Récord de avistamientos de la ballena franca austral en Península Valdés

A través de un relevamiento fotográfico aéreo, científicos argentinos contabilizaron 757 ballenas en el mar argentino que baña las costas de ese enclave en la provincia de Chubut, Argentina. Es el mayor número de animales observados desde 1971, cuando el Instituto de Conservación de Ballenas y Ocean Alliance comenzaron esa labor de identificación. En lo que va de 2014, también registraron 255 nacimientos y 17 muertes. [22.10.2014]

Por Victoria Rubinstein
Colaboradora UNCiencia
Observatorio Astronómico de Córdoba
vrubinstein@unc.edu.ar

Cada año, cientos de ejemplares de la ballena franca austral arriban a las costas de Península Valdés, en la provincia de Chubut, Argentina, para aparearse y dar a luz a sus crías.

Este año, miembros del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) y Ocean Alliance (OA) lograron identificar 757 cetáceos mediante un relevamiento fotográfico aéreo realizado en septiembre. Esa cifra puede superar el millar, si se considera un porcentaje de individuos que estadísticamente no llega a ser avistado por encontrarse lejos de las costas. Se trata del mayor número de animales documentados por ambos centros de investigación desde 1971, cuando el biólogo norteamericano Roger Payne –fundador de OA– comenzó esta tarea de registro.

Récord de avistamientos de ballenas francas australes en Península Valdés

Durante esta temporada, los especialistas también relevaron 255 ballenatos recién nacidos, ocho de los cuales resultaron ser albinos parciales debido a la falta de pigmentación en su piel; con los años adquirirán un color grisáceo. Independientemente de lo registrado, los investigadores están seguros de que el número de nacimientos ha sido mayor este año.

La mortandad, en tanto, ascendió hasta ahora a 17 ejemplares, en su mayoría ballenatos, lo que resulta previsible debido a que se trata de un lugar de cría. El número no deja de ser alentador, si se considera que en 2012 se hallaron 116 ballenas muertas en Península Valdés.

Como huellas dactilares

Actualmente el ICB, cuyo director científico es Mariano Sironi, investigador y docente de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba, posee un catálogo fotográfico que ha permitido reconocer a más de tres mil ballenas francas australes.

La manera de individualizarlas fue descubierta por Roger Payne. Él advirtió que el patrón de callosidades ubicado sobre sus cabezas funciona como una huella dactilar única e irrepetible. “Son áreas de piel engrosada, cubiertas por pequeños crustáceos llamados ciámidos o piojos de las ballenas, que mantienen su forma y distribución general, lo que permite identificar ejemplares a lo largo de toda su vida”, explica Sironi.

Para llevar adelante este proceso, anualmente los especialistas sobrevuelan las costas de la península registrando fotográficamente las ballenas. Esas imágenes luego son comparadas por Victoria Rowntree, mediante un programa informático, con una base de datos conformada por más de 150 mil instantáneas. Así determinan si se trata de una ballena que llega por primera vez, o si realizó visitas previas a esa zona. Esa información es esencial para conocer la población de ballenas y su estado de salud, su distribución a lo largo de las costas y cada cuánto paren a sus crías. Se trata de un registro de su vida.

La ballena franca austral, en primer plano

Las gaviotas, una nueva amenaza

Las ballenas están sometidas a diferentes riesgos en todo el mundo. Sus muertes responden a diferentes motivos: colisiones con buques, ahogamiento al quedar atrapadas en sogas y redes de pesca, contaminación, reducción de su alimento por efecto del calentamiento global e, incluso, la cacería ilegal por parte de algunos países, entre otros.
Pero en los últimos tiempos una nueva amenaza para la ballena franca austral de Península Valdés llama la atención de los investigadores: el ataque de la gaviota cocinera, que picotea el lomo de la ballena para alimentarse de su piel y grasa.

Las consecuencias directas son heridas que luego se infectan, pero más grave aun es “el estrés generado por esos constantes embates, que termina afectando su comportamiento normal, interrumpiendo la lactancia, reduciendo el tiempo de descanso y aumentando la velocidad de natación, en especial en los ballenatos recién nacidos”, explica Sironi.

El aumento en la frecuencia de estos ataques responde al rápido aprendizaje de este comportamiento por parte de las gaviotas cocineras, combinado con el crecimiento de sus poblaciones, que se ven beneficiadas, según el científico, por el alimento extra que encuentran en los basurales urbanos y pesqueros, así como del descarte pesquero en el mar.

Santuario de ballenas

Uno de los objetivos principales del programa de investigación que impulsa el ICB es generar políticas públicas para la conservación y preservación de la ballena franca austral y su hábitat. De allí la importancia del monitoreo anual, que posibilita detectar cambios en la salud de la población, aumento o disminución del número de individuos, modificaciones de su comportamiento o hábitos, así como alteraciones en su distribución geográfica.

“También es muy importante, para poder revertir sus efectos, detectar los cambios que ocasiona la acción del hombre, como el tráfico marítimo y la presencia de redes y sogas en el mar”, apunta Sironi.

Se estima que la población mundial de ballenas francas australes, antes de la cacería comercial, era de entre 55.000 y 70.000 individuos. Pese a que la población se recupera a una tasa de entre 5,1% y 7%, tras más de 70 años de protección internacional, en la actualidad el número de ejemplares oscilaría entre los 12.000 y los 17.000 en todo el hemisferio sur.

Un aspecto fundamental, a su criterio, es trabajar con diferentes organizaciones y lograr que se declare al mar argentino como un “santuario de ballenas”, que conjuntamente con Brasil permita declarar a las aguas del Atlántico Sur libre de cacería.

Los santuarios son áreas designadas en los océanos donde estos mamíferos marinos están protegidos contra la cacería. Allí puede resguardarse una importante fuente de alimentación, la cría, el parto o zonas migratorias para una o más especies.

La creación de estas áreas puede ayudar en la recuperación de las poblaciones de ballenas, ya disminuidas, asegurar la salud general de los ecosistemas marinos y proteger el patrimonio natural de las comunidades costeras.

Desde 1998, Argentina, Brasil y Sudáfrica, y más recientemente Uruguay, proponen la creación de un santuario de ballenas para el Atlántico Sur, donde no puedan ser cazadas bajo ningún propósito y se respeten los legítimos intereses a favor de su conservación. La iniciativa –que beneficiaría a 54 especies de cetáceos–, fue presentada ante la Comisión Ballenera Internacional y si bien cuenta con el apoyo de un gran número de países miembro, todavía no ha sido aprobada. Este santuario tendría un rol clave para garantizar la conservación de las ballenas a largo plazo, la sostenibilidad de actividades científicas y la promoción de actividades productivas no letales, como el avistaje turístico, explica Siroini, uno de los promotores de su creación.

Programa de adopción de ballenas
Para colaborar en la preservación de las ballenas y sus ecosistemas, el ICB cuenta con un programa de adopción de ballenas (www.icb.org.ar/oladeballenas). Se trata de una alternativa que procura crear conciencia ambiental y generar donaciones para continuar con las tareas de investigación y preservación de estos gigantes acuáticos.
Luego  de trabajar por años con ballenas, Mariano Sironi se encariña con ellas y sus historias. Entre las preferidas del investigador, se encuentran “Mochita” y “Hueso”. “Nacieron en 1999 y regresaron al año siguiente acompañadas todavía de sus madres. En 2006, ambas llegaron con su primera cría: con sólo siete años, fueron unas mamás muy jóvenes. A Hueso la vimos nuevamente en 2009 con una nueva cría, y este año, hace unos 20 días, apareció por nuestra casa junto a un nuevo bebé. Estos encuentros me llenan de alegría”, reconoce.

Instituto de Conservación de Ballenas

El Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) es una organización civil argentina sin fines de lucro cuya misión es conservar a las ballenas y su medioambiente mediante la investigación y la educación.

Fue fundado en Buenos Aires en 1996, cuando comenzó a cooperar con la organización Ocean Alliance de Estados Unidos para llevar adelante conjuntamente el Programa Ballena Franca Austral en Argentina. Iniciado por Roger Payne, en 1970, actualmente este Programa es el estudio científico de mayor continuidad en el mundo basado en el seguimiento de ballenas individuales fotoidentificadas en su ambiente natural.

Su principal objetivo científico es monitorear el estado de la población de la ballena franca austral en el Área Natural Protegida Península Valdés (Chubut, Argentina), cuyo rango se extiende a una amplia región del Atlántico sur.

El hábitat de la ballena franca austral abarca la zona comprendida entre los 20º de latitud sur y los 64º latitud sur.

A través de las acciones del área de conservación, el ICB busca soluciones a los problemas emergentes que enfrentan las ballenas, pone a disposición de las autoridades gubernamentales  información científica para tomar decisiones que permitan la conservación de estos animales y su hábitat en el largo plazo, y trabaja en acciones de educación ambiental y en estrategias de conservación marina a nivel regional en América Latina.

En 2013, el ICB ganó el prestigioso Premio Fundación BBVA de España a las Actuaciones en Conservación de la Biodiversidad en Latinoamérica “por su extraordinaria contribución durante más de cuarenta años al conocimiento y la preservación de la ballena franca austral”.

Imagen | Un día en el 39

Un día en el “39”

Campamento 39 es el nombre de la estación de investigaciones donde el Instituto de Conservación de Ballenas realiza su trabajo en Península Valdés. Llegar a ese paraje implica embarcarse en un viaje de más de 120 kilómetros desde Puerto Madryn. Una ruta de ripio, varias tranqueras y una huella solo perceptible para el ojo conocedor de esos terrenos desolados son algunos de los desafíos que se deben sortear para arribar a este enclave, ubicado en el golfo San José. El predio pertenece a la Armada Argentina y está destinado exclusivamente a tareas de investigación.

Mapa de Península Valdés

Península Valdés, un accidente costero sobre el mar argentino, en la provincia del Chubut, es parte de los nueve Patrimonios de la Humanidad declarados por la Unesco en Argentina. Presenta una porción de tierra de contorno casi triangular unida al continente por el istmo Carlos Ameghino.

Con un área de 3.625 km² y ubicada inmediatamente al sur del gran golfo San Matías, esta curiosa península presenta dos amplias escotaduras originadas en hundimientos tectónicos: al norte el golfo San José, y al sur, el golfo Nuevo. Al este existe una menor y alargada, denominada caleta Valdés.

La tarea diaria de los investigadores del ICB en el Campamento 39 incluye una amplia gama de actividades, la observación del comportamiento de las ballenas desde el solitario golfo San José es una de ellas. En el lugar, solo se escucha el viento y el rugir de las olas. No existe ninguna otra construcción, ni pobladores alrededor, ni tendidos de luz, ni redes de agua o de gas.

El paisaje del mar y las ballenas de fondo son el patio del refugio, donde diariamente los especialistas del ICB realizan avistajes con binoculares y llevan un minucioso registro de los detalles para contribuir con el monitoreo de los cetáceos. Cuando la marea sube, el mar se acerca, al igual que las ballenas curiosas, que se transforman, al menos por un rato, en las mascotas de los solitarios ocupantes del 39.

Un documental en posproducción

Durante los primeros días de octubre, un equipo de realizadores audiovisuales de la Universidad Nacional de Córdoba estuvo en Península Valdés filmando un documental sobre el trabajo de Mariano Sironi y su equipo de colaboradores en la conservación y preservación de la ballena franca austral.

El documental educativo sin fines de lucro, que se encuentra en la etapa de posproducción, busca dar a conocer las características del comportamiento de estos mamíferos marinos, difundir las necesidades de su conservación, así como promover una actitud conservacionista con respecto al medioambiente.

El proyecto audiovisual recibió un subsidio del Programa de Transferencia de Resultados de la Investigación de la Ciencia (PROTRI), dependiente del Ministerio de Industria, Comercio, Minería y Desarrollo Científico Tecnológico de la provincia de Córdoba, como así también de la UNC.

La iniciativa de divulgación se realiza bajo la dirección de Sonia Colantonio, profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. El equipo de realización de la Prosecretaría de Comunicación Institucional de la UNC está conformado por Eliana Piemonte, Victoria Rubinstein y Diego Ludueña.

Recursos | Descargar las fotografías y los gráficos en alta resolución