Rossana Reguillo: «La crisis actual ha exacerbado el individualismo y el autoritarismo»
-¿Por qué habla de nuevas subjetividades?
-Es la referencia a las nuevas maneras en que la gente entiende el mundo debido a las transformaciones sociales de este último tiempo. Es decir, los cambios en los modos de comunicación, la aparición y extensión de la Internet, el chat, los blogs, el surgimiento de nuevos procesos de identidades, especialmente en los sectores juveniles.
-¿Cómo es esa nueva forma de entender la realidad?
-Por un lado, está marcada por una fuerte desestructuración de los referentes que durante el siglo XX y principios del XXI organizaron la percepción de la realidad y las relaciones sociales. Me refiero al desdibujamiento de instituciones como la escuela, las iglesias y los partidos políticos. También, se caracteriza por la permanente sensación de incertidumbre y miedo. En el caso argentino podemos colocarlo en el uso que se hace del tema de la seguridad; cuestiones que estarían hablando de gente que se siente al borde del abismo, como una percepción apocalíptica del fin de los tiempos. Y por último, la manera de abordar la realidad se ve afectada por la disolución del monopolio de la palabra legítima, que me parece una vía esperanzadora como forma de concebir un mundo menos catastrófico frente a esta crisis. Los blogs, especialmente de los jóvenes, por ejemplo, plantean otra relación con la enunciación que pone en crisis el discurso de los medios de comunicación de masas. Es una dimensión que puede derivar en procesos democratizadores, pero no hay que caer en el romanticismo de pensar que el medio es la alternativa, porque hay blogs fachos o neonazis.
-¿Cómo afectan estos cambios en la vida en sociedad?
– En América Latina, parecen exacerbar el individualismo y autoritarismo. La pérdida de referentes no sería algo malo si su reinvención viniera del lado del fortalecimiento de la ciudadanía o de la sociabilidad; pero lamentablemente hay una fuerte tendencia a la individualización de las respuestas. Parece que estamos en un momento en el que la gente asume que los problemas que tienen son nada más que de ellos, hay poca posibilidad de colaborar con el otro, de fortalecer el tejido social y hay respuestas y salidas que son preocupantes.
-¿Y cómo se manifiesta el autoritarismo?
– Sentirse tan sitiado, amenazado, inseguro, carente de confianza en las instituciones, no porque sea una perversidad de la gente sino porque las instituciones son impresentables, generó una especie de retorno de ciertos autoritarismos en el sentido de "matemos a todos", "acabemos con todos los malos", "llevémoslos a la cárcel", "pena de muerte"; una tendencia que se ve en toda Latinoamérica de manera muy fuerte. Hay rebrotes de actitudes como la justicia por mano propia, el linchamiento directo. También, en sociedades como la boliviana, guatemalteca, mexicana o colombiana, donde la presencia del Estado en algunas zonas es muy débil, emergen ciertos actores con fuerza poderosa, como el narcotráfico en México. En la misma línea, el surgimiento de las neoiglesias como "Pare de sufrir" o el boom de la literatura de autoayuda -desde Coelho a Miguel Angel Cornejo- son el síntoma del profundo malestar contemporáneo, y la necesidad que tiene la gente de encontrar alternativas y asirse a un mínimo de certeza en un panorama muy complicado.
-¿Cómo se llega a esta situación?
-Estamos en un momento que me gusta pensar como cambio de época, y éste es el inicio de ese cambio radical. Creo que las instituciones de la modernidad, como los partidos políticos, los sindicatos o las escuelas, se agotaron porque no estuvieron a la altura de los desafíos y las transformaciones. Además, esta situación tiene su anclaje en el fortalecimiento de la doctrina económica de una sola vía que es el neoliberalismo, que hoy no tiene -como sucedió en la Guerra Fría para bien y para mal- un contrarrelato. Con la caída del muro un proyecto salió ganador o dominante y operó sin contrapesos.
-¿Es una crisis mundial?
-Es un proceso de alcance global con configuraciones locales. Se ve en Holanda, Suecia, Francia ¿Qué más evidencia de esta crisis que el París en llamas de 2006? O el rebrote brutal de la xenofobia en España o Italia. Europa no está al margen del proceso aunque la conquista de un cierto Estado de Bienestar actúa todavía como barrera de contención, pero no por demasiado tiempo. En Alemania ya hay preocupación en ese sentido.
-¿Hay alguna alternativa de cambio por la vía democrática y colectiva?
-Hay algunas actitudes y sucesos protagonizados por los jóvenes latinoamericanos que podrían derivar en un cambio social por la alternativa democrática. En primer lugar, la Revolución de los pingüinos en Chile, el levantamiento de estudiantes secundarios que pusieron en problemas a la presidenta Michel Bachelet y obligaron a los ministros a sentarse a negociar con chicos de 14 y 15 años que tenían demandas absolutamente modernas como acceso a la educación o facilidad de transporte. Así, volvieron a traer a la escena latinoamericana la categoría estudiantil, ausente durante mucho tiempo. Otro elemento son los blogs, que condensan una enorme participación de jóvenes en discusiones comprometidas para empujar transformaciones sociales en una dirección más democrática. La tercera vía es la transformación en la manera de participar de las nuevas generaciones. Ya no lo hacen en organizaciones pero sí en causas itinerantes: hoy puede ser la defensa del pueblo mapuche frente a la invasión de una trasnacional y mañana los derechos homosexuales. Hay núcleos de jóvenes que participan intermitentemente con un discurso que no pueden recoger los partidos políticos porque funcionan por fuera de esos circuitos. Esas tres áreas podrían significar una salida pero en términos generales, el empobrecimiento de nuestra juventud en todo el conteniente es pasmoso y dificulta la posibilidad de que tengan un papel activo en el cambio social. Ellos se llevan la peor parte de la crisis por la enorme dificultad de acceder a la educación, el desempleo juvenil es tremendo, y se dibuja un panorama complicado. Además, ante el desencanto político con las formas tradicionales se marginan voluntariamente frente a cualquier tipo de participación que suene a tomar partido.
-Frente a este cuadro de situación, ¿cuál es la responsabilidad de la Universidad y los estudiantes universitarios?
-Es un momento sumamente importante para las universidades. Hay una fuerte tendencia de tipo estatista en la que la se han convertido en una fábrica de producir títulos: en función de los vientos del mercado, qué técnicos instrumentalmente se necesitan para qué proyecto. Eso, y las lógicas de producción hacen difícil que el espacio universitario pueda dar un debate denso con respecto a determinados temas. Por eso, la universidad está obligada a terminar con ese modelo de gestión para recuperar su papel crítico. Por otro lado, creo que el desafío fundamental pasa sobre todo por los docentes, que tienen que recuperar la pasión, la capacidad de volver a encantar a los estudiantes. Es difícil porque dan clases en diversas universidades ya que no hay plata que alcance, y eso es una traba para que el aula sea un lugar combativo, en el sentido crítico de las ideas. En el caso de los estudiantes universitarios, hay que encontrar interfases entre el pensamiento crítico y la capacidad de acción, que a veces quedan fragmentadas. Se les pide que se involucren y se comprometan, pero al mismo tiempo no se los acompaña con procesos de reclusión más esquemáticos.
BIOPOLÍTICA Y EMOCIONES
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"El término biopolítica es la clasificación sociocultural e intencionada de los pueblos en aras de un proyecto disciplinario. En la actualidad es una herramienta útil para pensar diversos procesos porque permite entender continuidades históricas. Ciertas categorías sociales como "jóvenes de sectores populares" o "migrantes" se convierten en focos de irradiación de esa política clasificatoria. Hoy, podemos hablar de una biopolítica del cuerpo femenino: ponte bonita, flaca; es el control sobre los cuerpos. La pregunta que surge es quiénes producen los cuerpos ciudadanos y determinan su utilidad. La biopolítica fue reflexionada en Latinoamérica por nuestros grandes intelectuales: Mariátegui, Octavio Paz, Sarmiento, porque era una problemática inserta: los latinoamericanos somos en buena medida el producto de un proyecto biopolítico de conquista. El proceso de descubrimiento y evangelización del continente tuvo en la base un proyecto de disciplinamiento y reducción de ese otro extraño, anómalo, incompleto e infantil, que los metropolitanos venían a salvar de su propio salvajismo. La conformación del Estado Nacional Moderno de América latina está sustentada en una biopolítica del eugenismo, la limpieza racial, la blanquización de las propiedades, hasta los olvidos, como los negros o los indígenas en algunos países como Argentina. Es importante plantear esa génesis porque parece que nosotros aprendimos sobre biopolítica leyendo a Foulcault, pero acá se reflexionaba mucho antes y muy bien. Con respecto a las emociones, llevo 10 años trabajando la construcción social del miedo en América latina. Me parece que el miedo y la esperanza se convirtieron en un binomio complejo de gestión política y por lo tanto, quien controle miedos y esperanzas será el que controle el proyecto político. Creo que lo vimos clarísimo a finales de los ’80 con el gobernador Schwarzenegger, cuando de manera explícita fue el primer candidato republicano que utilizó el miedo migrante mexicano como plataforma electoral política y arrasó. Ahora, se percibe en Colombia con Uribe, que va por su tercera reelección. Son ejemplos de cómo funciona la manipulación de las emociones contemporáneas." |
CASO MEXICANO
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"En México, el crecimiento del crimen organizado y sus tentáculos de poder están generando un país totalmente inviable, no hay forma de pensar en términos de gobernabilidad y tengo argumentos para decir que esta tendencia se va a mantener. El gobierno mexicano, no el Estado, está librando una falsa guerra con los carteles de la droga en el terreno de las armas y el control de pequeños territorios. Pero las estructuras de lavado de dinero, las redes financieras de narcotráfico siguen intocables y así, no hay manera de terminar con este flagelo. Además, en México hay lugares en los que el Estado no llega, está representado por un maestro rural con dos libritos y un policía. Entonces, llegan los narcos con fajos de billetes y arrasan. No se les puede contestar con pistolas, la lucha está en otro frente pero la lucha cultural se ha abandonado. Si el narco alcanzó tanto poder en el país no es solamente por su poder de fuego y muerte, sino por una enorme capacidad de rearticulación cultural donde a la gente ya no le importa participar del narcotráfico si es la única alternativa para sobrevivir. Al revés, hay una especie de apología del código ilegal y eso parecería no representar un problema para mucha gente. Datos recientes de seguridad de los EE.UU. indicaron, y me parece que se quedaron cortos, que más de 450 mil mexicanos están vinculados directa o indirectamente a la economía de la droga. Frente a este panorama, la reacción de la sociedad es diversa. Hay un sector absolutamente aterrorizado, sector medio, medianamente ilustrado, que hace alianza con la elite, atomizados, y se inclinan por la vía autoritaria y el exterminio total del enemigo. Hay otro sector más crítico que bregaría por un pacto de convivencia como funcionó en los ’80: una especie de modus vivendi en el que el narcotráfico dirimía y arreglaba sus negocios y el resto de la gente hacía como que no se daba cuenta de lo que pasaba. Por último, un grupo importante, estaría perplejo, nada más ve todos los días el marcador de cadáveres en los medios y eso es peligroso porque da lugar al surgimiento de actores con ideas represivas y el apoyo a movimientos de forma irreflexiva. Por ejemplo ahora, hay un partido político que quiere lanzar una campaña para la pena de muerte a los secuestradores". |
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Fecha de publicación: 26 junio, 2009