El patio de la escuela es un laboratorio

Desde 2008, un grupo de biólogas de la Universidad Nacional de Córdoba desarrolla talleres de Enseñanza de la Ecología en el Patio de la Escuela (EEPE) en instituciones educativas de Malagueños, Río Ceballos, Icho Cruz y Piedrita Blanca.

“La EEPE surgió en la década de los ochenta en un grupo de ecólogos, educadores norteamericanos y estudiantes latinoamericanos de posgrado, entre ellos el Dr. Peter Feinsinger. A lo largo del tiempo y por medio del trabajo de Feinsinger, se empezó a extender y hoy en toda Latinoamérica existen escuelas que aplican esta metodología. Nosotras conocimos la EEPE a través de un curso de posgrado en biología de la conservación. Allí tuvimos una aproximación a lo que se llama el ciclo de indagación, que tiene tres partes: la formulación de una pregunta, la experiencia y la reflexión”, explica Ana Ferreras que está terminando su Doctorado en Ciencias Biológicas.

“Primero cada participante elabora una pregunta, se hace una puesta en común y surgen tanto temas ambientales como sociales. Después trabajamos con preguntas guiadas. Se recorre todo el camino de lo que es formular una pregunta. Se intenta despertar la curiosidad en los niños y que mediante la observación, ellos puedan plantearse preguntas acerca de su entorno. Entre los docentes surgen también muchos temas, uno recurrente es la basura hay mucha conciencia respecto a ese problema”, agrega Julia Astegiano quien recién finaliza su Doctorado en Ciencias Biológicas.

Las preguntas que surgen dependen de las problemáticas más sensibles al lugar donde se realiza el taller. Algunas de las preguntas elaboradas en los talleres y relevadas por las biólogas son: ¿Cuántos y cuáles nidos encontramos en paraísos en relación a olmos y pinos?, ¿Todas las plantas del patio de la escuela necesitan las mismas condiciones para crecer?, ¿Cuáles son los árboles del patio que están enfermos?, ¿Cómo notás o diferenciás el árbol sano del enfermo?, entre otras.

Biodiversidad en un cuadrado de 50 x 50

La primera actividad que plantea esta metodología es la observación de un espacio reducido. “Nosotras vamos a conocer el patio para trabajar con los maestros y luego ellos trabajan con los chicos. La primera actividad que hacemos y que desestructura bastante es ponerlos a generar preguntas en un pedacito, un cuadradito de 50 x50. En Buenos Aires en los coles donde no hay patio de tierra, incluso hacen observaciones en las macetas, y en principio los maestros dicen `qué voy a encontrar acá´, pero siempre encuentran cosas”, explica la bióloga Celeste Díaz Vélez y agrega: “Los chicos son muy curiosos y además se las ingenian para tomar datos; si son chiquitos y no saben escribir, dibujan”.

Equipo de trabajo en Piedras BlancasLas biólogas cuentan que aunque no se habla directamente del tema de la conservación y la ecología, siempre surgen inquietudes sobre el ambiente y ellas trabajan con lo que llaman “el lema de las cuatro C”: para Conservar primero hay que Conocer, hay que Cuestionar y hay que Comprender.

Otra de las biólogas que participa en el dictado de estos talleres, Paula Venier explica: “Se pretende brindar una herramienta para que docentes y alumnos piensen críticamente acerca del uso y conservación del medio ambiente y la biodiversidad”.

Científicos trabajando

Durante el año 2010, las biólogas se sumaron a Cristian Schneider y a Melisa Geisa quienes llevaban adelante el proyecto “Valorando las riquezas nativas a través de un uso no maderero del monte, con los jóvenes del Chaco Árido cordobés” con el apoyo de la Secretaría de Extensión Universitaria de la Universidad Nacional de Córdoba.

En ese marco, las biólogas brindaron un taller para becarios y docentes que luego trabajaron en la escuela Jorge Luis Borges de la localidad de Piedrita Blanca.

“Como el taller fue extenso, pudimos ver cómo la profesora Melisa Geisa puso en práctica el trabajo con los chicos. Muchas veces se cree que los científicos son personas extrañas, que hacen cosas que con frecuencia nos parecen difíciles de entender. La idea de esta metodología es que, al igual que los científicos, los profesores y los chicos aprendan ciencia haciendo y reflexionando”, comenta la bióloga Gabriela Ferreiro.

“Luego de trabajar en Piedrita Blanca, lo apliqué en 6to año de Ciencias Naturales en una escuela de Cruz del Eje y los chicos estudiaron problemáticas de Ambiente y Salud durante todo el año. Muchos de los trabajos fueron excelentes, muy interesantes y algunos pudimos publicarlos en diarios y radios regionales como devolución a la sociedad”, relata Geisa y concluye: “El Ciclo de Indagación es una buena herramienta para investigar y hacer ciencia escolar porque permite que los jóvenes se planteen una pregunta de su propio interés y ese es el ingrediente principal de toda investigación. La receta del método científico tradicional marca siempre una distancia entre quien hace y quien aprende ciencia. Este método permite aprender desde el hacer y comprender la lógica de la ciencia, su dinámica interna, su filosofía y su componente humano de subjetividad, demostrando que es corregible, perfectible y para nada absoluta y acabada como normalmente se transmite en la enseñanza”.

Por Eliana Piemonte | epiemonte@comunicacion.unc.edu.ar

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Fecha de publicación: 2 mayo, 2011