Por qué las personas justifican la desigualdad social
Un estudio realizado por un equipo de investigación de la UNC y el Conicet analiza qué variables psicosociales influyen más en la población a la hora de justificar la fuerte brecha existente en el acceso a los bienes materiales, culturales y simbólicos. El trabajo se llevó a cabo con estudiantes universitarios de Córdoba, y mostró que estos presentan niveles medios de justificación de las inequidades sociales. También que legitiman más la desigualdad en el plano económico, y menos en otras dimensiones, como el acceso a la salud, educación y justicia. [03.04.2019]
Prosecretaría de Comunicación Institucional – UNC
candela.ahumada@unc.edu.ar
El mundo es un lugar marcadamente desigual. El 1% más rico de la población mundial sigue acumulando más riqueza que el 99% de la humanidad, según un informe de Oxfam International, una confederación de organizaciones no gubernamentales con sedes en 19 países.
De todas, América latina es la región más inequitativa e injusta del planeta. ¿Qué ocurre en la mente de las personas que, incluso estando en un lugar desigual y de subordinación, lo reproducen y justifican?
Un estudio desarrollado por un equipo de psicólogas y psicólogos del Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIPSI) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y del Conicet, indaga sobre las variables psicológicas y políticas que ayudan a explicar y comprender por qué las personas justifican las extremas inequidades que existen en la sociedad, en distintas dimensiones (económica, educativa, salud y justicia).
Para la investigación se aplicó un cuestionario a 305 estudiantes universitarios, mujeres y varones, de entre 18 y 60 años, pertenecientes a distintos sectores socioeconómicos (medio en su mayoría, pero también alto y bajo).
Los resultados arrojan que este grupo exhibe niveles medios de justificación de la desigualdad social –en una escala del 7 al 35, la media fue de 20,47–, y que acepta más la inequidad en términos económicos, pero menos en otros ámbitos, como el acceso a la salud, la educación y la justicia.
Al analizar a qué variables atribuyen la desigualdad social, encontraron que conviven explicaciones de tipo individualistas e internas, con explicaciones sociales y externas. Es decir, parte de los estudiantes sostiene que el origen de la pobreza reside en las propias personas, quienes son responsables de sus éxitos y fracasos de acuerdo a cuánto se esfuercen, dediquen y hagan mérito. Mientras que otros piensan que la verdadera causa reside en un sistema externo económico y político injusto.
Para la directora del proyecto, Débora Imhoff, es «preocupante que las y los estudiantes expliquen el origen de la inequidad social desde atribuciones individualistas, ya que ello responsabiliza a las propias personas por su situación de desigualdad”. Sobre esto agrega que, en otras investigaciones también realizadas bajo su conducción, observaron que ese tipo justificación individualista comienza a formarse tempranamente, desde la niñez. (ver “Primeros Indicios…”).
Poder predictivo
El estudio buscó determinar el peso o poder predictivo que tienen determinadas variables ideológicas y cognitivas, en relación a la justificación de la desigualdad social (ver ¿Qué variables permiten…).
Así, halló que los estudiantes que legitiman la inequidad económica, piensan que ella es consecuencia de malas decisiones personales (atribuciones internas), presentan niveles altos de autoritarismo, consideran que el mundo es altamente competitivo donde existen grupos superiores que dominan a los inferiores, y creen que, en general, es un lugar justo en el que cada uno obtiene lo que merece.
“Es frecuente que las personas piensen que el mundo es un lugar justo, donde cada uno logra lo merecido y, por lo tanto, si se esfuerza por hacer las cosas ‘bien’ también obtendrá beneficios. Pensar así es muy tranquilizador, pero también fuertemente engañoso y desmovilizador”, apunta la investigadora.
Según Imhoff, esa creencia otorga ciertos beneficios psicológicos de los que no somos conscientes, como un aumento del bienestar subjetivo, la sensación de percibir nuestro entorno como ordenado y controlable, la reducción de la ansiedad y el mantenimiento de la autoestima, entre otros. “Sin embargo, paradójicamente, también supone un posicionamiento que no permite cuestionar lo instituido y organizarse para modificar el orden injusto”, concluye.
De acuerdo a las conclusiones, las personas que tienden a justificar la desigualdad social:
La investigación apuntó a conocer las nociones asociadas al origen de la desigualdad social en niñas y niños de Córdoba, de 10 y 11 años de edad, con énfasis en la identificación de construcciones valorativas e ideológicas subyacentes, y en los procesos atribucionales involucrados.
En relación al origen de la desigualdad social, hallaron una centralidad del trabajo en las explicaciones que daban los pequeños, y encontraron aseveraciones sobre cómo el esfuerzo o la voluntad, es decir, rasgos internos de las personas, impactan sobre el hecho de tener o no un empleo. La predominio de estos argumentos se evidencia al observar las frecuencias de las atribuciones individualistas, que aparecen como las más recurrentes.
“La matriz de pensamiento vinculada a la creencia de que los ricos lo son porque trabajan, y los pobres no se esfuerzan, ya está presente desde escuela primaria”, asegura la investigadora.
Fecha de publicación: 4 abril, 2019