Astronomía en la Antártida
Con su arribo en 1904, Argentina acredita, más que ningún otro país, permanencia ininterrumpida en ese extremo del planeta. Al sur del Círculo Polar Antártico, a casi 78 grados de latitud sur, la Base Antártica Belgrano II es el asentamiento argentino más austral en ese territorio y el que genera mayor interés para las investigaciones astronómicas. Varios países –entre ellos Estados Unidos, Australia, Inglaterra, Francia e Italia– llevan a cabo programas de estudio en este campo disciplinar y los instrumentos más importantes para tales indagaciones se encuentran en las bases Concordia (Italia y Francia) y South Pole, Amundsen-Scott (USA).
La principal banda del espectro en la que este continente polar ha demostrado especiales bondades para la observación astronómica es el infrarrojo, donde la calidad de las imágenes ("seeing") obtenidas es superior a la que pueden tomarse en cualquier otro lugar del planeta.
El Center for Astrophysical Research in Antarctica (CARA) opera en Amundsen-Scott y alberga al South Pole Infra Red EXperiment (SPIREX), un telescopio infrarrojo que funciona desde hace tiempo y con el que se ha capturado, por ejemplo, una de las secuencias más completas del impacto del cometa Schoemaker-Levy contra Júpiter. Cabe señalar que esto fue posible debido a que la Tierra en ningún momento se interpuso entre el telescopio y el planeta gigante, esto es, SPIREX no quedó nunca "del otro lado del planeta".
Antártida también se reveló como un escenario perfecto para la recolección de meteoritos. Una roca solitaria encontrada en un glaciar de más de dos kilómetros de espesor, sólo puede tener un origen extraterrestre. Los hallazgos de este tipo se cuentan por miles y de hecho existen programas dedicados a colectar estos mensajeros de las estrellas en medio de las blancas soledades.
Desde 1985, el Observatorio Astronómico de Córdoba (OAC) [www.oac.uncor.edu], dependiente de la Universidad Nacional de Córdoba, desarrolla actividades científicas en colaboración con el Instituto Antártico Argentino (IAA), en algunas de las bases donde su Departamento de Ciencias de la Atmósfera tiene desplegados sus laboratorios de altas latitudes.
Como dato, vale recordar que el OAC operó un telescopio óptico reflector de 11 pulgadas en la Base Belgrano II, con el objeto de medir la calidad del cielo del lugar y monitorear la estrella Eta Carina, un objeto de gran interés astronómico por encontrarse en una zona de formación estelar de gran actividad. Entre sus tareas también se cuenta evaluar la factibilidad de desarrollar un programa de observación continua de objetos celestes, aprovechando los largos períodos de oscuridad durante la noche polar. La iniciativa debió desactivarse en el año 1998, ya que la mala condición de los hielos del Mar de Wedell tornaban dudosa la posibilidad de continuar operando en el lugar, ante la imposibilidad de realizar relevos normales con el Rompehielos Almirante Irizar.
Desde 1989 hasta 1998, astrónomos, ingenieros y técnicos del OAC y de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UNC participaron en los trabajos realizados en Base Belgrano. Entre ellos estuvieron Julio Hutka, Gustavo Lazarte, Víctor Renzi, Diego Ferreiro, Juan Puerta, Jesús Calderón, Juan Dellizzotti, Miguel Cavarra y Pablo Recabarren. También en investigación de alta atmósfera, el observatorio cordobés aportó personal técnico-científico como los ingenieros Ruben Vrech y Gustavo Giovanola. Otros ingenieros cordobeses como Marcelo Bisogni, Antonio Babini, Jorge Vigil y Facundo Oliva Cuneo, formados en nuestras universidades locales, condujeron programas en las últimas dos décadas, en las Bases Belgrano, San Martín, Esperanza, Marambio y Jubany.
La decisión de incorporar la Astronomía como disciplina científica en la Base Belgrano fue posible, en gran medida, por la existencia del Laboratorio BELgrano (LABEL) en ese asentamiento permanente. Se trata de un observatorio abocado a la adquisición de datos de alta atmósfera terrestre donde se llevan adelante estudios sobre geogmagnetismo, absorción ionosférica, sondeos ionosféricas, radio ruido extraterrestre, señales VLF (Very Low Frequency), ozonosondeos, auroras australes, y registros GPS para deriva de continentes.
Allí se desempeñan ingenieros y técnicos en forma permanente, capturando información de la ionósfera, magnetósfera y más recientemente, ozono, proveyendo de una excelente infraestructura científica a trabajos astronómicos. En 1994, el Observatorio de Córdoba se convirtió en un miembro más del equipo científico de esta estación permanente de altas latitudes.
¿A qué obdece su importancia? La configuración del campo magnético de nuestro planeta, donde las líneas de campo son entrantes en los polos, es conocida. Esto implica que las masas de material ionizado provenientes del sol –a partir de fulguraciones, manchas y erupciones solares–, no pueden ingresar a las capas bajas de nuestra atmósfera en latitudes bajas y medias, pero sí pueden hacerlo en las altas latitudes.
En los polos, el campo magnético es como un gran embudo que permite el ingreso de partículas ionizadas, que interactúan con los gases de nuestra atmósfera y generan fenómenos como las auroras polares, tormentas magnéticas y procesos de absorción ionosférica, entre otros.
Por esta razón, los polos se vinculan a los fenómenos solares de modo diferente a lo que ocurre en otras latitudes y por ello los observatorios polares desarrollan programas de registro de estos eventos, que son consecuencia directa de la interacción Tierra-Sol.
Con todo, si bien temporariamente el programa de astronomía en el LABEL se encuentra suspendido, probablemente se continúe a mediano plazo con equipamiento más moderno que el empleado hasta 1998.
PARADIGMA DE LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL
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En el Año Geofísico Internacional (1956-1957), se concretó en el Antártico uno de los trabajos científicos de colaboración internacional más notables hasta la fecha. De este ejemplo de cooperación surgió la necesidad de una herramienta legal que permitiera continuar desarrollando ciencia sin que medien conflictos políticos. Ese instrumento fue el Tratado Antártico, ejemplar hasta la fecha por la manera en que fue concebido: todos los miembros consultivos tienen derecho a veto y las mociones se aprueban sólo por unanimidad, demostrando el espíritu de su creación. El Tratado ha demostrado su eficacia, ya que los estudios científicos continuaron realizándose en el mismo marco de colaboración con el que comenzaron, ajeno a las mezquindades típicas de la política internacional. Desde su firma en 1959, el continente blanco se ha consagrado al desarrollo de investigaciones de diferente tipo y ha logrado mantenerse al margen de disputas territoriales, explotaciones económicas e, incluso, de ocupación humana, tal como se presenta en otras latitudes. No existen en el Antártico ni pueblos, ni ciudades ni población permanente. Argentina fue uno de los últimos en rubricar el acuerdo, constituyéndose en uno de los 16 países signatarios originales. La negativa a firmar obedecía a que no se quería resignar el derecho de reclamo por la soberanía sobre el territorio antártico. Nuestro país adhirió después de que se creara la condición de "miembro reclamante", a través del cual la firma no implicaba la renuncia a las pretensiones de soberanía, sino solamente al ejercicio de la misma durante el tiempo que dure el Tratado, originalmente firmado por 30 años –entró en vigencia en 1961– y posteriormente renovado por otros 50 años más. |
DISERTACIÓN
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El texto es un resumen de la conferencia que el Ing. Pablo Recabarren brindó sobre Astronomía y las ciencias de la atmósfera en el auditorio "Mirta B. Mosconi", denominado así en homenaje a quien en vida fuera su esposa y astrónoma del Observatorio de la UNC. Con ella Recabarren instaló en 1994, la Estación Polar Astronómica "José Luis Sersic", que lleva el nombre del creador del Instituto de Astronomía Teórica y Experimental del OAC. |
PERFIL
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Pablo Recabarren es Profesor Titular de Electrónica Digital en las carreras de Ingeniería Electrónica, en Computación y Biomédica de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (FCEFyN) de la Universidad Nacional de Córdoba. Es Profesional Principal del CONICET y ha trabajado en instrumentación electrónica para uso astronómico, en desarrollos de electrónica aplicada a pequeños satélites, adquisición de datos de alta atmósfera terrestre, sistemas de adquisición digital de imágenes y, más recientemente, en "site testing" astronómico. Desarrolla sus tareas de investigación en el Laboratorio de Arquitectura de Computadoras (FCEFyN), a cargo del área de Sistemas Embebidos, y en el Instituto de Astronomía Teórica y Experimental del OAC. En este último, actualmente se encuentra abocado a la instalación de un telescopio reflector en el Cordón Macon, en la provincia de Salta, a 4.650 metros sobre el nivel del mar. Posee numerosas publicaciones, tanto a nivel nacional como internacional, y es director de tesis de finalización de carreras en Ingeniería. En Antártida, estuvo dos veces durante períodos mayores a un año como Jefe Científico de Base Belgrano II, y ha participado en seis campañas de verano. Recabarren también es Presidente de la Subsección Córdoba del Institute of Electric and Electronic Engineers (IEEE), una asociación profesional de escala mundial que nuclea a ingenieros electrónicos, eléctricos, y en computación, entre otras áreas. La IEEE –que cuenta entre sus fundadores a Graham Bell y Tomas Alba Edison– fija los estándares mundiales de comunicación telefónica por celular, imágenes de cámaras, wifi, bluetooth, entre otras. Actualmente, la comisión directiva del IEEE Córdoba es ejercida por un grupo de profesores de Ingeniería de la UNC. |
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Fecha de publicación: 28 mayo, 2010