El mundo necesita otra revolución industrial, en la que el desarrollo esté impulsado por recursos energéticos sostenibles y asequibles

Por Ramiro Rodríguez
Profesor de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas
y Naturales – Universidad Nacional de Córdoba
Miembro fundador de NovaVektors

Actualmente, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades. Según un informe de Naciones Unidas, el 70 por ciento de los seres humanos habitará en centros urbanos hacia 2050, siguiendo un proceso de migración del campo a la ciudad que pareciera ser irreversible. Esto ocurre más enfáticamente en los países en desarrollo, que sufren una rápida transición de economías rurales a economías urbanas. Esta redistribución de población es un factor de preocupación y puede convertirse en un auténtico problema que apunta a quebrar la armonía entre sus habitantes.

Entonces, ¿cómo manejar ciudades cada vez más grandes y complejas? Es un verdadero reto que los Estados deben comprender en profundidad para que las urbes no colapsen. Sus desafíos se basan en estabilizar el aumento progresivo de la demanda de suministros energéticos seguros, construir puentes de acceso, equidad y empoderamiento, minimizar la degradación del medio ambiente, mejorar la salud humana y los medios de subsistencia, y elaborar nuevas orientaciones para el desarrollo.

El planeamiento urbano adecuado debe incluir lineamientos que satisfagan tales demandas mediante políticas sociales que consideren múltiples factores correlacionados: provisión de energía, densidad urbana, transporte, uso del suelo, espacios verdes, gestión del agua y residuos, salud y educación.

Una planificación estratégica debería conducir a políticas de Estado que respondan estas demandas, considerando los impactos sobre la calidad del aire, el suelo, el agua, la biodiversidad, la flora y fauna, y la población humana.

En este escenario surge el concepto de «ciudad inteligente», como aquella que agrupa las características asociadas a este cambio organizativo que se adapta a las necesidades de las personas. Se considera que las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), con su capacidad de crear, recopilar, procesar y transformar la información, pueden contribuir fuertemente a que los servicios y sistemas que componen la ciudad sean mejores y más eficientes, mejorando la calidad de vida mediante el uso eficiente de sus recursos.

De todos los factores mencionados, el de la provisión de energía de manera sostenible es, quizás, uno de los aspectos  fundamentales para el desarrollo inclusivo de un país. La crisis energética mundial, junto con la amenaza del cambio climático, exigen garantizar la innovación en los sectores energéticos y un consumo responsable, tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo, ya que las previsiones indican que para 2030 cabría esperar que la demanda energética mundial aumente entre un 60 por ciento y un 85 por ciento, en un escenario conforme a los métodos habituales de generación y consumo.

Esta situación conduce a que los sistemas de gestión de suministro de energía, a nivel mundial, se encuentren en una gran revisión conceptual. Por lo tanto, las decisiones que se tomen hoy respecto de tecnologías, recursos infraestructuras para gestionar la demanda a largo plazo, requieren contemplar un triple desafío de obtener energía de forma segura, asequible y respetuosa con el medio ambiente, y tendrán un marcado efecto en las próximas generaciones.

Para asegurar un futuro viable, saludable y ambientalmente racional, el mundo necesita otra revolución industrial, en la que el desarrollo esté impulsado por recursos energéticos sostenibles y asequibles.

El uso racional y eficiente de la energía

En este contexto, la estrategia más basal y elegante para la consecución del objetivo planteado –que propenda a separar el crecimiento económico del consumo energético– es el Uso racional y Eficiente de la Energía (UREE).

El término UREE (según el documento de referencia del Plan Argentina Innovadora 2020) abarca todas las acciones que se realicen en las diversas etapas del quehacer energético para optimizar su uso, partiendo de los recursos, pasando por los servicios, hasta llegar al nivel de los consumidores. En otras palabras, es el manejo planificado, desde el punto de vista técnico-económico, de la energía requerida para la producción o la prestación de un servicio y que concede especial atención a la protección del medio ambiente.

Para el Consejo Mundial de la Energía, el UREE se convierte en la estrategia correcta para abordar simultáneamente una variedad de objetivos, incluyendo la seguridad del suministro energético, el cambio climático, la competitividad, la balanza comercial, la menor necesidad de inversión y la valoración del impacto ambiental.

El cuidado de los recursos energéticos es considerado uno de los aspectos imprescindibles para la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Utilizar menos recursos energéticos para igual finalidad, es ahorrar pensando en las generaciones futuras.

Desde esta perspectiva, el objetivo es lograr la utilización de un menor nivel de recursos energéticos para alcanzar la misma producción y adecuados niveles de confort, minimizando las pérdidas económicas, lo que significa reducir el consumo de combustibles fósiles no renovables. Las implementaciones UREE se refieren no solo a la reducción de la energía utilizada para un determinado servicio (calefacción, iluminación, etcétera) o nivel de actividad, devenidas de cambios tecnológicos, sino también de una mejor organización y gestión además de cambios de comportamiento y buenas prácticas en el uso de la energía.

Diagnóstico de situación actual

El desarrollo de estrategias necesarias para prevenir o revertir el panorama de colapso del sistema energético y del ambiente, implica trazar un diagnóstico de la situación actual y para ello debemos tener un mapa que muestre cómo se obtiene y consume la energía entre los sectores de actividad económica, el Estado y los hogares.

En el caso de Argentina, según el balance energético 2010 de la Secretaría de Energía de la Nación, el consumo de energía por sector económico se distribuye en: un 5 por ciento en un sector no energético, 7 por ciento para el sector primario (Agricultura), 26 por ciento para el sector secundario (Industria) y para el sector terciario (30 por ciento en Transporte y 32 por ciento Residencial, Comercial y Público). De este último 32 por ciento, alrededor del 58 por ciento se usa para acondicionamiento de aire, calefacción y refrigeración.

Por lo tanto, alrededor del 18 por ciento del consumo energético total del país, se emplea en acondicionamiento térmico de interiores, indicando que el enfoque de la Arquitectura y del Diseño Urbano debiera apuntar tanto al uso racional y eficiente de los recursos energéticos como materiales y a la minimización del impacto ambiental de la implantación, producción y uso de los edificios.

Políticas públicas

Las medidas públicas destinadas a mejorar la eficiencia energética, a través de precios adecuados, marco institucional, regulación e incentivos económicos o fiscales, deben ser de carácter sistémico e interdisciplinario, y requieren la interacción permanente del enfoque planteado en los aspectos sobre Urbanización, Movilidad y Demanda Energética. Por otra parte, para lograr efectos consistentes a largo plazo, se debe planificar de manera efectiva un sistema de comunicación de los lineamientos generales del programa a implementar como de los resultados surgidos de sus aplicaciones.

A nivel nacional y provincial, contamos con los programas Pronuree (Programa Nacional de Uso racional y Eficiente de la Energía) y Propee (Programa Provincial de Eficiencia Energética), respectivamente. El Propee pretende lograr la utilización consciente y eficiente de la energía, teniendo presente que actualmente gran parte de la misma proviene de recursos naturales no renovables. Por lo tanto, la misión del mismo consiste en mejorar la competitividad de las industrias en la provincia de Córdoba, impulsando mejoras de la eficiencia en las instalaciones, disminución de costos y contingencias en materia energética, en un marco de sustentabilidad y responsabilidad social empresaria.

Conclusión, si bien el futuro siempre es incierto, ya sabemos que la energía más limpia y barata es la que se consume conresponsabilidad y eficiencia.

Ramiro Rodríguez es doctor en Física y se desempeña actualmente como docente en la carrera de Ingeniería de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UNC. Además, es miembro fundador del equipo de NovaVecktors, Sistemas inteligentes para un futuro sostenible, proyecto de empresa de base tecnológica incubado en la Incubadora de Empresas de la UNC.
El Café Científico se realizará el miércoles 24 de mayo a las 19:00,  en Cocina de Culturas(Julio A Roca 491/93, ciudad de Córdoba). La entrada es libre y gratuita.

Fecha de publicación: 21 mayo, 2017