Reclaman una perspectiva pluralista en la concepción de la biodiversidad para avanzar en su conservación

El desfase en la forma de concebir y valorar la biodiversidad que existe entre los movimientos conservacionistas y el resto de las personas es una de las razones que explica la falta de progreso en los esfuerzos para revertir su pérdida a nivel mundial. Así lo afirma un trabajo publicado días pasados en Nature Sustainability por parte de un equipo científico internacional en el que participa la reconocida bióloga argentina Sandra Díaz, quien también es profesora e investigadora de la UNC/Conicet. Proponen incluir otras visiones del mundo e incorporar el conocimiento local e indígena en la discusión sobre las acciones de protección. El artículo busca contribuir al debate con vistas a la Cumbre sobre la Biodiversidad que se llevará a cabo en octubre en Kunming, China. [29.03.2021]

Pese a prácticamente 150 años de acciones implementadas tanto por quienes tienen la responsabilidad de definir políticas como por las organizaciones de conservación, la biodiversidad mundial continúa en peligro. Parafraseada, la afirmación es el diagnóstico al que arriba un grupo científico internacional en el que convergen especialistas en economía, ciencias políticas, ciencias sociales, geografía y ecología.

Con esa sentencia inicia el artículo Biodiversity and the challenge of pluralism, publicado el 25 de marzo en Nature Sustainability. Se trata de un documento de análisis elaborado por un equipo interdisciplinario, que integra la bióloga argentina Sandra Díaz, reconocida a nivel internacional por sus estudios sobre biodiversidad funcional, y distinguida como una de las personas más relevantes de la ciencia (revista Nature 2019). Es también profesora e investigadora de la Universidad Nacional de Córdoba y el Conicet.

El material busca aportar al debate de ideas con vista a la Cumbre sobre la Biodiversidad que se realizará en octubre en Kunming, China.

El texto reconoce que el principal motivo de la pérdida de biodiversidad es la transformación de los ecosistemas para otros usos y la “apropiación humana insostenible” de sus recursos. Sin embargo, advierte que la aplicación del concepto de biodiversidad, “como lo han entendido convencionalmente y lo han usado generalmente los conservacionistas, también limitan los esfuerzos para abordar la tendencia a su disminución”.

Puntualmente, el artículo advierte que los discursos sobre por qué la biodiversidad es importante y cómo debe ser manejada se alimentan de postulados propios de los movimientos conservacionistas. Se trata de ideas en sintonía y legitimadas por posiciones normativas de la ciencia, sobre todo de la biología de la conservación.

El inconveniente, según apunta la publicación, es que históricamente este abordaje se ha enfocado específicamente en la protección de especies raras y ecosistemas silvestres. Ello, sin instrumentar en paralelo otra serie de medidas dirigidas a preservar la integridad de los ecosistemas, que brindan una serie de beneficios a las comunidades (desde productos forestales, hasta la regulación del agua o el clima).

El texto recala en una paradoja: el llamado del movimiento conservacionista para resguardar la biodiversidad como “naturaleza prístina” proviene con frecuencia de sectores integrados al mundo industrializado y moderno, que suelen ignorar los puntos de vista y valores de comunidades que mantienen una relación más simbiótica con la naturaleza y estilos de vida mucho menos destructivos hacia ella.

“Una noción estrecha de conservación de la biodiversidad, cuando se combina con la falta de atención a las implicaciones de la justicia social y la posición social de los conservacionistas mismos, resulta no solo en conflicto y sufrimiento humano, sino también en un pérdida de legitimidad para la idea más amplia de conservación de la biodiversidad”, sostiene el documento publicado en Nature Sustainability.

En otro tramo, el pronunciamiento advierte que ignorar o dejar de lado otras necesidades y visiones del mundo, bajo la apariencia de la objetividad científica, conlleva el riesgo de que las iniciativas de conservación carezcan de una amplia legitimidad social y eficacia.

En esa línea, señala que las personas siempre se han relacionado con la variedad de seres vivos de diferentes formas, en función de su sistema de valores propio, sus experiencias y habilidades para trabajar con la naturaleza. Por esta razón, consideran que la biodiversidad debe conceptualizarse de manera plural, reconociendo las diferentes posturas sobre qué conservar y por qué.

Una perspectiva pluralista, señala el texto, requeriría un compromiso de “mente abierta” con dos preguntas: “¿qué necesita/quiere la humanidad del resto del mundo viviente? Y ¿cómo podemos llegar allí colectivamente?”. Y subraya que para arribar a respuestas socialmente legítimas, el proceso de debate debería ser justo y equitativo.

Ello, a su vez, requeriría que el movimiento conservacionista moderno “renunciara a su posición de autoridad moral y colocara su noción de qué conservar y por qué junto con otras comprensiones del valor de la naturaleza, en lugar de insistir en que sus nociones se derivan científicamente”, sostiene el documento.

Entre las acciones para lograr una perspectiva pluralista, el equipo científico destaca la importancia de reconocer e incluir en el análisis los conocimientos locales e indígenas. Proponen para ello avanzar en la interdisciplinariedad y habilitar otras participaciones en la producción del conocimiento.

En esa línea plantea la necesidad de institucionalizar mecanismos de deliberación apropiados para cada contexto, que permitan evaluar las opciones sociales y políticas y las compensaciones asociadas con acciones de conservación, “especialmente porque los perdedores potenciales suelen ser comunidades locales históricamente desempoderadas”, según apunta el artículo.

Imagen | Un abordaje multidimensional

Un abordaje multidimensional

Para avanzar hacia una perspectiva pluralista sobre la biodiversidad, el documento del equipo interdisciplinario propone un conjunto de medidas en los campos de la ciencia, la política y la práctica.

En la arena científica, plantean la necesidad de mejorar la comprensión de los distintos sistemas de valores para describir la naturaleza viva, coproducir conocimiento interdisciplinario y reflexionar sobre los propios valores latentes en la concepción de la biodiversidad.

En materia práctica, postula comprometerse con diversas perspectivas legítimas de la biodiversidad, deliberar y negociar acciones de conservación con protagonistas locales y practicar una ética procedimental para la apertura, el aprendizaje y la adaptación.

Finalmente, en el campo político, sugieren reconocer las interacciones transversales entre la biodiversidad y la sociedad y abordar las estructuras políticas que condicionan el pensamiento dicotómico sobre la conservación y el desarrollo.

En sus párrafos finales, el documento considera indispensable que las prácticas de conservación y los resultados esperados sean deliberados y consensuados de manera colectiva y participativa.

“La forma de lograr la conservación debería depender en última instancia de lo que la gente quiera y considere legítimo y aceptable. Esto requerirá que el movimiento conservacionista reflexione sobre procedimientos socialmente justos para tomar decisiones de conservación”, sostiene el documento. Y completa: “En lugar de proyectos tecnocráticos que se introducen de arriba hacia abajo, las prácticas deben guiarse por una ética procedimental comprometida con la apertura, el aprendizaje y la adaptación. Es hora de ser más sensibles a esta amplitud de valores y sus implicaciones, incluido el análisis de las múltiples causas detrás de la destrucción de la naturaleza viva”.