Implementan técnicas para mejorar la producción de leche caprina a pequeña escala

Una guía de buenas prácticas, la aplicación de cultivo de forrajes, el uso de microsilos y dietas específicas para las hembras son algunos de los recursos motorizados por investigadores de la Facultad de Ciencias Agropecuarias con pequeños productores caprinos de distintas localidades del interior de Córdoba. El propósito es agregar valor a las cadenas productivas del sector. Se trata de una experiencia de cooperación con el INTI y el INTA y la Mesa Caprina. [12.05.2016]

Por Pablo Carrizo
Redactor UNCiencia
Prosecretaría de Comunicación Institucional – UNC
pablo.carrizo@unc.edu.ar

En Argentina existen aproximadamente cuatro millones de cabezas caprinas, a cargo de 44 mil pequeños productores agropecuarios, según relevamientos del Servicio Nacional de Sanidad Agroalimentaria (SENASA 2013). En la provincia de Córdoba, en tanto, se estima que existen cerca de 145 mil cabras en manos de 4.200 pequeños productores. La cría de estos animales en pequeña escala es una práctica realizada generalmente en ambientes áridos y semiáridos, con escasos recursos forrajeros naturales -generalmente degradados- y limitaciones tecnológicas, los que dificultan la capacidad productiva de los emprendimientos.

Con el propósito de generar instrumentos para incrementar la sostenibilidad de los pequeños productores caprinos, un equipo de investigadores de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Córdoba, dirigido por Cristina Deza, lleva adelante desde hace más de una década un programa de investigación en diferentes comunidades del interior de la provincia de Córdoba.

En el marco de esa experiencia, se generaron y transfirieron múltiples herramientas, entre las que se destacan: la implementación de cultivo de diversas especies  forrajeras adaptadas al medio  junto con el uso de microsilos, la elaboración de dietas específicas para cabras y la transferencia e implementación de la Guía  Metodológica para la Inocuidad de Leche Caprina (MILC).

En esa línea, en las cuencas lácteas caprinas afectadas por la sequía y con un proceso de degradación ambiental, se introdujeron cultivos de pastos apropiados y se implementaron formas de conservación y entrega balanceada del alimento a los animales, para favorecer el máximo aprovechamiento de los recursos disponibles.

Picado de sorgo y elaboración de microsilos. Imagen: gentileza equipo de investigación

Debido a que en ambientes  áridos y semiáridos  una de las limitantes más importantes es la baja producción forrajera de los pastizales naturales, se implantaron para su evaluación recursos forrajeros provenientes de cultivos anuales adaptados como el sorgo, moha y pasturas perennes.

Estas prácticas se complementaron con el uso de maquinarias adecuadas a la escala de agricultura familiar desarrolladas por INTA, lo que permitió poner en marcha un sistema más artesanal y de menores costos de almacenamiento.
Para ello, se elaboraron microsilos destinados a conservar el forraje especial que se incorporó a la dieta de las cabras. El objetivo fue generar una alternativa que permitiera cubrir las demandas nutricionales específicas que el animal presenta desde el preparto hasta las primeras semanas posteriores al nacimiento de la cría. Esto se debe a que durante este lapso (denonimado periparto), el desbalance nutricional de las cabras impacta fuertemente en su capacidad de producir leche.

Este desbalance nutricional es resultado de la falta de forraje, tanto en cantidad como en calidad, a consecuencia de la  característica estacionalidad del crecimiento de las especies megatérmicas, tanto implantadas como espontáneas del ambiente en cuestión. Esta limitante nutricional resulta en un bajo número de cabritos logrados para la venta, cabritos más livianos  y menos leche en las madres, lo que atenta contra la estabilidad económica del sistema de producción.

Por otra parte, en diferentes establecimientos caprinos se aplicó la guía MILC. Se trata de un protocolo de buenas prácticas, generado en 2008 por integrantes del programa de investigación y profesionales de INTA, como una respuesta concreta a la demanda de la Mesa Caprina Nacional, un espacio de cooperación interinstitucional que se propone favorecer la producción de leche y carne de cabra en todo el país.

“La guía MILC es un manual sistematizado y pormenorizado, con un formato sencillo y fácil de entender, que se adecua a diferentes sistemas productivos. Utiliza poco texto y muchas fotografías, con el fin de facilitar la apropiación de prácticas inocuas en el trabajo”, detalla Verónica Aimar, miembro del grupo de investigación, quien participó en el proceso de creación de la guía.

Una necesidad, una respuesta

Distribución de bolsas de microsilos entre los productores. Las mismas fueron confeccionadas considerando que puedan ser levantadas por mujeres y gente de tercera edad para su posterior distribución en los corrales. Imagen: gentileza equipo de investigación

El programa que llevan adelante los especialistas de la Facultad de Ciencias Agropecuarias aglutina un conjunto de proyectos. En ese sentido, articula el trabajo de cátedras y líneas de investigación de esa unidad académica con instituciones del sector agropecuario, como el INTA y el INTI. Es una búsqueda colaborativa enfocada en la indagación de respuestas integrales tecnológicas que puedan ser transferidas en plazos cortos y se adecuen a diferentes casos particulares.

“Es importante concebir los aportes del programa como un proceso. Cada experiencia con los pequeños productores caprinos necesita un trabajo sostenido, basado en niveles de confianza que se construyen con tiempo”, expresa Deza, directora del programa de investigación.

En esa línea, destaca “la capacitación de los productores como un aspecto fundamental, porque fomenta sus capacidades y les permite reconocerse como sujetos activos, capaces de protagonizar su crecimiento”, completa la investigadora.

“El desafío es brindar herramientas a los productores de pequeña escala para que mejoren su sistema de producción optimizando sus recursos, eleven la calidad de sus productos y tengan más acceso al mercado”, especifica Deza.
Aimar añade: “Es un desafío porque intentamos aportar soluciones que respeten la identidad de los productores para que no pierdan su esencia artesanal, manteniendo calidad en sus productos. No promovemos que hagan su trabajo de una manera más industrial, estandarizada, sino que a partir de sus particularidades puedan generar condiciones de trabajo que potencien su rentabilidad”.

La producción ante los nuevos hábitos de consumo

Más allá de las limitaciones organizativas y tecnológicas de los productores caprinos de pequeña escala, los investigadores coinciden en destacar que el carácter artesanal de su labor encierra una enorme potencialidad comercial.
La demanda actual de alimentos se caracteriza, tanto por la sensibilidad de la población respecto a su calidad e inocuidad, como por una creciente preocupación por la forma en que han sido producidos, donde se destacan variables vinculadas al respeto por el medioambiente, el bienestar animal y la seguridad de las personas.

Cosecha manual de sorgo y salida de la picadora. Allí se conecta una bolsa para su posterior llenado y prensado manual.

“Los hábitos de consumo alimentario están cambiando y esa variable debe ser considerada para mejorar la rentabilidad de los pequeños productores. Se valoran cada vez más los productos asociados a modos de producción sustentables, higiénicos y respetuosos del medio ambiente. Es un contexto que revaloriza la producción artesanal. En ese sentido, mejorar las condiciones productivas abre puertas para entrar con mayor fuerza en los mercados de consumo”, explica Deza.

En ese marco, la implementación de buenas prácticas adquiere una gran importancia para el sector lácteo caprino. Según los investigadores, esto ayudaría a mejorar y garantizar la calidad, con lo cual posibilitaría una mejora considerable de la rentabilidad. Esta última se sostendría por el aumento de la eficiencia del sistema productivo a través del achicamiento de costos y por la posibilidad de acceder a otros mercados segmentados con precios diferenciales.

Precisamente, las restricciones productivas, tecnológicas o ambientales que afrontan los pequeños productores caprinos pueden ser un punto de partida para aumentar la capacidad comercial de cada experiencia, apuntalando su identidad desde lo artesanal y lo regional.

Sobre el programa de investigación
Título | Alternativas productivas agroecológicas con potencial de mercado y adopción por pequeños y medianos productores agropecuarios.
Integrantes |  FCA-UNC: María Cristina Deza; María Verónica Aimar; Marcelo De León; Marina Ganchegui;  Judith Lambir Jacobo; Horacio Valdez; Alberto Mahy; Cecilia Pen, Luciana Martínez Luque; Fernando Masía, Mariana Larrauri.  INTA:Livia Negri; Mónica Chávez; Rubén Gimenez; Rubén Rodriguez; VictorBurghi; INTI: Sara Molina; Jorge Pocotti. Estudiantes:Eugenia Mestre, Flor Migoya,  Mauricio Ottogalli …..
Financiamiento | Secretaría de Ciencia y Técnica (Secyt). UNC. AGROVALOR I. Secretaría de Políticas Universitarias (SPU).

El caso de La Majadita, un proyecto productivo social  Administrar portlets

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Allí, una de las colaboraciones iniciales de los investigadores de la Facultad de Ciencias Agropecuarias se dio en el marco del Programa de Iniciación en la Investigación y Desarrollo Tecnológico (PROIINDIT), llevado adelante por las cátedras de Rumiantes Menores y Anatomía y Fisiología Animal. Luego, durante los últimos tres años se realizaron aportes específicos vinculados a la confección de microsilos para cubrir el déficit forrajero invernal y se abordaron tareas destinadas a garantizar la salubridad y calidad de la producción láctea.

La experiencia incluyó la participación de investigadores, docentes y alumnos que acompañaron el proceso de desarrollo y consolidación de La Majadita. Se trata de un aporte integral y sostenido que da cuenta del valor público del conocimiento producido en el marco de la UNC.

Para Lidia Juárez, la intervención de los profesionales de la Facultad de Ciencias Agropecuarias permitió que los productores –que realizaban su tarea, generación tras generación–, entendieran por qué lo hacían de tal o cual manera y qué cambios podrían aplicar en el manejo de su hato para mejorar la calidad de la leche, aumentar el rendimiento por animal, disminuir los índices de mortandad y mejorar la salud de sus cabras. En esa línea, destaca: “Nos ayudaron a que los productores se integren como grupo de trabajo, a que  gestionemos mejor la planta, a entender más y mejor nuestra realidad productiva para tomar mejores decisiones a futuro”.