“Es un escándalo que lo único que circule por América latina sean telenovelas”
Español de nacimiento, colombiano y esencialmente latinoamericano por elección, Jesús Martín Barbero estuvo en la Universidad Nacional de Córdoba para recibir el título de Doctor Honoris Causa, distinción que, en sus propias palabras, más que un privilegio “es una experiencia de vida”. Es que Barbero conoce y sostiene como estandarte aquel sueño de una universidad latinoamericana, abierta y autónoma, que enarbolaron los jóvenes reformistas en 1918. Y sobre ese horizonte desarrolló múltiples contribuciones al campo de la comunicación y la cultura.
Consultado por la relación entre ambos elementos de ese campo de estudio afirma: “La comunicación nunca fue exterior a las culturas. Es el mecanismo a través del cual las culturas se renuevan en intercambio con otras, porque si se aíslan, se suicidan. Entonces, una cosa es la resistencia a la invasión. Otra cosa es la comunicación”.
En esta línea y en perfecta sintonía con el tema de su conferencia –“Poner a comunicar la Universidad con su sociedad”–, Barbero sostiene que la crisis que hoy atraviesa la institución universitaria obedece a que no ha sabido acompañar los cambios sociales. “La Universidad es una institución con historia, pero también con mucha inercia, con mucho lastre y tiene una enorme dificultad para reubicarse en una sociedad de la información y del conocimiento, pero también en la que el conocimiento se rige por las lógicas de mercado”.
El especialista considera que la Universidad está muy atada al mercado. Entonces, propone repensar el lugar del conocimiento y de su producción, a través de una Universidad que asuma el compromiso de “romper con la cooptación del mercado y ofrecer a su sociedad pistas y líneas de investigación y de producción en tanto y en cuanto nación”.
En su pensamiento, la Universidad tiene un rol muy importante en todos los ámbitos y en cada una de sus respuestas explicita los desafíos que debe afrontar esta institución, especialmente la pública.
– Ante el constante avance de las nuevas tecnologías, ¿cómo cree que incorporan los jóvenes la información que circula en Internet y la televisión?
No se puede generalizar. Existen las clases sociales y muchos tipos de jóvenes, pero indudablemente la condición “joven”, como se dice hoy, tiene mucho en común. Por un lado, las enormes sombras que se ciernen sobre el desarrollo laboral de sus vidas. Es decir, la precariedad, cuando no el desempleo puro y simple, después de muchos años de haber terminado la Universidad.
Por otro, ese otro mundo en el que se sienten protagonistas pero en el que quedan atrapados entre las enormes posibilidades que abren las nuevas tecnologías, no sólo en términos de cultura o entretenimiento, sino de creatividad laboral. Mucha gente hoy puede encontrar su lugar de trabajo desde su casa, desde su computador, desde Internet, pero indudablemente nuestra sociedad todavía está muy atrasada para eso. No podemos mirar sólo lo que pasa en el mundo de las nuevas tecnologías desde el punto de vista del enriquecimiento cultural, sino hay que ver las posibilidades que esas nuevas tecnologías tienen en términos de cualificación profesional. Y aquí, la Universidad tiene un rol que jugar.
-¿Y cuál debe ser ese rol?
Ése es un gran desafío. Las universidades no están preguntando a los alumnos cuando llegan con qué bagaje lo hacen. Da por sentado que es como hace 30 años. Estudiantes y punto. Y les hace preguntas en función de los mismos parámetros de hace tres décadas, cuando sabemos que la circulación de la información está descolocando esos saberes y permite que los alumnos lleguen con mucho más bagaje. Creo que el desafío es que la universidad dedique el primer año a acompañar los procesos de los estudiantes para saber realmente qué significa leer, qué significa aprender, qué significa soñar y qué significa inventar para ellos. Creo que hay un déficit muy grande en nuestras universidades por no plantearse que están llegando seres humanos de otro planeta, por decirlo de alguna manera.
– Recientemente se sancionó en Argentina una nueva Ley de Servicios Audiovisuales. En uno de sus puntos establece que se debe transmitir, cómo mínimo, un 60 por ciento de producción nacional. ¿Cree que esto contribuirá a tener una mejor televisión con contenidos de calidad?
Es ideal. Esto se cumple en muchos países, pero con la producción más barata, no sólo en términos de bajo costo, sino desde el punto de vista de la creación. Más del 60 por ciento de los programas que se ven en Colombia son nacionales, pero el 70 por ciento de ellos son telenovelas para vender en Miami, a Telemando o Televisa. Hoy, aunque tengamos más horas de televisión colombiana, estamos mil veces peor que hace 30 años cuando se dio la televisión mixta colombiana, con muchas pequeñas empresas, y donde había experimentación, búsqueda. La telenovela estaba dedicada al país, ligada a su historia, a su diversidad regional y cultural. Hoy no existe nada de eso. La cifra puede resultar engañosa. Sería posible que produjéramos menos cantidad y pasáramos más televisión de otros países de Latinoamérica, que es lo que necesitamos. Porque es un escándalo que lo único que circule por América latina sean telenovelas, y lo dice una persona que dedicó años a estudiarlas y realizar investigaciones en diversos países de América latina.
Entonces, todo lo que la ley proteja de producción nacional y local tiene que estar ligado a la capacidad de meter país en esa televisión. Mi pregunta ya no es ¿cuántas horas de televisión tenemos?, sino ¿cuánto y qué tipo de país cabe en la televisión que tenemos?
– En este marco, ¿considera que la aplicación de la ley va a significar un retroceso o permitirá tener una televisión que colabore en la formación de ciudadanos críticos?
Ahí viene la pregunta sobre si las universidades y las escuelas de comunicación están preparando personas con capacidad de hacer esa televisión que necesitaría la gente como alternativa a la pura televisión privada o a la pura televisión extranjera banal. Porque hoy la industria sigue buscando talentos, personas con ideas que quepan en los formatos que ellos han atestiguado que son rentables. Pero ahí tenemos una contradicción. Si formamos en nuestras facultades de comunicación gente que quiere meter su país, sea a través de telenovelas, reportajes, documentales o debates innovadores, tenemos que ser conscientes de que, de todas maneras, va a encontrar un sistema privado mayoritario, y cada vez, más descaradamente negocio.
Jesús Martín Barbero
Es Doctor en Filosofía por la Universidad de Lovaina (Bélgica), y realizó sus estudios de posdoctorado en Semiótica y Antropología en la Escuela de Altos Estudios de París. Asimismo, se desempeñó como investigador Asociado en la Facultad de Ciencias de la Información, Universidad Complutense de Madrid.
Fue director y profesor investigador del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universidad del Valle de Cali (Colombia). Presidió la Asociación Latinoamericana de Investigadores de Comunicación (Alaic) y se desenvolvió como secretario de la Comisión de Medios de Comunicación del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), entre otros importantes puestos de conducción, investigación y asesoramiento.
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Fecha de publicación: 30 diciembre, 2009