“Los políticos usan a los intelectuales”

Convencido de que un filósofo debe analizar las tensiones y conflictos de su época, Tomás Abraham plantea una relación compleja entre la clase política argentina y los intelectuales del país, basada en intereses y necesidades mutuos. 

El pensador formado en la Sorbona (Francia), discípulo de Foucault y Althusser, y testigo del mítico Mayo del ’68, hoy se reconoce un asiduo internauta y usuario de los blogs, tanto que últimamente sólo publica en su página web (www.tomasabraham.com.ar).

Recientemente estuvo en Córdoba para participar del encuentro internacional "Dilemas de la cultura", organizado por la Universidad Nacional de Córdoba y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). En la oportunidad, abrió el foro de discusión "La acción intelectual, ¿compromiso social o dependencia política", donde señaló que el análisis de la política actual representa un verdadero desafío para los filósofos, frente a lo cual no sirven las categorías de los clásicos. "No hay teoría sobre la actualidad", asegura.

Al término de su exposición, que incluyó el intercambio de opiniones y preguntas con el público, Abraham dialogó con Hoy la Universidad sobre el vínculo entre intelectuales y políticos, y la falta de acción de las casas de altos estudios para formar estudiantes con una mirada crítica y reflexiva.

-En Argentina, ¿los intelectuales ejercen alguna influencia sobre la acción política y el poder político actual?

-Depende, cuando uno habla en general, dice burradas. Pienso que los políticos usan al  intelectual, necesitan tener siempre una pata en la cultura porque eso les da jerarquía. Cuando es convocado por el político, el tipo de la cultura accede porque cree que, de ese modo, tiene acceso a un lugar al que los intelectuales le tienen mucho hambre, que es el poder.

-Es un tema de mesa redonda…

-Un tema de mesa redonda que puede se considerado una muy mala palabra o no, pero del que hablan siempre. "Los intelectuales y el poder", "la ideología del intelectual" y no sé cuántas cosas más. Es un encantamiento tramposo porque el día de mañana el político no te llama más y ni siquiera te atiende su secretario. Creo que el político desprecia un poco al intelectual, aunque lo convoque, porque cree que no hace nada. Y los políticos creen que ellos hacen algo…

-¿Pueden hacer juntos hacer algo mejor que eso?

-Sí; crear espacios de trabajo sobre temas puntuales y específicos, donde profesionales, que también son intelectuales que no tienen militancia política, y políticos en gestión con responsabilidades operativas se junten para trabajar y colaborar sobre problemas concretos, que pueden ser desde hidráulicos hasta educativos.

-¿Qué llegada tiene la palabra del intelectual en la sociedad, en el ciudadano común?

-Sólo influyen si aparecen en la televisión, si no, no. El intelectual que está en la tele algo puede ser, de otro modo, no. Nadie lee, ya a nadie le interesa eso. La última época en la que eso interesó fue en el ’60, cuando todavía lo que decía Ernesto Sábato o Julio Cortázar a una clase media, al menos, estaba de moda. Hoy, los que están de moda son los periodistas. Toda la gente que en mi juventud estudiaba filosofía y sociología hoy estudia cosas que tienen que ver con el periodismo. Ellos sí influyen, crean atmósferas y climas; las Magdalena Ruiz Guiñazú, los Nelson Castro o los Joaquín Morales Solá, ellos tienen el alcance que en otra época tenía el intelectual.

-¿La universidad pública argentina promueve el pensamiento crítico?

-No. La universidad no es crítica, es crítico el que está en ella. Es como una enorme ubre a la que hay que aprender a chupar. El estudiante no tiene que sentarse a que le den clases y después rendir el parcial; siempre va a haber algún profesor o ayudante interesante, al que tiene que preguntarle, tomar un café con él y plantearle dudas. En estos lugares hay que estar con muchas ganas de hacer algo.

-Más allá de la iniciativa del estudiante, ¿a nivel institucional se impulsa una mirada crítica?

-No; se anula toda creatividad. Desde el punto de vista de la producción, la universidad ciega y anula la creatividad del alumno porque éste no sale de la pasividad de la secundaria. En mi área, las humanidades, apenas ingresa el pibe, junto con la enseñanza de Platón, se tiene que convertir en un alumno-investigador, que lea, estudie, consulte bibliografía e Internet. No se pueden pasar cinco años rindiendo exámenes para después hacer una maestría o doctorado, donde recién empiezan a pedirle trabajos escritos. Tampoco puede mantenerse este sistema arcaico medieval, donde cada "carrerita" tiene a su gente que defiende su feudo para que no entren otros. En la UBA se enseña Filosofía Política en siete carreras distintas; eso que no tiene nada que ver con la investigación, donde usas de todo: Hay que crear campos y áreas de investigación y sobre eso construir la facultad, si no, no es posible investigar.

-¿Hay presiones e intereses externos para que en el mundo académico se mantenga esta segmentación?

-Esto responde a intereses político-burocráticos, esto no cambia porque hay gente que se beneficia con esto y vive de la universidad. Creo que la universidad, como sistema, se reproduce a sí misma, la universidad es un poder, con su rector, sus decanos, sus decanos y sus normas, y cualquier virus ajeno que la desestabilice es expulsado.

De dilemas y decisiones

Para los filósofos contemporáneos, la política constituye un desafío que los coloca frente a dilemas, ante los cuales hay que tomar decisiones y "hacerse cargo" de aquello que se decide. Así resume Abraham uno de los principales desafíos para sí y para quienes forman parte del mundo filosófico. De cara a los dilemas, un pensador sólo puede ofrecer posibles salidas, pero no soluciones definitivas.

"En política, es importante pensar en términos de dilemas", indicó durante su presentación que tuvo lugar en las instalaciones del Cepia, en Ciudad Universitaria.

-¿Existe algo así como "el dilema" en la política nacional? ¿Algún rasgo que caracterice la historia política argentina?

-El Estado, que no es algo diferente de la sociedad civil, en el sentido de que no está gobernado ni integrado por gente de otro planeta. Es un Estado que está muy mal estructurado, que, a través de sus gobernante, transmite un modelo de conducta que refuerza la transgresión y la corrupción de la sociedad civil. Hay que remplazar el personal gubernamental por otro que sirva.

-¿Cómo se hace para que la gente que constituye el Estado, el cual está inmerso en la sociedad, dé el ejemplo, sea algo distinto del resto de la sociedad?

-Existe el azar y el desgaste. Como ocurrió en Santa Fe; después de 23 años el peronismo se desgastó y apareció el socialista Hermes Binner y ganó, no porque la gente lo amaba, sino porque se desgastaron los otros y él aprovechó la oportunidad. Representa a otro tipo de gobernante. Después puede seguir o no, pero es un inicio de posibilidad de cambio.

-¿Y dónde queda la participación de la sociedad civil en este proceso de cambio?

-Al quien le interese de la sociedad civil, que participe en este proceso de cambio, que se sume con un desafío de construcción, no con un desafío de queja. Y que empiece tratando de cambiar algo, una pequeña parte que esté a su alcance, no se puede aspirar a modificar todo.

Cuadratín G3  ABRAHAM BÁSICO    

Militante de izquierda, durante su adolescencia, en los ´70, Tomás Abraham optó por formarse en París, en la Universidad de la Sorbona, luego de los sucesos de la Noche de los Bastones Largos.

Fue alumno de Michel Foucault y participó en el Mayo Francés (1968). Vivió en Japón y regresó a Argentina en 1972, donde comenzó a dictar cátedra en 1984.

Ejerció la docencia universitaria en diferentes casas de altos estudios, siempre en cátedras relacionadas con su disciplina. Fue profesor de L’ècole des Roches, Francia, (1970); de la Universidad del Salvador (1983-1986), y de la UBA (1984-1987 y 1990-1995). Fue director y fundador de la revista de Ensayo negro La Caja ( 1992-1995). En 2007, la Universidad de Salta lo distinguió con el título Doctor Honoris Causa, la máxima distinción académica.