Las células del cuerpo humano llevan cabo una gran variedad de funciones. Por ello se han perfeccionado al punto de que muchas son completamente diferentes entre sí. Recién en 2013 se pudo calcular, de manera aproximada, el número de células que forman parte de nuestro cuerpo: cuarenta billones (un cuatro seguido de trece ceros).

Dentro de esa monumental cifra, se sabe que existen más de 200 tipos celulares distintos. Están las que laten rítmicamente por sí solas en el corazón, los glóbulos rojos y blancos que transportan oxígeno y protegen de ataques externos, y un tercer tipo de células muy particular porque se comunican entre sí por impulsos eléctricos: las neuronas.

Si bien todo nuestro sistema nervioso está poblado por neuronas, la mayor concentración se encuentra en el cerebro. En él existen unas cien mil millones.

Para coordinar todas las funciones, las neuronas se comunican entre sí a través de unas largas extensiones en forma de cable denominadas “axones”. Por ellas viajan tanto las señales eléctricas originadas por estímulos externos –imágenes, sonidos, gustos, olores, tacto, dolor, calor y frío–, como las que bajan las órdenes desde el cerebro para realizar diversas tareas: mover músculos, regular la respiración y la digestión, entre otras.

Si tenemos en cuenta que cada neurona individual es capaz de conectarse con otras miles de sus pares, el número de conexiones dentro del cerebro de un adulto alcanzaría la friolera de cien billones, el equivalente al número de estrellas que conforman a más de trescientas galaxias.

Las extensiones de estos cables o “axones” pueden ir desde menos de un milímetro hasta un metro de largo, como los de las neuronas que comunican la médula espinal con la punta del pie.

Pero en la naturaleza, se sabe que estos axones –de los cuales hay solo uno por cada neurona– pueden alcanzar mayores distancias, como en el cuello de una jirafa, donde llegan a medir unos cinco metros de largo, algo así como la altura de una casa de dos pisos.

Fecha de publicación: 26 marzo, 2014