Marta Dillon: “Hay mayor ensañamiento y crudeza en el modo en que se ejerce la violencia de género”

La periodista y activista destaca que, a partir del colapso social y económico de 2001, la necesidad de encontrar estrategias colectivas de supervivencia, como las ollas populares y el trueque, generó un cambio en el rol social de varones y mujeres. Hubo un empoderamiento por parte de las mujeres, quienes se convirtieron en jefas de hogar y ganaron autonomía, mientras que los hombres comenzaron a perder su lugar como proveedores únicos. Esa pérdida no fue acompañada por una reflexión sobre sí mismos, como sí la tuvieron las mujeres. Es en este proceso, señala Dillon, donde puede encontrarse alguna explicación para el recrudecimiento actual de la violencia machista. [30.09.2015]

Por Candela Ahumada y Eloísa Oliva
Redacción UNCiencia
Prosecretaría de Comunicación Institucional

Marta Dillon es periodista y activista de género hace más de 20 años. Colaboró con distintos medios argentinos e internacionales, y es editora de los suplementos Las 12 y LGTBQ Soy, del diario Página/12. A principios del 2015 fundó, junto a otros escritores, artistas y periodistas, el colectivo Ni una menos. Su larga trayectoria en el periodismo y la militancia la han convertido en una referente y, a la vez, en una observadora privilegiada de la cuestión de género en Argentina.

“Mayor visibilización pero también cierta crudeza, cierto ensañamiento en el modo en que se ejerce”. Es lo que afirma Marta Dillon sobre la violencia contra las mujeres hoy en Argentina. “Es un proceso con dos curvas inversas: mientras las mujeres se empoderan, los hombres se desempoderan”, explica. Para la periodista, el modo en que estos varones reponen su lugar en la trama social -y sobre todo en la trama doméstica- es a través de la violencia. Y la visibilización genera, a su vez, la réplica. “Cuando un varón usa la violencia para reponer su lugar social, está hablando también con su comunidad de pares. Está diciendo: ‘Este soy yo, aquí estoy y conmigo no se jode’”. Y esto es lo que se replica.

Recientemente, Dillon estuvo en Córdoba invitada por distintos programas y grupos de investigación de la Universidad Nacional de Córdoba y de la Universidad Nacional de Villa María. En esa oportunidad, UNCiencia dialogó con la activista, en el marco de una serie de entrevistas realizadas a diversas referentes y especialistas en género, que este medio viene publicando en diferentes entregas.

¿Cuándo situarías este recrudecimiento de la violencia contra las mujeres?

No puedo precisar un momento exacto, pero creo que se da porque las mujeres reclaman autonomía, ciudadanía, su sexualidad, disputan poder. En nuestro país hubo un ingreso muy importante de mujeres de barrios populares a los movimientos de mujeres a partir del colapso económico y social del año 2001. Estas mujeres no venían pensando cuestiones de género y empezaron a hacerlo, y el resultado es que hoy, en todos los movimientos de base, hay espacios para la reflexión de género.

Marta Dillon

Marta Dillon

Por otra parte, en los momentos más agudos de la crisis y frente a la necesidad de, por ejemplo, ollas populares, se generaron más espacios de encuentro de las mujeres entre sí y eso creó estrategias en contra de la violencia machista. De 2001 a esta parte, ha habido una gran maduración en cuanto a la conciencia de género, la conciencia de sí de las mujeres, y este proceso va a la par de la pérdida del lugar social de los varones como proveedores únicos, de la pérdida del salario del varón como sostén de una familia, la pérdida de los hogares como lugares cerrados, tanto por la aparición de las ollas populares como por la necesidad de salir a hacer trueques o buscar estrategias comunes, que son fenómenos que también se dieron entre mujeres de clase media. Todo esto ha hecho que las mujeres se empoderen, que los varones hayan perdido el lugar social, sin tener una reflexión sobre sí mismos como sí la tienen las mujeres, y ha generado violencia.

Como periodista, ¿qué responsabilidad creés que le cabe al periodismo en la construcción y reproducción de estereotipos ligados al machismo?

Me parece que hay una gran responsabilidad en los medios, que de todas maneras no pueden pensarse separados de la sociedad, hay un ida y vuelta permanente. Los medios reproducen lo que sucede en la sociedad, pero, a la vez, lo construyen y lo cristalizan, y no solamente en los discursos periodísticos sino también en los publicitarios. La publicidad es clave, porque además domina completamente los discursos mediáticos, ya que de eso dependen los medios para su subsistencia. El discurso publicitario está muy atrasado, incluso en relación a las dinámicas sociales. En la publicidad las mujeres son amas de casa, preciosas, con las uñas bien cuidadas. Si mirás los medios, las publicidades, poco ha cambiado desde el año 50.

Acerca de la cobertura de los femicidios específicamente, ¿qué te parece el rol de los medios de comunicación?

En general, nefasto. Por un lado se ha avanzado en que empieza a imponerse la categoría política del femicidio, hoy ya no hablamos de crímenes pasionales o de crímenes privados. Al decir femicidios, por más que las comunicadoras y los comunicadores no tengan muy claro qué están diciendo, hay una ganancia. Pero después, cuando se empieza a explicar y a desenvolver la trama de ese femicidio en particular, se lo quita de su trama política y de lo que tiene como violencia social. Es decir, ese caso no es un hecho aislado; esta violencia se ejerce por el proceso social que mencioné anteriormente, pero al desplegar cada caso, de lo que se habla es de cuál es la oportunidad, o de las razones que tuvo el agresor.

Funcionan como reproductores de la violencia de género…

Hace poco, un diario tituló: “Cómo detectar a los que matan por amor”, por ejemplo. O frente a una violación los medios dan tips, dan consejos a las mujeres para no ser violadas, transmitiendo que ellas tienen que defenderse de una sexualidad compulsiva que tienen los varones y que, si quedás disponible, podés ser agredida. Me parece que analizar las razones del victimario y las conductas de la víctima, lo que hace es sumarse a los relatos de la violencia machista. Lo que están diciendo es “a esta mujer le pasó por esto”. Eso quiere decir que hay algunas que quedan a salvo y hay otras que están expuestas a que esto les pase, que hay un modo de ser mujer que te permite sobrevivir, y hay un modo de ser mujer que te expone a que seas violada, agredida o incluso asesinada. Hay cuerpos que cuentan más y cuerpos que cuentan menos. Porque, además, no podemos hablar solamente de mujeres y varones, esto está atravesado por la clase, la etnia y la orientación sexual.

Es decir que estos relatos mediáticos se vinculan tanto con el machismo como con el denominado “heteropatriarcado”. ¿Cómo definirías estos términos?

Me parece que estos conceptos dan cuenta de un entramado social, de un conjunto de signos y significados que se tornan invisibles porque esa es su gracia. Tornarse invisibles al punto de considerar que esta manera de relacionarse, de vivir, de ejercer el poder, de ejercer la sexualidad es la única posible. Es un sistema que tiende a situar los privilegios y el poder en los varones heterosexuales, y varones heterosexuales que además tienen cuerpos acordes a esta heterosexualidad, porque hay que encarnar una corporalidad determinada para entrar en este sistema de significados. Podríamos decir que el machismo es el modo en que se ejerce, mientras que el heteropatriarcado es el sistema. Me parece que hacerlos visibles o poder nombrarlos, en principio, permite desnaturalizarlos, dejar de pensar que es el único modo en que se puede vivir. Visibilizar que esto es un sistema en el que estamos, que podría ser otro, que no sabemos cuál, pero que deberíamos poder construir.

¿Qué papel juegan el Estado y la Iglesia Católica en la constitución de este sistema heteropatriarcal y la reproducción del machismo?

El sistema heteropatriarcal invisible es la ideología que sostiene toda la normativa del Estado. El Estado es el que regula y propone que la familia nuclear sea la base de la sociedad y, que a partir de eso, se construyan las sociedades de determinada manera y haya un lugar específico para la mujer. Todo esto está sostenido por un sistema normativo, legal y jurídico. Y por supuesto, la ideología de ese Estado está íntimamente ligada a la Iglesia, que aporta no solamente la ideología sino también una batería de herramientas de disciplinamiento y de construcción, de cómo ser varón y mujer, de qué es lo normal y lo anormal. Y además aporta la culpa y el castigo.

En Córdoba, el Protocolo de Interrupción del Embarazo se aplica en los hospitales de la UNC

En Argentina, el Protocolo para la Atención Integral de las Personas con Derecho a la Interrupción Legal del Embarazo es de cumplimiento obligatorio en todo el territorio nacional y se enmarca en la concepción de los derechos sexuales y reproductivos como derechos humanos.

El Ministerio de Salud de la Nación aprobó en junio de 2015 dicho Protocolo, para su aplicación en todo el país. Está actualizado con los últimos avances científicos y tiene como objetivo facilitar la aplicación de los tres casos en los que las interrupciones de embarazos son permitidas: riesgo para la vida de la mujer, violación, y riesgo para la salud de la mujer. Contiene conceptos que clarifican los alcances del artículo 86 del Código Penal, que incluye las excepciones o casos de aborto legal y que durante muchos años fueron objeto de controversias.

Las mujeres argentinas, de todas las provincias, tienen derecho a esa práctica médica. En la provincia de Córdoba, este Protocolo no se aplica. “Negarlo es incurrir en violencia contra la libertad reproductiva, una de las formas de violencia plasmadas en la ley 26.485, además de configurar un incumplimiento de los deberes de funcionarios públicos”, señala la abogada experta en género Susana Chiarotti, consultada sobre el impacto en términos de salud pública y derechos de los ciudadanos que implica la no aplicación de esta herramienta legal.

La excepción es el Hospital Nacional de Clínicas y el Hospital Universitario de Maternidad y Neonatología, ambos dependientes de la UNC y nacionales, en los cuales sí se implementa el Protocolo.

Por su parte, Marta Dillon apunta que “el aborto es un hecho, y el Protocolo funciona como un paraguas que cubre todas las prácticas que se vienen dando en relación al aborto. Y que, sin embargo, siguen estando semiclandestinas”.