Las series de TV y los límites entre lo humano y lo animal

Hace varios años que las series norteamericanas de televisión se convirtieron en un objeto de consumo e incluso de culto masivo. Los vampiros de True blood, los asesinatos selectivos de Dexter, y un largo etcétera de personajes y temáticas, ya pueden ser considerados parte de la cultura popular. [16.07.2014]

Por Eloísa Oliva
Redacción UNCiencia
Prosecretaría de Comunicación Institucional – UNC
eloisa.oliva@unc.edu.ar

En la Universidad Nacional de Córdoba, el Grupo de Estudios de Retórica de la Facultad de Lenguas, logró conjugar su “pregunta por lo humano” con estos textos de alta circulación, para concluir que, en algunas de estas series, se encuentra representada la figura del depredador, que nos permite entender qué conservamos de animales los humanos.  Aquí, los autores utilizan la noción ampliada de “texto” planteada por Iuri Lotman, según la cual ese concepto no se vincula sólo a lo lingüístico, sino a todo fenómeno cultural e incluso puede extenderse a los organismos vivos.

“Las relaciones que tienen los animales entre sí–reproducción, simbiosis, depredación– siguen vigentes en la cultura y el hombre las continúa usando para pensarse constantemente. Erich Fromm planteaba que el camino evolutivo del hombre, el paso de recolector a cazador, lo coloca en el lugar del depredador”, dice Ariel Gómez Ponce, integrante del grupo de investigadores que lleva adelante el trabajo.

En este estudio, sus autores parten de una premisa: en los textos actuales, el hombre toma esas representaciones de sí mismo y se sigue construyendo como un depredador, no ya necesariamente de otras especies sino de la propia, en figuras como las del asesino serial, el vampiro, el guerrero o la femme fatale.

“Establecimos el funcionamiento de un programa predatorio. Entendimos que los primeros homínidos lograron manifestar una serie de estrategias que los vincula directamente con el comportamiento animal depredador: vestirse con pieles de las presas capturadas (camuflaje), imitar poses, movimientos y prácticas de los cazadores salvajes (mímesis), copiar sus sonidos y volverlos gritos de triunfo o guerra (onomatopeya), por ejemplo. Con el desarrollo y la complejidad cultural, la capacidad del hombre de comunicar un tipo de información más sofisticada, le permitió trasponer estrategias y mecanismos del mundo animal y volverse, en sus manifestaciones culturales, un depredador”, explica Gómez Ponce. “Tratamos de pensar al depredador como categoría cultural. Cómo esta operación solapa ciertos comportamientos que no ingresan dentro del canon de la “normalidad”: la agresividad de sujetos como el asesino, la femme fatale, el guerrero y el vampiro.”

El estudio se entronca con la preocupación inicial del grupo de investigación: que las figuras retóricas no son meros adornos del discurso, sino formas de explicar el mundo. Allí donde el mundo resulta inexplicable, ingresa la metáfora para ocupar el lugar de eso que no puede comprenderse. Y de aquí esta operación para construir depredadores, depositarios de comportamientos que se fugan del concepto de normalidad.

Las series de tv y los límites entre lo humano y lo animal

Otra novedad del trabajo es el punto de partida teórico para abordar su objeto: la biosemiótica. Se trata de un campo interdisciplinar, donde se cruzan las ciencias naturales con las humanas y sociales. Más específicamente, la investigación está enfocada desde la ecosemiótica, punto de cruce entre la semiótica clásica y las ciencias naturales, cuya pregunta fundacional es cómo representamos culturalmente a la naturaleza. A partir de aquí, los autores plantean “cómo esa representación o lectura puede, de alguna forma, determinar qué es lo que los textos nos están diciendo que se considera como humano.”

“La del depredador es una figura border, explica Gómez Ponce, situada en las fronteras de los mundos humano y animal, una figura que está intentando traducir algo de un espacio hacia otro”. Y completa: “Si existe algún vínculo entre ambos mundos, está en el ejercicio de la violencia.”

Lo interesante es el esfuerzo por pensar cómo estas series que se miran en infinidad de hogares a modo de esparcimiento, están tratando de contar -a través de estas metáforas del asesino, la femme fatale, el guerrero o el vampiro- los vestigios animales que persisten en el comportamiento como humanos.

La pantalla bajo la lupa
Ariel Gómez Ponce investiga cuatro series en su estudio: Dexter, Damages, True blood y Spartacus. En estos ciclos, que fueron verdaderos éxitos de la pantalla chica, indagó sobre el asesino serial, el vampiro, la femme fatale y el guerrero, respectivamente.  
La “pregunta por lo humano”
El Grupo de Estudios de Retórica está dirigido por Silvia Barei y lo integran, además de Gómez Ponce, Pablo Molina Ahumada, Ana Leunda, Luis Sánchez, Marijó Villa y María Inés Arrizabalaga. El Grupo parte de esta “pregunta por lo humano” para hacer foco, además de en la figura del depredador, en otras figuras liminares como las de los dioses, los héroes, monstruos y cyborgs, entre otros, y sus manifestaciones en otros textos contemporáneos.