La evolución de las máquinas

2001: Odisea del Espacio, la película de Stanley Kubrick, plantea una visión sobre el origen y la evolución de la humanidad. En una secuencia inicial, un grupo de homínidos descubre la utilidad de los huesos de un animal muerto como arma, como herramienta de dominación. Un hueso se convierte de pronto en un instrumento para triturar, para machacar, para pulverizar y también para matar. Es un salto evolutivo gigantesco y dramático. [12.12.2018]

Por Ricardo J. Gómez
Especialista en Comunicación Pública de la Ciencia y Periodismo Científico [FCC-FaMAF]

Luego, esta criatura –cercana al ser humano– lanza el hueso al aire y una fantástica transición visual lo transforma en una nave espacial. Nacía así la más grande elipsis narrativa de la historia del cine, un salto evolutivo de cuatro millones de años que nos traslada a la época actual. A una nave espacial en viaje de la Tierra a la Luna.

Se resume allí no solo la historia de nuestra evolución como especie. Más aun, se relata la historia que llevó desde los instrumentos más elementales hasta las máquinas más complejas que coexisten con nosotros en nuestro espacio vital.

Suponemos y aceptamos que las especies vegetales y animales son resultado de la evolución a lo largo de millones de años. Eso ya está fuera de toda discusión seria. En cambio, solemos asumir que las máquinas modernas fueron inventadas o desarrolladas súbitamente, sin procesos evolutivos.

Pero hay quienes se preguntan si existe un paralelismo entre el cambio tecnológico y la evolución de los seres vivos. El filósofo Darío Sandrone, de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC, es uno de ellos. Reflexiona sobre los contrastes y analogías entre seres vivos y criaturas diseñadas tecnológicamente; traza paralelismos y divergencias entre evolución biológica y progreso tecnológico.

Afirma que si bien Darwin sugirió en El origen de las especies que todos los seres vivos han evolucionado a partir de un ancestro común, mediante un proceso denominado selección natural, al mismo tiempo deslizó que “sería tan difícil creer que un organismo biológico haya sido creado instantáneamente, como que una máquina compleja hubiera sido inventada por el hombre en un estado ya perfecto”.

Y es que, a diferencia de lo que se cree habitualmente, la máquina más moderna también evoluciona gradualmente, tuerca a tuerca, tornillo a tornillo.La analogía sugiere una teoría evolutiva de lo artificial que Darwin no desarrolló, pero que otros autores se encargaron de ampliar. UNCiencia dialogó con Darío Sandrone sobre este tema.
¿Qué tiene que ver la evolución de los seres vivos con la de los objetos tecnológicos?

Distinguiría dos nociones, que son clave para entender el mundo tecnológico. Por un lado, la idea de instrumento; y por el otro, la idea de herramienta o artefacto.

Instrumentalizar es ver algo que puede servir para un uso práctico y aprovecharlo. Pueden ser objetos naturales o artificiales. Por ejemplo, una piedra se puede utilizar para martillar. Pero también se puede tomar un destornillador –que fue diseñado para aflojar tornillos– y usarlo para abrir una lata de pintura. Instrumento es cualquier cosa que uno tome, le vea un fin práctico y lo utilice.

Una herramienta, en cambio, implica una modificación del objeto. Un martillo, por ejemplo, es una herramienta porque fue diseñado conceptual y deliberadamente para un uso específico.

La instrumentalización no es solo humana, algunos animales también usan instrumentos. Por ejemplo, un mono puede usar una rama de un árbol para sacar hormigas de un hormiguero. Los castores usan troncos para formar diques y ocultar el ingreso a sus madrigueras bajo el agua.

Podríamos advertir que en la instrumentalización no hay paradigmas evolutivos, sino que los objetos se utilizan en su entorno más inmediato.

En cambio, cuando uno comienza a pensar en artefactos en sí mismos, vemos que se van modificando generación tras generación. Esa modificación no siempre responde a los fines instrumentales del diseño original.

Por ejemplo, la primera máquina de vapor fue diseñada por Thomas Savery, exclusivamente para extraer agua de las minas que se inundaban. Luego fue modificada y perfeccionada por James Watt, de tal manera que se pudiesen realizar operaciones con otras máquinas. Agregándole pedales, martillos neumáticos, etcétera.

Otro ejemplo muy claro es la computadora. Las primeras realizaban operaciones básicas, como sumas, restas, multiplicaciones y divisiones. Actualmente, sus usos son innumerables, al punto que están produciendo o siendo parte de una nueva revolución tecnológica.

Entonces, ¿las máquinas evolucionan?

No se puede crear una máquina de la nada. Las máquinas evolucionan y esa evolución tiene un vínculo con el uso, las necesidades y formas de ver la realidad en determinadas épocas.

No existe el genio inventor…

La idea o imagen del joven Newton descubriendo la Ley de Gravedad, disparado por la caída de una manzana mientras estaba sentado en actitud contemplativa, es contraria a la idea de evolución. Y esa idea está aquí para quedarse. Es una idea muy poderosa.

En la idea de evolución, se parte de un tronco común y luego se van desarrollando diferentes linajes, especies o variedades de las cosas, como el árbol de la vida propuesto por Darwin.

El investigador George Basalla combate la imagen tópica del gran inventor, del individuo heroico que revoluciona el mundo con sus hallazgos innovadores. En cambo, nos propone una nueva manera de entender la historia de la técnica: una visión evolutiva, semejante en cierto modo a la de la evolución de los seres vivos. Sostiene que en cada momento hay una variedad de opciones diversas para resolver los problemas técnicos que se nos presentan, y que la sociedad escoge unas soluciones y margina otras, de acuerdo con una serie de criterios. Esos criterios no son solo económicos, sino también culturales, en un proceso que se desarrolla gradualmente, partiendo de la vieja tecnología existente. Siempre se parte de lo que ya había, nunca desde cero.

¿Cómo sería ese paralelismo entre evolución biológica y cambio tecnológico?

En mi investigación descubrí que hay filósofos y antropólogos que utilizan la idea o modelo de evolución biológica para explicar los cambios tecnológicos.

Hay muchos matices y corrientes. El modelo lamarckiano, por ejemplo, propone que se puede adquirir un uso tecnológico en un momento determinado y que esa adquisición se hereda en la generación siguiente de artefactos.

Otra línea más darwiniana, en cambio, plantea que la variación es ciega. Es decir, así como en la biología, donde algo aparece azarosamente en un organismo, en un individuo y luego es seleccionado -o no- porque le permite reproducirse mejor. Le brinda una ventaja evolutiva.

¿Cuál es el modelo que explica mejor la evolución tecnológica?

No hay un consenso entre los investigadores sobre un único modelo evolutivo que explique todos los fenómenos del cambio tecnológico. Siempre depende de qué tipo de aspecto del cambio tecnológico se quiera abordar.

Creo que existen algunos fenómenos que encajan muy bien en la teoría darwiniana. Otros requieren nuevos modelos, como el de la concretización, pensado por el filósofo francés Gilbert Simondon. Sí creo que la teoría de Lamarck responde mejor al sentido común sobre lo que hoy vemos es la tecnología. Los teléfonos, por ejemplo, se comienzan a utilizar más y entonces se selecciona la portabilidad del teléfono para que podamos llevarlo a todos lados.

Cada generación de artefactos adquiere rasgos por los contextos sociales donde se desarrollan y esos rasgos se heredan en las próximas generaciones de esos artefactos.
¿Por qué algunas tecnologías se seleccionan y otras no?

A principios del siglo XX el economista Joseph Schumpeter propuso la distinción entre invención e innovación.

Invención es la aparición en el mundo de un objeto tecnológico, un artefacto que es estrictamente técnico.

Innovación, en cambio, es la masificación social de esa invención. Las innovaciones transforman el mundo, transforman la vida de las personas. Pero hay muchos inventos que nunca han llegado a ser innovaciones.

La película sobre la vida de Steve Jobs propone una comparación apropiada: el compañero y socio de Steve Jobs es el inventor de la computadora, pero Steve es el innovador; él es el que tiene la clave, la gracia para que ese invento sea aceptado por la sociedad.

La clave para que algunas tecnologías sean seleccionadas y otras no, es la innovación, ese proceso social, político y económico que involucra muchas disputas de poder.

Un ejemplo. En la feria industrial y de automóviles de Nueva York de 1905, había 33% de autos a vapor, 33% por ciento de autos eléctricos y el 34% impulsados por combustible fósil, es decir, con motor de explosión.

Diez años después de la feria, el 100% autos usaba combustible fósil. Es decir, había tres inventos, pero solo uno se convirtió en innovación y modificó el transporte en el siglo 20. ¿Qué paso allí? ¿Por qué no fue el auto a vapor? ¿Por qué no fue el auto eléctrico?

Actualmente se está presentando el auto eléctrico como una novedad, como tecnología de punta, pero en realidad es una invención añeja.

Hay una cuestión coyuntural que modifica la eficacia de la invención. La invención siempre es la misma, el auto eléctrico de antes es esencialmente igual al auto eléctrico de ahora.

Por eso hay dos procesos importantes: un asunto estrictamente tecnológico que tiene que ver con la invención y el otro que tiene que ver con las ciencias sociales, que es el de la innovación.

La cuestión ambiental no estaba en agenda en ese momento y el auto eléctrico no era tan eficaz como el automóvil con motor naftero. Ahora la cuestión ambiental se ha convertido en una variable socialmente excluyente, por lo cual las tecnologías limpias tienen más posibilidades de ser seleccionadas.
¿Es posible predecir los caminos evolutivos de la tecnología?

No es la tecnología la que ofrece esa capacidad predictiva. A partir del conocimiento que tenemos de los materiales, de cómo trabajan los investigadores científicos, del presupuesto asignado a investigación tecnológica es que podemos predecir a nivel de la invención.

Pero es mucho más difícil de predecir a nivel de la innovación, es decir cómo a lo largo del tiempo la sociedad incorporará la tecnología. En algunos casos la ciencia ficción ha tenido algunos aciertos, pero eso depende de la capacidad de anticiparse sociológicamente a vislumbrar cómo será la sociedad en el futuro.

Darío Sandrone es Profesor y Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba. Es docente en la Universidad Provincial de Córdoba y de UNC. Ha publicado libros, capítulos de libro, artículos en revistas especializadas y participado en múltiples congresos y reuniones científicas. Es miembro de Dédalus –grupo de investigación sobre la técnica–, e integra diversos proyectos de investigación interdisciplinarios en relación con el estudio del pensamiento sobre la técnica y la filosofía de la tecnología. Es columnista de temáticas sobre tecnología y cultura. Actualmente investiga diversos aspectos del diseño tecnológico.