El primer intento para verificar la teoría de Einstein fue argentino
La propuesta
Para comenzar a ser aceptada, la revolucionaria y controversial teoría de la relatividad necesitaba ser comprobada Experimentalmente. Einstein sugirió una observación astronómica destinada a verificar la discrepancia entre sus predicciones y la de la teoría newtoniana, sobre la desviación de la luz por efecto de la gravedad. La idea era engañosamente sencilla, consistía en determinar el cambio en la posición de las estrellas cercanas al limbo solar, objeto suficientemente masivo como para hacer medible este leve efecto. Esto solo resultaba posible durante un eclipse total, momento en que el torrente de luz proveniente del Sol no impediría la observación. Debía tomarse una fotografía del Sol totalmente eclipsado, en la cual pudiera apreciarse un buen número de estrellas, para posteriormente compararla con otra de la misma zona del cielo lograda durante la noche. La medida exacta de las posiciones estelares en ambas placas, permitiría comparar las posiciones con precisión y obtener el desplazamiento acusado por la presencia de la masa solar en la trayectoria de la luz.
En 1911, Einstein interesó al joven astrónomo Erwin Freundlich, del Observatorio de Berlín, para que lo ayudara a concretar esta comprobación. Con este propósito, Freundlich se contactó con el Dr. Charles Dillón Perrine, quien poseía una amplia experiencia en la observación de eclipses totales de Sol. Lo interesante de este acontecimiento, es que el Dr. Perrine era, desde 1909, director del Observatorio Nacional Argentino con sede en la ciudad de Córdoba.
En una primera instancia se intentó utilizar las fotografías obtenidas con anterioridad, que habían sido destinadas a la detección de un hipotético planeta intramercurial, trabajo relacionado con las anomalías encontradas en la órbita de Mercurio, luego explicadas con la teoría de la relatividad. Dado que las fotografías no resultaron adecuadas, el astrónomo alemán solicitó al director del observatorio argentino su cooperación para hacer las observaciones necesarias durante el eclipse que ocurriría el 10 de octubre de 1912, visible desde Brasil, propuesta que fue inmediatamente acepta.
El primer intento
En decidida acción se preparó una expedición para la observación del eclipse. Se analizaron los posibles lugares para instalar los instrumentos, determinándose que la localidad de Cristina, ubicada unos 200 kilómetros al noreste de San Pablo, resultaba el sitio más adecuado.
Se diseñaron las cámaras necesarias, las cuales fueron construidas por el mecánico del observatorio, James O. Mulvey, bajo la supervisión del director. Las monturas se elaboraron en madera, para evitar las consecuencias del brusco descenso de temperatura que ocurriría durante el evento. Para la importante observación se utilizarían dos objetivos fotográficos enviados por el astrónomo W. Campbell del Observatorio Lick, quien se interesó especialmente por el emprendimiento. Adicionalmente se previeron otros instrumentos destinados estudios de la corona solar.
La expedición del observatorio argentino fue anunciada profusamente en la prensa local y de Buenos Aires, con datos del eclipse, señalando la importancia de la misma y destacando particularmente el pedido del Observatorio de Berlín.
La comisión, integrada por Perrine, el Tercer Astrónomo Enrique Chaudet, el mecánico Mulvey y el fotógrafo Roberto Winter, partió de Córdoba el 13 de septiembre de 1912. El 19 ya se encontraba en Río de Janeiro, donde fueron recibidos por miembros del Observatorio de esa ciudad, quienes se encargaron del equipaje haciéndolo pasar sin demora por la aduana. Los aparatos y demás bagaje se despacharon por ferrocarril con pases libres y con la máxima prioridad. Finalmente los observadores se trasladaron a Cristina, instalándose en los fondos de una iglesia, en las afueras del pequeño poblado.
Otras varias instituciones organizaron expediciones para estudiar el fenómeno, pero ninguna tenía como objetivo la verificación de la teoría de Einstein.
La mañana del jueves 10 de octubre estaba todo listo, los instrumentos habían sido montados sin demoras y cada miembro del equipo estaba dispuesto. Pero el tiempo jugó en contra. Un par de días antes se presenta nublado y lluvioso, condición que se mantendría durante las cuatro jornadas siguientes, frustrando completamente la iniciativa.
Un lacónico telegrama fue enviado desde Cristina: “Perrine, cable desde Brasil, lluvia”.
Dos nuevas expediciones
A pesar del frustrado primer histórico intento, Perrine no se desalentó. Organizó una nueva expedición para el siguiente eclipse total que tendría lugar el 21 de agosto de 1914. Da cuenta de la importancia que se le dio a este trabajo, el hecho que en esta ocasión los observadores debía trasladarse al hemisferio norte hasta la lejana Ucrania.
La comitiva del Observatorio Nacional, formada por Perrine y Mulvey, luego de un largo y dificultoso viaje, marcado por el inicio de la Gran Guerra, se instaló en la ciudad de Teodesia a orillas del Mar Negro.
A diferencia de lo ocurrido en Brasil, varios observatorios organizaron sus observaciones con similar objetivo que el argentino, la verificación de la nueva teoría. Sin embargo, el inicio de la guerra malogró la mayoría, los astrónomos alemanes fueron hechos prisioneros, ingleses y franceses debieron regresar a sus respectivos países. Otra vez se presentaba una oportunidad única para el observatorio cordobés.
El viernes 21 de agosto, el cielo amaneció totalmente despejado, pero hacia el medio día comenzaron a aparecer nubes, las que cubrieron parcialmente el Sol durante toda la duración del fenómeno.
Los nuevamente frustrados observadores debieron emprender un complicado viaje de regreso en medio de las movilizaciones de las tropas rusas.
A pesar de tanto contratiempo Perrine no cedería en sus intentos y una nueva expedición fue organizada para el eclipse del 3 de febrero de 1916, que sería visible desde el norte de Sudamérica.
En noviembre de 1915 se recibió la autorización del Ministerio. Dada la escasez de fondos, el único observador comisionado fue Enrique Chaudet, quien partió el 2 de diciembre con la intención de instalarse en Venezuela, en la ciudad de Tucacas, ubicada en el litoral occidental del Golfo Triste en el mar Caribe. El solitario viajero llegó a Caracas el 14 de enero del año siguiente y días más tarde arribó a su destino final.
A pesar de las diversas dificultades que debió superar, en una semana Chaudet logra montar los instrumentos en el patio de la vivienda que servía de oficina y alojamiento de los empleados de la gobernación.
Las serias limitaciones económicas consecuencia de la crisis provocada por la guerra, hicieron que pocos observatorios intentaran cubrir el evento.
Durante la mañana del jueves 3 de febrero llovió copiosamente, pero a la hora del eclipse el cielo se presentó cubierto por ligeras nubes. A través del tenue velo, durante los dos minutos y medio que duró la totalidad, se consiguieron varias fotografías. Sin embargo los resultados no fueron los esperados. ¡La tercera vez no fue la vencida!
La oportunidad perdida
El 29 de mayo de 1919 se produciría un eclipse de larga duración, nuevamente visible desde Brasil. En 1912, el Dr. Perrine había solicitado al astrónomo brasileño Enrique Morize un estudio para la determinación del mejor sitio para observar el fenómeno. El resultado de esta investigación incluía a la localidad de Sobral, desde donde se planificó una nueva observación.
Sin embargo, la expedición no fue autorizada por el Gobierno Nacional. La guerra y los grandes gastos que demandaron al Observatorio los tres intentos anteriores, sin obtención de resultados notables, obraron en contra.
Aquel 29 de mayo el cielo de Sobral estuvo despejado y la comisión inglesa pudo obtener las primeras fotografías con las que Einstein inició su camino a la gloria. Simplemente, las nubes impidieron que la gloria de este histórico acontecimiento fuera argentino.
Santiago Paolantonio es Ingeniero, Máster en Administración Educacional y Postítulo en Educación y Comunicación de la Astronomía. Profesor de Física y Óptica; organizador y docente en varios cursos y talleres sobre la enseñanza de las Ciencias Naturales y la Historia de las Ciencias.
Ha desarrollado tareas de investigación en el área de Astrofísica (Astronomía Extragalática y Espectroscopia) en el Observatorio Astronómico de la UNC. Actualmente está llevando adelante junto a E. Minniti una investigación histórica sobre los astrónomos y trabajos realizados en el Observatorio Nacional Argentino, por el cual ha sido objeto del premio internacional Herbert C. Pollock en el año 2005.
Es autor de numerosos artículos científicos, de divulgación y de educación publicados a nivel nacional e internacional, con referato, así como los libros: “Córdoba Estelar, Historia del Observatorio Nacional Argentino”, “Uranometría Argentina 2001”, “Infinito, Maravillas del Cielo Austral” y el “Manual de Uso del Espectrógrafo Multifunción”. Co-editor de las Actas del Workshop de Difusión en Enseñanza de la Astronomía. Formó parte del Comité Científico del Planetario Malargüe y del Workshop de Difusión en Enseñanza de la Astronomía. Ha sido co-organizador de diversos congresos y reuniones relacionadas con educación y astronomía.
Desarrolla una profusa labor educativa y de divulgación en su blog Historia de la Astronomía.
Fecha de publicación: 1 noviembre, 2011