El sistema científico-tecnológico requiere una convergencia interinstitucional para definir estrategias nacionales

Un balance anual sobre el sistema científico-tecnológico implica necesariamente mencionar las distintas dimensiones de su entramado, al menos, a nivel nacional. En Argentina existen distintos organismos. Algunos están dedicados a la promoción y financiación de las actividades científico-tecnológicas, como el Conicet o la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT). Mientras que otros desarrollan actividades con impacto directo sobre un sector específico: el agropecuario (Inta), la tecnología industrial (Inti), la energía atómica (CNEA) y las actividades espaciales (Conae).

Por Carla Giacomelli
Doctora en Ciencias Químicas
Profesora Titular del Departamento de Fisicoquímica de la Facultad de Ciencias Químicas (UNC). Investigadora Principal de la Carrera del Investigador del Conicet
Secretaria de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Córdoba

También están las universidades y, en particular, las universidades nacionales, que albergan la mayor parte del personal dedicado a la ciencia, tecnología e innovación que se realiza en el país. En muchas ocasiones, estas casas de altos estudio son transversales a los organismos mencionados anteriormente.

El propósito intrínseco de las universidades involucra las funciones de docencia, investigación y extensión. De este modo, el ámbito universitario está poblado de docentes-investigadores y de Unidades Ejecutoras (UEs) de dependencia compartida, cuyo ejemplo más frecuente es la conjunción entre las Universidades Nacionales y el Conicet.

En la Universidad Nacional de Córdoba funcionan más de veinte UEs de dependencia compartida con el Conicet, la gran parte de ellas, situadas en Ciudad Universitaria y en edificios gestionados por alguna de las quince facultades que integran esta casa de estudios. En este sentido, aproximadamente mil profesores de la UNC también son investigadores del Conicet, y este número crece aun más cuando se trata de becarios realizando sus trabajos de posgrado.

Dado que la lógica de gestión, la agenda de trabajo y la definición de prioridades de cada una de estas instituciones no necesariamente convergen o son complementarias, en varias ocasiones el sistema científico-tecnológico nacional se encuentra en tensión en cuanto a la pertenencia y al financiamiento.

Aumento presupuestario para ciencia, tecnología e innovación

La reducción de jerarquía del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación ocurrido en 2018 representó un impacto negativo para el sistema científico-tecnológico nacional, en términos políticos e institucionales.

Sin embargo, el alcance de este impacto fue sustancialmente menor en el ámbito de la UNC, especialmente cuando se analiza el balance presupuestario de la Secretaría de Ciencia y Tecnología (SeCyT-UNC) en los últimos años.

En el período 2016-2019, el presupuesto de la SeCyT-UNC pasó de 40 millones de pesos aproximadamente, a unos 160 millones de pesos. Este incremento no solo obedece a la decisión de la actual gestión rectoral–apoyada por el Honorable Consejo Superior con la aprobación de los respectivos presupuestos anuales–, sino también por el aumento de fondos para la función Ciencia y Técnica de las universidades nacionales, provenientes del presupuesto nacional.

Por un lado, el aumento presupuestario de la UNC para la SeCyT-UNC permitió incrementar el número de becas de posgrado y mantener los estipendios de los becarios acorde con las pautas paritarias docentes, actualizar anualmente los montos otorgados a los subsidios de investigación, desarrollo tecnológico y artístico, y generar nuevos programas para atender demandas desatendidas dentro de la UNC, como la adquisición y actualización de equipamiento o la promoción de trabajos multidisciplinares.

Por otra parte, el aumento de los fondos para la función Ciencia y Técnica de las Universidades Nacionales, canalizados a través de la SPU, posibilitó generar un nuevo programa dentro de la SeCyT-UNC para promover el trabajo sinérgico entre los docentes-investigadores de las distintas unidades académicas.

Un ejemplo concreto de un proyecto subsidiado dentro de este programa es el trabajo conjunto realizado entre docentes-investigadores de las facultades de Arte, Filosofía y Humanidades y Ciencias Químicas dirigido a resguardar partituras históricas de Córdoba a través del uso de nuevas tecnologías.

En la misma línea se inscribe la adquisición de una nueva supercomputadora para el Centro de Cómputos de Alto Desempeño de la UNC, posible gracias a otro de los nuevos programas implementados por la SeCyT-UNC, en este caso para la adquisición de grandes equipos.

Durante 2019, la UNC –a través de su Secretaría de Ciencia y Tecnología–, también resolvió apoyar a las UEs de dependencia compartida (UNC-Conicet) con un fondo especial, destinado a atender sus gastos de funcionamiento. La medida buscó resolver la demora del Conicet en la realización de los desembolsos previstos para ellas.

Como se mencionó anteriormente, la mayoría de estas UEs funcionan en dependencias de las facultades de la UNC, por lo cual el mantenimiento de los servicios esenciales (electricidad, seguridad, conectividad, etcétera) ha sido históricamente parte del presupuesto universitario. Del mismo modo, la única Unidad Ejecutora cuyas instalaciones se encuentran fuera de las dependencias de la UNC, también recibe fondos anualmente a través de SeCyT-UNC para complementar las partidas recibidas por Conicet.

Presupuesto insuficiente para una demanda creciente

Un balance no es tal, si se omiten los problemas surgidos y las cuestiones pendientes de la función I+D+i dentro de la UNC.

Claramente, la envergadura de esta casa de estudios, con sus múltiples dimensiones y heterogeneidades, requiere de un presupuesto acorde para investigación, desarrollo e innovación que –aun con los aumentos en el presupuesto universitario de los últimos años– no se ha logrado alcanzar.

Solo por mencionar algunos casos, la SeCyT-UNC financia unas 160 becas de posgrado para atender una demanda anual de aproximadamente 200 posiciones. Y los fondos de los nuevos programas alcanzaron para cubrir entre un 20 por ciento y un 30 por ciento de las solicitudes presentadas.

Aun cuando esta tasa de financiación se encuentra dentro de parámetros similares a los que reciben otros organismos de ciencia y tecnología nacionales, está lejos de responder a las demandas de la UNC.

Los recursos de financiamiento son siempre finitos y su distribución exige decidir dónde serán invertidos y qué demandas no serán atendidas. Por ejemplo, es necesario definir cómo deben distribuirse anualmente las becas de posgrado: si igual número para cada unidad académica o de acuerdo con una estrategia de promoción para determinadas áreas disciplinares.

Esta cuestión remite a pensar en un conjunto complejo de factores que deben ser analizados a la hora de distribuir fondos. En la UNC conviven facultades con una inmensa matrícula y otras proporcionalmente más pequeñas, sin que esas magnitudes definan su perfil de formación, ni el potencial de su aporte a la generación de conocimiento y a la atención de las demandas sociales, ambientales o productivas del contexto de inserción profesional.

Si bien existe un consenso generalizado en la comunidad universitaria de que estas definiciones estén centralizadas en la SeCyT-UNC –como una responsabilidad del equipo de gestión articulada con los Consejos Asesores, y sustentadas sobre evaluaciones académicas–, la implementación de los procesos de evaluación genera una fuerte tensión.

Por un lado, están quienes sostienen que esa evaluación debe ser realizada por comisiones altamente especializadas, integradas por expertos de una determinada disciplina. Por otra parte, se ubican quienes afirman que es imprescindible una mirada inter y multidisciplinaria para evaluar las temáticas complejas propias del siglo XXI. Aparecen aquí, no solo las diferentes culturas disciplinares en cuanto a una evaluación cuantitativa y/o cualitativa, sino también la heterogeneidad mencionada anteriormente, relacionada con los perfiles predominantes en la formación que imparte cada facultad.

Finalmente, un aspecto pendiente y clave para la comunidad universitaria es la colaboración inter e intrainstitucional, que debería ser un rasgo distintivo de la cultura de la función I+D+i de la UNC. Este aspecto, implica asegurar un rol activo y protagónico de la comunidad como miembro del sistema científico-tecnológico nacional y del concierto internacional, para potenciar sus oportunidades de acceder a nuevas alianzas, buscar complementariedades y acceder a otras fuentes de financiamiento.

Los desafíos del sistema científico-tecnológico nacional

Esencialmente, el rol de los científicos es generar nuevo conocimiento que pueda ser transmitido, transferido o aplicado a resolver problemáticas nacionales en el corto, mediano o largo plazo. De ninguna manera, este proceso se reduce a impactar en el sector socio-productivo actual del país, sino que tiene un alcance mayor en cuanto involucra la formación de nuevos profesionales acordes con las necesidades laborales del siglo XXI, la creación de una base académica sólida que sustente la producción de nuevo conocimiento, el uso sustentable de mejores tecnologías y las condiciones propicias para impulsar la innovación.

Sin lugar a dudas, todos estos aspectos impactan directamente en la sociedad, no solo como vector de transformación para su bienestar, sino también como protagonista fundamental para la toma de decisiones en los distintos niveles de la organización del estado. Este rol define unidireccionalmente para qué y para quiénes es necesario que un país como Argentina desarrolle actividades científico-tecnológicas.

Esta respuesta no es específica para nuestro país, en tanto y en cuanto la generación de conocimiento conlleva un trabajo colectivo que desconoce fronteras. Sin embargo, un país como Argentina debe generar su propia agenda y definir sus prioridades, atendiendo al complejo entramado del sistema científico-tecnológico, a sus múltiples actores y a la diversidad regional de un país federal. En consecuencia, los desafíos del sistema científico-tecnológico nacional se relacionan con la capacidad de integrar y coordinar en acciones sinérgicas los distintos espacios que lo componen, para aprovechar racionalmente sus capacidades humanas y hacer un uso inteligente y estratégico de las inversiones estatales.

En esta línea, la situación actual no se mejora solo con un aumento de presupuesto –a través de los distintos organismos vinculados con la ciencia y la tecnología y de las universidades–, sino también con la definición de estrategias en el marco de una convergencia interinstitucional, que permitan un desarrollo sustentable en el tiempo y sea previsible, en cuanto a su periodicidad y regularidad para todos los actores del sistema científico-tecnológico nacional.

Sin duda, los desafíos nacionales no se diferencian del caso de la UNC, en cuanto a la necesidad de establecer pautas claras y acordes con una estrategia nacional, para la implementación de acciones, la definición de criterios de evaluación y la distribución de fondos.

Del mismo modo que nuestra universidad, Argentina es un país diverso y heterogéneo en distintos aspectos, incluidas las actividades relacionadas con la ciencia, la tecnología y la innovación. En este contexto, la convergencia interinstitucional, se refiere a la inclusión de distintos actores, áreas disciplinares y regiones geográficas de nuestro país para definir estrategias nacionales a corto, mediano y largo plazo.