Arqueología Pública, recuperando el pasado indígena junto a las comunidades

Hasta el 23 de mayo permanecerá en exhibición la muestra “Historias escritas en los huesos: los pobladores de la costa sur de la laguna Mar Chiquita”, en el Museo Histórico Municipal San José, de la localidad Balnearia, en el interior de Córdoba. La muestra recrea –a través de ilustraciones y textos, basándose en información científica– cómo era la vida cotidiana de las comunidades indígenas hace mil, dos mil e incluso cuatro mil años antes del presente. Es resultado de una década de trabajo del Programa de Arqueología Pública del Museo de Antropología y la Secretaría de Extensión de la FFyH UNC. [16.05.2018]

Por Eloísa Oliva
Redactora UNCiencia
Prosecretaría de Comunicación Institucional – UNC
eloisa.oliva@unc.edu.ar

Durante 2018 y parte del 2019, el Programa de Arqueología Pública (PAP) de la UNC presentará una muestra itinerante en distintos museos de la zona de la laguna Mar Chiquita, en el noreste de la provincia.

La exposición es el fruto de diez años de trabajo, y se orienta a presentar todo el conocimiento producido a partir del estudio de restos sensibles de una manera activa, es decir, focalizada en la vida de las personas y las comunidades que vivieron hace miles de años en ese lugar. Está acompañada de un documental, que puede descargarse libremente de la web, y que trata acerca del diálogo de saberes en torno a la práctica arqueológica con restos óseos sensibles.

El Programa, formalizado en extensión de la Facultad de Filosofía y Humanidades en el año 2011, trabaja de manera recurrente en la zona de Mar Chiquita, debido a que las bajantes de la laguna suelen dejar expuestos restos arqueológicos.

A lo largo de su historia, el PAP ha generado un enorme corpus de trabajo, constituido por tesis e investigaciones, el conocimiento de las comunidades locales y el diálogo con los pueblos indígenas. La muestra que hoy presentan es la punta del iceberg de ese proceso.

Arqueología pública

La arqueología pública no tiene demasiadas diferencias a la tradicional en cuanto a los métodos y las técnicas utilizadas, pero sí en el trabajo con las comunidades. La diferencia está en el enfoque sobre cómo construir conocimiento. Mariana Fabra, una de las directoras del PAP, lo explica así: “Es un trabajo con comunidades locales. Se trabaja en sitios arqueológicos pero a partir de la demanda de los pobladores. Esa es la gran diferencia con la arqueología tradicional, en la que se arma un proyecto de investigación, con una problemática, y se decide dónde intervenir. La arqueología pública aborda discusiones como la multivocalidad, la construcción de relatos con pobladores locales”.

Mariela Zabala, su otra directora, completa: “Se pone en cuestión el rol del arqueólogo. La arqueología pública descentraliza, cuestiona que esta sea solo una especialidad de un académico, de un universitario. Reconoce, por ejemplo, a aficionados a la arqueología, que son re importantes, porque son los que te avisan del hallazgo”.

Esto porque en la arqueología pública no se realizan excavaciones planificadas, sino que el trabajo empieza con un hallazgo fortuito de restos materiales por parte de vecinos y pobladores. En la zona de Mar Chiquita son comunes por las bajantes de la laguna. Quien realiza el hallazgo avisa a los museos locales, y de ahí se da noticia al Museo de Antropología de la FFyH de la UNC, donde está radicado el PAP.

Cuando se trata de restos óseos humanos, acude el equipo multidisciplinario de arqueología de rescate, en el que interviene también la Policia Judicial. Si el hallazgo tiene interés judicial, los restos óseos sensibles pasan a la morgue para ser estudiados por antropólogos forenses. De lo contrario, si el interés es arqueológico, pasan al Museo de Antropología para su estudio, documentación y acondicionamiento.

“Vamos y hacemos el trabajo especializado de recuperar los restos en el contexto del hallazgo, pero porque ya hemos trabajado previamente con la comunidad sobre la importancia de que intervengan arqueólogos”, relata Mariela. “Por qué no da lo mismo que los recupere un aficionado. Cuáles son los saberes que puede recuperar del estudio de esos restos”, completa Mariana.

¿Qué se puede recuperar? Muchísimo, según las investigadoras. “Los restos óseos humanos son únicos. Se trabaja con restos de una persona que vivió hace dos mil, tres mil, cuatro mil años de antigüedad, datados por carbono 14. Te indican cómo vivió esa persona, cómo se alimentó, qué actividades realizó durante su vida, cómo usó el cuerpo, sus enfermedades, prácticas de trabajo con materiales a partir del uso de la boca (por ejemplo, el ablandamiento de cueros). Es un tipo de información que no brindan otras materialidades arqueológicas”, explica Fabra.

“Vos estás trabajando con personas, y eso te permite saber también cómo fue tratada al momento de su muerte por parte de la comunidad. Entonces también se pueden conocer ritos mortuorios”, amplía Zabala. Y señala que son todas interpretaciones a partir de lo que se sabe hoy. “Eso puede cambiar. Hoy la práctica arqueológica o bioarqueológica tiene herramientas para obtener esta información que quizás de acá a 15 años cambie”.

Imagen alusiva al video

La muestra

El guión museístico se hizo también desde esta perspectiva multivocal, y llevó un año de trabajo. “Resumimos la información arqueológica que teníamos sobre la zona, y generamos reuniones con pobladores locales. Además, trabajamos con la comunidad  comechingona  Tacukuntur, radicada en San Marcos Sierras. Su cacique, Mario Tulián, vino al museo, hicimos reuniones, y tratamos de dar cuenta de todos estos saberes”, puntualizan las investigadoras.

La mirada desde la que construyeron el relato abarca dos dimensiones: la persona y la comunidad. “Recuperamos la información general de la población, pero también recreamos historias de vida, de un modo más narrativo, pero a partir de datos válidos. La diferencia importante es que trabajamos sobre la vida. Porque en general siempre se trabaja sobre la muerte, sobre el pasado, lo que fue”, ilustra Zabala. “Humanizamos el registro”, sintetiza Fabra.

Materialmente, la muestra consiste en diez banners autoportantes, cada uno de los cuales aborda distintas temáticas. Cada museo que la aloja puede elegir con cuáles de estos banners trabajará, de acuerdo al espacio y su interés particular.

“Ilustramos cómo se vivía o qué evidencia hay de la alimentación y la historia de estas poblaciones hace cuatro mil, dos mil o mil años. Y después abordamos historia de vida: “la artesana”, “el horticultor”, “la viajera”. Esas historias de vida son hechas a partir de restos óseos humanos encontrados en la zona de Mar Chiquita, que han sido fechados, estudiados y de los cuales tenemos esta información científica”, especifica Fabra.

Es importante señalar que, en base a acuerdos celebrados con los pueblos indígenas, solo exhiben su representación humanizada. “Para el caso de las historias de vida, hemos hecho dibujos con una artista plástica, Paola Franco. Y en relación al ambiente, reconstruimos paisajes con Santiago Druetta, paleoartista ténico del Conicet, con datos que le proporcionamos sobre el clima, la laguna y demás”, especifican las investigadoras.

“La muestra exhibe en un dibujo cómo era el ambiente hace cuatro mil años, cómo era la laguna, porque su tamaño cambió mucho. También pensamos cómo influyó eso en la vida de esa gente, cómo se tuvieron que adaptar a otro tipo de recursos”, comenta Fabra.

Zabala completa el panorama aclarando que también cuentan sobre los pueblos indígenas en el presente, y otro donde explican por qué no exhiben estos restos. “Contamos que es una decisión de los pueblos indígenas y citamos un texto de Mario Tulián, en el que dice muy claramente que la exhibición no es negociable”.

Un dato remarcable es que en Miramar en particular, y en la zona de Ansenuza en general, no hay reconocimiento de comunidades ni pueblos indígenas. “En las vitrinas de los museos hay boleadoras, puntas de flechas, etcétera, recuperadas en la zona. Pero no hay ningún reconocimiento como pobladores indígenas”, ejemplifica Zabala.

Sin embargo, Fabra señala que, por mapeos realizados desde el museo en esa zona, “podemos saber que es muy alta la presencia de linajes americanos de los pobladores actuales. Así que nos parecía interesante que los habitantes de hoy tomaran en cuenta que hay presencia de pueblos indígenas desde hace cuatro mil años. No porque nosotros vengamos a cambiar algo, sino para poder poner en tensión su historia y su presente”.

Equipo | El Programa de Arqueología Pública es un Programa de Extensión de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC, radicado en el Museo de Antropología y en el Instituto de Antropología de Córdoba (Idacor, UNC – Conicet).
Directoras | Mariana Fabra y Mariela Zabala
Integrantes | Est. Lucía Andrade Giraudo, Est. Ana Paula Alderete, Est. Romina Canova, Est. Julieta Bellis, Est. Lucas D’Agostino, Est. Eva Ferreyra, Tecn. Paola Franco, Dra. Claudina González, Est. Luciano Loupias, Est. Darío Ramírez, Dra. Soledad Salega, Est. Florencia Sánchez, Bio. Aldana Tavarone, Est. Paloma Zárate.
Colaboradores | Para la muestra, trabajaron la artista visual Paola Franco (miembro del equipo) y el paleoartista Santiago Druetta. En el documental, Daniela Goldes y Leopoldo “Polo” Obligado participaron de la realización y el montaje respectivamente.
Materiales

Restos sensibles

En ese sentido, Fabra y Zabala, directoras del PAP, rescatan el acuerdo firmado en 2005 en el Primer Foro Pueblos Originarios –Arqueólogos (Declaración de Río Cuarto) para la no exhibición de estos restos, considerados y nominados como sensibles por la cantidad de actores a los que afectan e involucran. “Desde el Programa, hacemos mucho hincapié en contar por qué no se exhiben”, señalan.

En Argentina, la Ley 25.517 establece que:  “Deberán ser puestos a disposición de los pueblos indígenas y/o comunidades de pertenencia que lo reclamen, los restos mortales de aborígenes, que formen parte de museos y/o colecciones públicas o privadas”.

Casos paradigmáticos han sido el de Damiana, restituida a la comunidad Krygi en 2010, y el del cacique Inacayal y su familia, mantenidos cautivos en el Museo de Antropología de La Plata mientras vivían, y cuyos restos fueron exhibidos después de morir. En 2014, fueron restituidos a la comunidad tehuelche de Tecka, Chubut. (Más información: http://colectivoguias.blogspot.com.ar)

El caso de los restos hallados en Córdoba es diferente ya que, debido a su antigüedad, es imposible establecer su identidad, así como precisar su pertenencia a alguno de los tres pueblos indígenas que existen actualmente: Comechingón, Sanavirón y Ranquel. En total en la provincia hay 24 comunidades, de las cuales la mayoría es comechingona. En San José de la Dormida hay una comunidad sanavirona, y la comunidad ranquel está asentada en Río Cuarto.

“Hay comunidades que no están de acuerdo con excavar. Pero en general, en Córdoba, hay mucha  apertura a nuestro trabajo. Creo que en parte es porque nosotros hemos podido ir socializando qué podemos conocer a partir del estudio de estos restos sensibles. Los representantes de comunidades con las que trabajamos pudieron conocer la Reserva Patrimonial del museo, ver cómo tenemos conservados los restos, qué información pueden tener sobre ellos, y fundamentalmente, apreciar para qué les sirve en relación a su proceso actual de autoadscripción y de identidad, y para sus reclamos territoriales. Pudimos, en fin, dar cuenta de que sirve para su presente”, apunta Zabala.

Cronograma de la muestra

Museo Histórico Municipal San José (Balnearia) – Hasta el 23 de mayo de 2018
Museo Histórico Municipal de La Puerta, (La Puerta) – Del 24 de mayo al 23 de junio de 2018
Museo Histórico Municipal La Para, (La Para) – Del 27 de junio al 4 de agosto de 2018
Villa Del Rosario – Del 4 al 28 de agosto
Museo de la Región de Ansenuza (Miramar) – Del 29 de agosto al 1 de octubre de 2018
Museo Regional de la Colonización Piemontesa de Colonia Marina – 2 de octubre al 1 de noviembre de 2018
Museo Municipal de Historia y Ciencias Naturales “Los Sanavirones” (Altos De Chipión) – 2 de noviembre al 1 de diciembre de 2018
Museo Regional de Tradiciones Populares del Norte de Córdoba (Las Arrias) – 2 de diciembre de 2018 al 28 de febrero de 2019
Museo Municipal Remembranza de La Paquita – 1 de marzo de 2019 al 31 de marzo de 2019
Museo Municipal de Marull – 1 al 30 de abril de 2019
Museo Histórico Municipal José Domingo Mercado (Arroyito) – 1 de mayo al 31 de mayo de 2019