Vicente Campenni: “Ser autónomos es poder elegir qué tecnología desarrollar en el país y cuál importar”

A días del lanzamiento del segundo satélite de comunicaciones geoestacionario construido en nuestro país, UNCiencia entrevistó a  Vicente Campenni, subgerente General de Invap y físico egresado de la Universidad Nacional de Córdoba, para conocer las particularidades de la firma responsable de su desarrollo. Una empresa pública de base tecnológica, donde la frase “eso no se puede hacer” parece estar prohibida. [23.09.2015]

Leandro Groshaus

Por Leandro Groshaus
Redacción UNCiencia
Prosecretaría de Comunicación Institucional – UNC
lgroshaus@unc.edu.ar

¿Cómo logró Invap constituirse en un modelo exitoso de empresa pública de base tecnológica?

Para entenderlo hay que recurrir a sus orígenes. A comienzos de los años ´70, en un grupo de física aplicada del Centro Atómico Bariloche empezó a gestarse la idea de tender un puente entre los conocimientos de las  investigaciones científico-tecnológicas y las necesidades que tenía el país para su desarrollo. Quien dirigía ese equipo era Conrado Varotto. Él volvía de un doctorado en Estados Unidos y tras haber presenciado el surgimiento de Silicon Valley, quiso hacer una experiencia similar aquí. Ese grupo de física aplicada se convirtió luego en un grupo de investigación aplicada, intentando ejecutar algunos proyectos en la órbita nuclear. Ahí surgió la necesidad de formar Invap como empresa.

¿Cómo evolucionó la empresa desde entonces?

En sus inicios tuvo un fuerte crecimiento a través de proyectos como el enriquecimiento de uranio y diferentes desarrollos que tenían como cliente a la Comisión Nacional de Energía  Atómica (CNEA). A principio de los ‘90 hubo un cambio significativo en cuanto a la política de desarrollo nuclear, lo que nos obligó a un fuerte achicamiento de la planta de trabajadores: desde entonces y hasta el 2000 fuimos unas 300 personas en toda la empresa. A partir de las políticas de desarrollo recientes del Estado Nacional y los proyectos que eso conllevó, hoy somos más de 1.200 empleados e incluso subcontratamos a muchas empresas para poder enfrentar los trabajos en curso. Sucede que en los últimos años se observa una política de Estado con la determinación de que las necesidades sean cubiertas con capacidades nacionales.

Cuáles son las principales áreas de trabajo en la actualidad?

Invap nació como brazo ejecutor de proyectos nucleares, pero rápidamente advertimos que los conocimientos que adquiríamos gestionando proyectos complejos eran aplicables a otras áreas tecnológicas. Así fuimos pasando de lo nuclear a lo satelital y posteriormente a los sensores de radares. De esta manera, replanteamos nuestro trabajo en cinco áreas centrales: la nuclear, la satelital, la gubernamental, la industrial y de energías alternativas, y finalmente la de las TIC´s.
La satelital concentra mayoritariamente lo desarrollado para la Conae o para Arsat. La gubernamental está abocada a sensores de radar, tanto para el control del tráfico aéreo comercial, como para la vigilancia de frontera y la alerta de eventos meteorológicos. En materia de energías alternativas estamos especialmente orientados a la eólica; y respecto a las TIC`s, en esa sección abordamos la implementación de centros médicos para radioterapia o medicina nuclear.

¿Qué están haciendo en materia del área nuclear y quiénes son sus clientes?

El área nuclear es nuestro paradigma, porque comenzó con un proyecto totalmente nacional y después evolucionó hacia una cuestión más regional: participamos en un reactor que la Conae construyó para Perú y a partir de esa capacitación comenzamos a tener capacidad exportadora.
El fuerte de Invap en materia nuclear son los reactores de investigación y producción de radioisótopos, fundamentalmente para medicina y ciencia de materiales. La primera exportación fue un reactor de investigación para Argelia, mediante compra directa. Ellos vieron los reactores que estábamos produciendo en el país y dijeron: “Queremos comprar uno”. Ahora nos vuelven a contratar para hacer una ampliación de esa facilidad.
En Egipto ganamos una licitación en la que competimos con empresas de todo el mundo por un reactor mucho más grande, para investigación y producción de radioisótopos. Posteriormente, logramos una segunda licitación, esta vez en Australia. Lo interesante era que ese país estaba reemplazando un reactor que había adquirido en Gran Bretaña y estaba finalizando su vida útil, es decir, sabían claramente lo que querían.
En ese caso, ganamos no necesariamente por proponer un mejor precio, sino también por brindar la mejor solución técnica a lo que los australianos estaban demandando. Allí radica otro fuerte de Invap: diseñar el producto no en función de lo que uno tiene o es más fácil de hacer, sino de las necesidades del cliente.

¿Qué implica para ustedes el Arsat1 y el Arsat2?

Arsat es hoy nuestro estado del arte en tecnología satelital. Empezamos con los satélites de órbita baja, de observación de la tierra, para eso nos contrató la Conae. Y con la decisión estratégica de ocupar las posiciones orbitales argentinas con tecnología nacional, enfrentamos el desafío de producir satélites geoestacionarios, que representan un salto significativo respecto a los de órbita baja. Esto nos permite poder ofrecer esta capacidad tecnológica en la región, pensando ya no en vender un producto, sino en la posibilidad de impulsar proyectos conjuntos con otros países de Latinoamérica.

Muchas veces se sostiene que el desarrollo tecnológico autónomo implica un mayor nivel de soberanía ¿Cómo lo ven desde Invap?

Jorge Sábato fue uno de los artífices de lo que llamaba ser autónomos tecnológicamente. ¿Qué significa esto? Es poder elegir qué tecnología desarrollar en el país y cuál importar. La soberanía tecnológica es la autonomía de decidir qué hacer y cómo hacerlo en función de las necesidades propias de un país. No hace falta hacer todo en el país, pero sí es necesaria la capacidad de elegir estratégicamente qué se desarrolla acá. Y en esa definición entran en juego las necesidades particulares del país o de la región, el proceso en sí mismo del desarrollo de la tecnología que va dejando conocimientos, capacidades y empresas para otras áreas tecnológicas. Por ejemplo, el diseño de la cobertura que tendrá el satélite de Arsat no solo tiene un objetivo comercial, sino también tiene una lógica social; todo el diseño operativo se hace para cubrir escuelas rurales, por ejemplo, porque en su desarrollo se pensó en la necesidad de cubrir un territorio muy específico como el de la república Argentina. El tener control de las tecnologías nos permiten tomar esas decisiones y adaptar el objeto a nuestro caso particular.

Invap viene trabajando en desarrollos tecnológicos a pedido del Estado nacional, ¿cómo nace este vínculo y qué potencialidades tiene para ambas partes?

El área “gobierno”, en el Invap, nació a partir del desafío de producir los radares secundarios, que son utilizados para el control del tráfico aéreo. Cuando empezó el proyecto, Argentina tenía solo cuatro en algunas áreas estratégicas, que vigilaban muy pocas rutas aéreas. Hoy con el proyecto prácticamente concluido, hay 22 radares instalados en toda Argentina que cubren más del 95% de las rutas aéreas nacionales. Eso fue una decisión estratégica del entonces presidente Néstor Kirchner, para generar la radarización del país con tecnología nacional. El segundo paso de este proceso fueron los radares primarios, que no vigilan el tráfico comercial sino que monitorean cualquier tipo de tráfico, inclusivo el ilegal. Hoy estamos produciendo la primera serie de estos radares, de la cual tenemos ya tres operativos. Como una secuencia natural de ir aunando estos conocimientos es que se concretó el desarrollo de radares meteorológicos como el instalado en la Ciudad Universitaria de la UNC.

¿Cuáles son las proyecciones de la empresa hacia el futuro?

Las perspectivas y los desafíos son muy buenos. Hoy Invap tiene firmados contratos por cinco años más y hay proyectos muy interesantes en cada una de las áreas. La apuesta es seguir creciendo, creando fuentes genuinas de trabajo, generando una mayor plataforma tecnológica y seguir apostando a que se puede hacer en Argentina desarrollos tecnológicos.
En esto no sólo se encuentra Invap. Hay empresas que están en esa línea, como Y-Tec, una firma diseñada para aprovechar el puente que hay entre la ciencia y la tecnología y los desarrollos tecnológicos productivos.
De todos modos, hay que considerar que los desarrollos tecnológicos productivos no se limitan a los lanzamientos espaciales, a los satélites o radares, sino que también incluyen nanotecnología y biotecnología, entre otros. Para mí el desarrollo de proyectos tecnológicos es, principalmente, una actividad social, porque uno busca satisfacer necesidades generando una mejora para la sociedad. 

Usted es egresado de la Facultad de Matemática, Astronomía y Física de la UNC ¿Cuál es el vínculo entre el conocimiento producido en la universidad y su aplicación en Invap?

Volver a esta casa me emociona, porque cuando miro hacia atrás y veo todo lo que la universidad me dio, no puedo más que dar gracias por la formación que tuve y que me permitió hacer el camino que hice. El 80% de trabajadores de Invap son profesionales egresados de las universidades de todo el país. El nivel de nuestras casas de estudio también tiene que ver con el crecimiento de Invap en estos años. La mitad de nuestro personal tiene menos de cinco años en la empresa y todos estos proyectos de los que estuvimos hablando, están siendo desarrollados por ellos. Conrado Varotto, nuestro fundador, siempre decía que hay que combatir el colonialismo mental, y creo que ese es un desafío que cruza a todas las generaciones que forman parte de Invap.