El Gato y la Caja, nuevamente en Córdoba

La exitosa experiencia de divulgación presentará su segundo anuario el sábado 6 de agosto, a partir de las 21, en Club Paraguay – Espacio B (pasaje Agustín Pérez 99). Los interesados en asistir deberán colaborar con un alimento no perecedero y anotarse previamente en http://bit.ly/2av4cq7. En estas líneas, Ezequiel Arrieta, uno de sus redactores, sintetiza el espíritu de una iniciativa en comunicación que marcó un punto de inflexión por su forma inédita e irreverente de contar la ciencia. [04.08.2016]

Por Ezequiel Martín Arrieta
Colaborador UNCiencia
Becario de Conicet en el IMBIV
Redactor de El Gato & La Caja

Uno de los chispazos más interesantes en la historia de la vida tiene que haber sido la introspección; la aparición del primer bicho vivo que dibujó un bucle sobre sí mismo y pensó: “Che, que loco, estoy pensando”. Ese proceso se construye en rulos, bucles infinitos que eventualmente terminan en cositas triviales como nuestra capacidad de analizar el mundo, a nosotros mismos, y a nosotros mismos analizando el mundo. Una pavadita.

Es la introspección la que nos permite mirar para adentro y ajustar nuestros modelos mentales para que se relacionen con el universo que nos rodea. Lo bueno es que esta costumbre se puede combinar con uno de los superpoderes más lindos de la cultura: el método científico. La historia demostró que es un sistema de construcción de conocimientos increíblemente efectivo, que no solo posibilitó desarrollar tecnologías que nos han permitido descubrir cómo vibra el espacio-tiempo al ritmo de la colisión de dos agujeros negros, sino que también nos empujó a tener discusiones más objetivas, porque evidencia mata opinión (aunque Giordano Bruno nos enseñó que la evidencia, a veces, te puede matar a vos).

Pero no todo es color de rosa en este cuento. La ciencia tiene su talón de Aquiles, su perejil en el diente. Ella sabe ser divina y asombrosamente efectiva para todo, salvo para una cosa: contarle a todos de qué se trata, qué hace, cómo lo hace y sus resultados. Tanto es así que prácticamente los únicos que en general la entienden son un pequeño grupo de personas que parecen hablar un idioma completamente diferente al resto de los mortales. Y, para ponerle una pizca de pesimismo al asunto, el producto de las investigaciones está prácticamente monopolizado por editoriales que encierran el conocimiento dentro de una caja vigilada por el copyright.

Este elitismo del conocimiento nos empujó a una situación poco agradable que Carl Sagan describió muy bien en su última entrevista televisiva: “Crecemos en una sociedad basada en la ciencia y la tecnología, y en la que nadie sabe nada de estos temas. Esta mezcla combustible de ignorancia y poder, tarde o temprano va a terminar explotando en nuestras caras”. El Tío Carlos –para quienes lo queremos un montón– puso en una oración algo que todos percibimos cotidianamente, pero que quizás no somos capaces de entender en profundidad.

Por eso elegimos hacer Gato, porque consideramos que la ciencia, como motor transformador de nuestros pensamientos, como forma de ver el mundo y como pata ideológica del abordaje de la vida cotidiana a través del pensamiento crítico, debe filtrarse en el cotidiano de cada persona y no sólo de aquellas que trabajan en investigación.

Para eso, necesitamos que la ciencia sea un elemento más dentro de la trama social, inescindible del resto de los elementos de la cultura. Queremos que la ciencia interactúe especialmente con el arte y el diseño, y que de esta forma, en manos y ojos de artistas y comunicadores, exponga su cara más hermosa; que conmueva y movilice. Pensamos que de esa interacción pueden surgir resultados y propiedades emergentes que transformen tanto nuestra cultura como la forma de relacionarnos entre nosotros.

Afortunadamente, la ciencia también nos puede brindar algunas herramientas para abordar este problemita de cómo comunicarla. Hoy sabemos que hablar de forma clara, persuasiva y relevante no es suficiente, y mucho menos comunicar un hallazgo al estilo de ‘Científicos descubrieron que la proteína risina da risa’, sino que se necesita comprender e integrar a los receptores y conectarse con ellos, tarea para la cual, además de escupir palabras, hay que escuchar y ponerse en los zapatos del receptor (o el calzado que éste utilice).

Nacido a principios del 2014 de la mano de 3 boludos con computadoras (como se definían sus fundadores: Facu, Pablo y Juama), El Gato y La Caja creció, maduró y se expandió. Pasó de lo digital a lo físico, de un sitio web a libros, de Facebook a conferencias, de Twitter a eventos donde se puede charlar cara a cara con aquellos que comparten la idea de que usando ciencia es posible construir una sociedad más piola para todos.

El Gato se transformó en uno de los medios de comunicación de ciencia con mayor alcance de Latinoamérica. Por eso preferimos decir que no hacemos divulgación científica, sino Comunicación Pública de la Ciencia, un concepto que requiere de más aire para pronunciarlo, pero que implica un proceso más hermoso de compartir información con el público no-especialista, al mismo tiempo que se lo involucra y hace parte.

Por eso los invitamos a festejar la publicación de nuestro segundo anuario, un libro tan cargado de ciencia como de arte y diseño, desarrollado de manera absolutamente independiente y apoyado por la comunidad que banca al Gato desde cemento. Música, murales en vivo, gente del Observatorio Astronómico de Córdoba mostrándonos lo lindo que le quedan los anillos a Saturno y, ¿por qué no?, fiesta, Ibiza y Locomía.

Vengan a este evento que, más que una presentación de libro, es una excusa para juntarnos.

¿Cuándo? Sábado 6 de Agosto, a partir de las 21 hs.
¿Dónde? en Club Paraguay – Espacio B (pasaje Agustín Pérez 99).
¿Cómo? Trayendo un alimento no perecedero y anotándose previamente acá:  http://bit.ly/2av4cq7