Golombek: “La creencia en lo sobrenatural se basa en los circuitos del cerebro que nos hacen irracionales”
Ante un auditorio repleto y con el carisma necesario para mantener a más de 250 almas pendientes de cada palabra que pronunciaba, el reconocido divulgador y científico presentó su último libro “Las neuronas de Dios” en la Universidad Nacional de Córdoba. [18.12.2014]
Abstraído de la formalidad académica y explotando un ingenio que arrebató risas con la impunidad de un humorista consagrado, Diego Golombek presentó su última publicación en la Universidad Nacional de Córdoba, en el marco de un evento coorganizado por UNCiencia y la librería Quade.
Con una particular sensibilidad para capturar y mantener la atención del ecléctico auditorio, el reconocido divulgador y científico recorrió los argumentos principales de su libro “Las neuronas de Dios”, un ensayo que analiza las creencia como un fenómeno natural, una neurociencia de la religión.
Tras una breve introducción a cargo de Francisco Tamarit, rector de la Casa de Trejo, Golombek rompió el hielo con un ejercicio que invitó a todos los presentes a definirse como religiosos o ateos. La prueba sirvió para recuperar un dato: en el mundo, el 90% de las personas se asume como creyente. “Es raro que un fenónemo tan universal se deba solamente a la cultura. ¿Será cultural, social, o habrá algo biológico en las creencias?”, apuntó.
Ameno, gracioso y con suma claridad, Golombek fue hilvanando los eslabones de las distintas líneas argumentales sobre las que descansan las ideas plasmadas en su texto. Explicó que incluso quienes se piensan racionales todo el tiempo responden o toman decisiones sin saber por qué. “Algo en nuestro cerebro nos hace decidir por algo y pensamos que lo hacemos racionalmente, pero no es así. Lo irracional está profundamente cableado en nuestro cerebro”, compartió.
Haciendo un paralelismo, propuso que la creencia en lo sobrenatural se basa también en esos circuitos del cerebro que nos hacen irracionales y señaló que hay muchas pruebas que fundamentan esa idea. “Si estamos cableados para ser creyentes, entonces es un fenómeno innato y natural, no es algo impuesto ni que viene por la cultura”, aseguró.
En este punto, aclaró que “cableado” es una metáfora para decir que existen circuitos, ciertas “charlas entre neuronas” por las cuales las personas se comportan de determinada manera. “Lo que me interesa es ver cuánto hay de innato en esa charla neuronal que nos hace tan propensos a las creencias”, sintetizó.
Al profundizar sobre las evidencias de esta hipótesis, recordó el caso de los gemelos separados durante la crianza: si uno es propenso a la religiosidad, el otro también lo será. “Es una evidencia tenue pero interesante de que efectivamente hay un carácter genéticamente heredable de la religión”, completó.
Otra de las pruebas es la existencia de ciertas áreas del cerebro relacionadas con esta propensión a la creencia. “Hay zonas que se encienden en un cerebro religioso que está rezando, que tiene una sensación espiritual, independientemente de lo que esto signifique para esta persona. ¿Cómo se sabe esto? Hoy tenemos técnicas que nos permiten determinar qué áreas del cerebro se activan frente a un determinado estímulo. Y hay áreas específicas, universales, que se activan en el cerebro que reza, que tiene una visión, que tiene una sensación espiritual”, subrayó.
Luego abordó los casos de epilepsia, una enfermedad en la cual, según apuntó, “un grupo de neuronas se descontrola y se activa a lo pavote, sin que nadie pueda decirles ‘bajen un cambio’”. La zona del cerebro donde esto ocurre es crucial: si sucede en el área que rige la motricidad, entonces las personas comenzarán a temblar, pero si sucede en el lugar que se activa frente a los fenómenos religiosos, entonces aparecerán las visiones místicas.
A esta altura, Golombek arriesgó: “Si la creencia en lo sobrenatural es innata, entonces ¿los ateos que son? ¡¡¡Son mutantes!!!”, bromeó, y aclaró que, según esta línea argumental, el no creer es puramente cultural, e implica sobrepasar lo innato para decidir no creer.
“Diego es un gran investigador y científico que asumió el compromiso de comunicar los logros de su trabajo y de muchos científicos a la comunidad. Es un esfuerzo extra, que requiere un talento inusual y que nos permite a los investigadores compartir con la comunidad lo que nosotros generamos. Es importante que la academia llegue al ciudadano”, señaló Tamarit.
En esa línea, postuló la necesidad de que los ciudadanos valoren el esfuerzo que los Estados modernos realizan para que, a través del conocimiento, se pueda mejorar la calidad de vida.
“Los académicos debemos ser concientes de que no somos seres exclusivamente racionales, que no todo el tiempo racionalizamos y es necesario abordar un fenómeno tan universal, antiguo y complejo como la religión, también desde un punto de vista científico. De esto se trata el libro de Diego”, cerró Tamarit.
Autor de más de cien trabajos de investigación científica en revistas internacionales, fue investigador o profesor invitado en numerosas universidades de todo el mundo. Por sus aportes, y en particular por un trabajo sobre el viagra y los hámsteres, recibió el curioso (aunque académico) premio Ig Nobel. Entre muchas otras distinciones, recibió también la beca Guggenheim.
A lo largo de su trayectoria como divulgador de la ciencia, condujo diversos ciclos televisivos. Actualmente dirige la colección “Ciencia que ladra» en Siglo XXI Editores Argentina.
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Fecha de publicación: 18 diciembre, 2014