recorrerlos permite acceder a la identidad de una comunidad. [29.10.2014]

Por María José Villalba
Redacción UNCiencia
Prosecretaría de Comunicación Institucional – UNC
maria.jose.villalba@unc.edu.ar

Existe un pensamiento común que concibe a los cementerios como lugares donde nada cambia, donde todo permanece igual, inmutable. Contrario a esta postura, un grupo de investigación de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Córdoba los estudia desde 2008 como entidades dinámicas, de alto contenido simbólico y en permanente resignificación.

Su abordaje profundiza en los cambios arquitectónicos y antropológicos que atraviesan en el transcurso del tiempo, así como en las distintas concepciones de la muerte. “A través de los cementerios se manifiestan el sistema de pensamiento, las creencias y estructuras de la sociedad a la que pertenecen. Son parte del patrimonio tangible e intangible de una comunidad, como representación de los valores e ideologías”, explica Lucía Fernández, la directora del equipo.

En este sentido, la especialista subraya que por su concepción y trazado urbano, los cementerios pueden ser considerados una reducción simbólica de la ciudad. Y define dos planos o dimensiones que coexisten: la ciudad de los vivos y la ciudad de los muertos. Como ambas registran los elementos esenciales de la historia urbana y su memoria, existen muchas semejanzas entre ellas. En efecto, los vaivenes históricos, económicos y culturales que se desarrollan en la primera se ven reflejados en la segunda. Por esa razón, a lo largo del tiempo, la arquitectura de las necrópolis pasó de lucir grandes tumbas y enormes mausoleos a la austeridad y homogeneidad de los cementerios parque.

De acuerdo con el estudio, los cambios que se observan en estos cementerios –las manifestaciones en el arte, su arquitectura y urbanismo– son producto directo de la variación de la imagen de la muerte, las formas de morir, de sepultar, de recordar, y de las transformaciones en la manera de hacer el duelo.

“En el pasado, la muerte era algo doméstico, que ocurría en la casa, como parte de la vida. Era aceptada, afrontada y se hablaba de ella. Ahora las personas fallecen en hospitales, en clínicas del dolor. Los velatorios se realizan en funerarias y los entierros en cementerios parque, donde la muerte queda olvidada en pequeños espacios homogéneos. Existen incluso encargados que tienen la misión –como los médicos y los sacerdotes– de ayudar a los deudos a superar los trámites del fallecimiento y volver rápidamente a la normalidad”, explica Fernández.

La muerte, clasista

El trabajo también postula que se muere y se es sepultado de diferente manera según el nivel social, sobre todo en una sociedad con fuertes valores jerárquicos instalados. “Como la vida, la muerte es clasista y esto trae aparejado importantes modificaciones en el tratamiento de los muertos”, afirma el estudio.

Cementerios, donde la memoria no descansa

El primer proyecto del equipo de investigación se denominó “Fragmentación y segregación socio-espacial, las nuevas periferias de elites. Cementerios privados en la ciudad de Córdoba y su área Metropolitana” (2008). Estuvo focalizado en los cementerios parque, como resultado del auge del modelo económico y político neoliberal, instaurado en las últimas décadas del siglo XX y que agudizó la fragmentación del territorio y la segregación social.

“En los ’90, las ciudades se transformaron vertiginosamente. A partir de la difusión de las urbanizaciones cerradas se instalaron otras tipologías como shoppings, hipermercados, colegios, universidades y hospitales privados”, recuerda Fernández. Según explica, a estas nuevas urbanizaciones se agregaron los cementerios privados, que comparten, entre otras analogías, el mismo mercado, el mismo marketing, la dispersión territorial y el uso del paisaje como bien de consumo.

Crecimiento del cementerio San Jerónimo

Su expansión se realizó en dos períodos: uno a fines del siglo XIX y otro a mediados del XX. En gris se detaca la planta original del cementerio. La zona roja es la primera en anexarse. Entre 1940 y 1960 se agregó el sector azul. Y por último se sumaron bloques de nichos (en verde) delante de la fachada original.

“Este cambio fue fundamental. En los cementerios parque está reflejada la mirada esquiva que tenemos de la muerte”, aprecia la investigadora y postula que la homogeneización en estos espacios no es casual: “Queremos que el momento de la muerte pase rápido y no se note, pasamos de las figuras arquitectónicas de las tumbas a pequeñas lápidas que brotan por el verde de las praderas”. apunta.

Patrimonio

Paralelamente al auge de los cementerios privados, los cementerios públicos entran en crisis. Aparecen desbordados y deteriorados, lo que pone en riesgo la memoria y la identidad de las comunidades donde se asientan.
Para los investigadores de la UNC, la memoria urbana –entendida como la suma de espacios, edificaciones y experiencias– es la herramienta que construye la identidad de una ciudad. Y una ciudad sin memoria, se va deconstruyendo y diluyendo en el tiempo.

Al respecto, Fernández relata que en los últimos años se multiplicaron los esfuerzos que apuntan a defender y revalorizar las necrópolis como refugios de la historia colectiva. “En la ciudad de La Plata hay un trabajo muy interesante en este sentido. En general, en toda América Latina se está empezando a visibilizar nuevamente al cementerio público”.

En este sentido, el grupo se encuentra trabajando en un nuevo proyecto destinado a generar interés por estos espacios, a nivel institucional e individual. La intención es posicionar a los cementerios públicos de Córdoba como un punto de enorme simbolismo, donde se pueda leer la historia de la ciudad.

“Desde que comenzamos con las investigaciones cada vez estamos más convencidos de que en los cementerios todavía hay mucho por leer, conocer y descifrar. Son mucho más que un lugar donde el pasado descansa en paz, son también un lugar que habla de nosotros como individuos y como sociedad”, concluye la investigadora.

El “San Jerónimo”
El cementerio San Jerónimo fue fundado en 1843 en un terreno de aproximadamente cuatro hectáreas (dos cuadras por dos cuadras), ubicado en una zona llamada “El Pueblito” (actualmente barrio Alto Alberdi), en el oeste de la ciudad de Córdoba.
“El San Jerónimo tiene una particularidad: la posición de las cuatro manzanas originales se encuentran rotadas a 45 grados con respecto a las líneas de la cuadrícula general”, detalla Lucía Fernández y amplía: “Todas las ciudades producto de las colonias españolas tuvieron una planificación muy importante. Todas siguieron la forma de cuadrícula. La localización del poder político, el poder religioso y la plaza mayor. Los cementerios también se han regido por leyes de este carácter”.
“El trazado del cementerio es una cruz con las avenidas principales y en el centro un lugar simbólico donde está la representación de Cristo. Después se trabaja con las diagonales del cuadrado. Se puede leer muy claramente, en la espacialidad del cementerio, la constitución social de los muertos y los distintos momentos arquitectónicos. Es así como en el centro se ubican los aristócratas cordobeses de la época, las personalidades destacadas, luego están los panteones y tumbas de la clase media y, finalmente, en la periferia, las clases sociales más bajas”, completa Fernández.

Estudio | “Los cementerios como territorios de memoria urbana e identidad. Cementerios públicos de la ciudad de Córdoba”
Directora | María Lucía Fernández
Equipo de investigación | Luis Eduardo Monferrán, Oscar Ricardo Asís, Carlos Alberto Assandri, Claudia Inés Turturro.

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