Vladimir de Semir: «El público tiene una actitud positiva hacia la ciencia, pero sus conocimientos sobre el tema son escasos»

A través de un decreto rubricado el pasado 9 de marzo, el presidente de Estados Unidos, Barak Obama, revocó la prohibición de investigar sobre células madre embrionarias con fondos federales. En consonancia con la medida, solicitó a un grupo de expertos la elaboración de un documento que escinda, al menos teóricamente, lo que es ideología y religión del desarrollo científico y tecnológico.

La decisión, que marca un cambio de rumbo con la política que había implementando la anterior gestión norteamericana, fue el punto de partida que Vladimir de Semir, especialista en periodismo científico, eligió para iniciar su conferencia «Comunicación científica y sociedad del conocimiento», llevada a cabo el pasado 23 de marzo, en la Escuela de Graduados en Ciencias de la Salud, de la UNC.

Para él, el propio encargo explicita la necesidad de que exista una confianza social sobre los temas científico-tecnológicos y sus aplicaciones en la sociedad, al tiempo que avala la postura según la cual los avances debe ser transmisibles al público. «Es un acto democrático muy importante la sociabilización del conocimiento científico y tecnológico que, por definición, no es mayoritariamente privado, sino público y, por lo tanto, se debe difundir qué se hace con él», fundamentó.

Los antecedentes del periodismo científico

Al rastrear los hitos del periodismo científico, De Semir recordó que parte de la pugna ideológica de la Guerra Fría, se produjo en el campo tecnológico y comunicativo. «El lanzamiento del Sputnik, en 1957, marcó un antes y un después para el mundo, por la afrenta tecnológica que representaba la posibilidad de que un satélite enemigo pasara cuatro veces por día sobre el territorio norteamericano», apuntó.

Precisamente, ese año aparecieron los primeros estudios sobre percepción pública de la ciencia, que procuraron determinar cómo entienden, interpretan y siguen los avances los destinatarios. El resultado, que no ha variado sustancialmente desde entonces y es similar en todos los países, indica que la población tiene una actitud positiva hacia al ciencia, aunque sus conocimientos en esta materia suelen ser bajos.

Este diagnóstico ha impulsado iniciativas que intentan inculcar a la población una actitud científica que le ayude a enfrentar problemas cotidianos en forma lógica y racional. En esa línea se inscribe el Proyecto 2061, de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (EE.UU), que propone una alfabetización científica desde los primeros años de educación formal para dar respuesta a los retos que plantea la nueva sociedad tecnológica.

Entre 1957 y 1969, año en que se cumple la predicción norteamericana de la llegada a la luna, se produce simultáneamente un desarrollo periodístico de relevancia. «Para aclarar a la población esa pugna ideológica (EE.UU. vs. URSS) en traslación a través de la ciencia y la tecnología, aparece de una manera organizada en los medios la figura del periodista abocado a explicar los desarrollos científicos y tecnológicos», apuntó de Semir.

Uno de los hitos en este proceso ocurrió en 1978, cuando el diario New York Times comenzó a publicar su suplemento The Science Times, que desde entonces todos los martes ha creado una marca dentro de la divulgación de la ciencia en la prensa escrita.

De la sociedad industrial a la del conocimiento

El mundo vive una traslación de la sociedad industrial a una nueva sociedad del conocimiento. «¿Qué rol juega el periodista científico en esta transformación y en el nuevo mundo que estamos construyendo? Claramente, informar sobre lo que está cambiando al planeta, donde aparece un amplio abanico de temas científicos. Estamos sometidos a nuevas tecnologías que, primero nos dan miedo y luego las asimilamos», apuntó De Semir.

Tras señalar que en España todas las encuestas coinciden en que la población posee una imagen positiva de la ciencia y la tecnología que no se corresponde con la información y formación que los ciudadanos creen poseer y recibir, el especialista avanzó sobre la relación entre científicos y periodistas.

Un artículo reciente sobre un relevamiento efectuado en Francia, Alemania, Japón, Reino Unido y Estados Unidos, indica que la interacción entre investigadores y comunicadores, que en antaño fue complicada, se produce con más frecuencia y fluidez de lo que se ha pensado. «Un porcentaje alto de investigadores ha tenido buenas relaciones con los medios de comunicación y la mayoría está satisfecho con la experiencia», explicó de Semir.

En ese sentido, señaló que la motivación para establecer esa conexión fue la evidencia práctica de que tal comunicación aumenta reconocimiento público por la ciencia y el valor de quienes la desempeñan. Además, los científicos participantes tienden a ser los más productivos y ocupar posiciones de liderazgo. «Implícitamente, está demostrado que quienes más comunican, más sociabilizan su propia ciencia, también son en buena parte los que más reciben subvenciones para seguir investigando», agregó.

«Durante muchos años el mundo científico ha establecido un monólogo respecto a la sociedad -nosotros somos los que conocemos, venid, escuchadnos-. Hoy está demostrada la necesidad de aumentar la difusión de la ciencia, la cultura científica y el paso a una etapa de diálogo. Primero, por el mundo globalizado donde existe una interacción entre todos, y en segundo lugar porque hay que motivar a un público que piensa que esto no va con ellos, pero cuya vida cotidiana está afectada por estas decisiones», apuntó el periodista.

Un futuro económico ligado a la ciencia

En 2000, el Consejo Europeo estableció «La estrategia de Lisboa», donde se consensuó que para lograr la economía más competitiva del mundo era indispensable una imbricación del desarrollo científico-tecnológico. El objetivo es poder destinar en 2010, el 3 por ciento del PBI a esas actividades. Si bien es difícil que se llegue a esos índices, según prevé De Semir, en los últimos años España incrementó su inversión del 0,8% al 1,2% del PBI.

En el mismo sentido, la Comisión Europea estableció en 2001 un primer documento y un plan de acción, titulado Ciencia y sociedad, en el cual se advierte que el desarrollo científico y tecnológico debe ir acompañado de un debate y promoción de la ciencia en la sociedad, para que ésta entienda, acompañe y sea cómplice de los avances, fundamentalmente porque muchas oportunidades laborales vendrán, precisamente, del desarrollo de estas nuevas líneas de empleo.

El cuadro se completa con la situación que atraviesan muchas ciudades europeas, donde las fábricas convencionales -que en su momento fueron bienvenidas- están reubicándose en otros países por diversas razones, entre ellas las económicas y ecológicas, con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo.

«En España nos encontramos en una dicotomía ¿queremos ser un país donde todo su desarrollo esté basado en el turismo y en la construcción, que durante mucho tiempo fueron factor de crecimiento?¿O queremos un equilibrio entre estas actividades productivas y la investigación, con las nuevas oportunidades vinculadas a nuevos trabajos? Está claro que la mejor opción de mezclas de actividades», sostuvo De Semir

Para la transición entre las sociedades industrial y del conocimiento, Barcelona recibió asesoramiento de Richard Knight, un economista teórico cuyo discurso sostiene que las comunidades deben impulsar sus universidades, sus centros de investigación, crear polos de desarrollo científico-tecnológicos, y clusters biotecnológicos. «De esta forma, el conocimiento ha de ser definido y percibido por la sociedad como una forma de riqueza y lo más importante es que el público comprenda la naturaleza y la función de los recursos del conocimiento. ¿Cómo? Con la educación básica y la información que le llegue a través de los medios de comunicación y de la actividad cultural», apuntó el periodista.

Actualmente, las oportunidades de trabajo para los jóvenes están asociadas a la educación. La prospectiva a 2020, sobre los requerimientos de formación en Europa, indica que los puestos de alta calificación crecerán un 6%, los de media capacitación aumentarán un 2%, pero los de baja calificación disminuirán un 8%. Estos índices advierten que con la crisis del cambios de sociedad, las posibilidades de empleo estarán destinadas a personas que poseen una capacidad educativa. «Y ahí hay una responsabilidad clara, política, de dar igualdad de oportunidades a todo el mundo», puntualizó De Semir.

Más adelante, el periodista recordó que siempre se sostuvo que la ecuación I+D+I (investigación más desarrollo más innovación) es la reacción en cadena esencial para el crecimiento de la sociedad. Sin embargo, él postula que para funcionar adecuadamente, la fórmula debe agregar una C, de comunicación, cultura científica, conocimiento y complicidad ciudadana, de manera que la divulgación científica se convierta en estratégica en la sociedad.

También citó un documento elaborado por un grupo de empresarios españoles en el que se sostiene que el nuevo modelo económico se apoya tanto en la transmisión rápida de la información, como en compartir el conocimiento en libertad. «Está claro que buena parte de esto se logra incluyendo la comunicación periodística, institucional, de relaciones públicas, divulgativa y cultural como una acción estratégica en este mundo de construcción de la sociedad del conocimiento. Entonces, propongamos otra fórmula C + C + C = C3, (ciencia + comunicación + cultura). Ésta, que seguro los matemáticos objetarán, expresa el factor de potenciación que los tres componentes tienen en conjunto y sus posibilidades de crear una sociedad más crítica, capaz, competente y una ciudadanía del conocimiento.

Finalmente, De Semir cerró su presentación con una máxima de Bernardo Houssay, el premio Nobel argentino de Medicina y Fisiología (1947), que, según reconoció, aprendió de sus alumnos argentinos que cursaron el posgrado en periodismo científico: «No hacen ciencia los países que son ricos, sino que son ricos los países que hacen ciencia».

 

QUIÉN ES VLADIMIR DE SEMIR    
– Periodista especializado en Periodismo Científico desde 1982.

– Profesor asociado de Periodismo Científico en la Facultad de Comunicación de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona desde 1994, donde además dirige el Observatorio de la Comunicación Científica, un centro de investigación especializado en el análisis de la transmisión del conocimiento científico, médico y mediambiental a la sociedad.
– Director del Máster en Comunicación Científica, Médica y Medioambiental en el Instituto de Educación Continua (IDEC) de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona desde 1995 y del Diploma de Postgrado en Comunicación Científica en Buenos Aires (Argentina) desde 2008.

– Miembro del comité ejecutivo de la red internacional Public Communication of Science and Technology, comité constituido por 25 expertos en comunicación, divulgación, museología, investigación y percepción pública de las ciencias en el que están representadas sensibilidades culturales y científicas de los cinco continentes.

– Miembro del grupo de expertos Monitoring Policy and Research Activities on Science in Society (MASIS) de la Comisión Europea.

– Miembro del Comité Consultatif de Déontologie et Éhique de l’Institut de Recherche pour le Développement (IRD)

– Miembro del European Science Communication Network (ESConet)

– Director de la revista Quark (Ciencia, Medicina, Sociedad y Cultura)

– Miembro del Consejo científico y estratégico del programa Young people within the building of a European knowledge based society, creado por la Presidencia Francesa de la Comisión Europea e impulsado desde el Centre National de Recherche Scientifique (CNRS) y la Asociación «Les petits débrouillards».

– Columnista habitual de las revistas Muy Interesante y El Cultural del diario El Mundo.

– Miembro del Patronato de la Fundación Víctor Grífols i Lucas.

 

 

Fecha de publicación: 13 abril, 2009