El 38% de los bomberos voluntarios de Córdoba sufre estrés

El dato surge de una investigación que indagó a 956 miembros del cuerpo, que prestan servicios en distintos puntos de la geografía provincial. El trabajo es pionero en Argentina y sus resultados proporcionaron la información necesaria para que la Federación de Bomberos pusiera en marcha un programa de capacitación destinado a fomentar la prevención y el autocuidado. Buscan así ayudar a revertir ese índice. En Córdoba, el sistema está integrado aproximadamente por 5.000 agentes. [09.06.2016]

Por Pablo Giordana
Área de Comunicación Institucional – FFyH
prensa@ffyh.unc.edu.ar

Los especialistas explican que el estrés es el mejor amigo del bombero, porque se trata de una reacción neurobiológica necesaria para enfrentar cualquier situación que sea evaluada como amenaza. Por eso los psicólogos abocados a las emergencias señalan que es necesario poder instaurar un “nivel de estrés operativo”, que permita a la persona atravesar con éxito ese tipo de circunstancias.

Pero una vez resueltas esas instancias de riesgo es fundamental que el bombero vuelva a la normalidad, porque de lo contrario puede alcanzar un nivel de estrés acumulativo o excesivo (diestrés). Y en general, eso intensificará una serie de reacciones agudas como vivir de manera acelerada (hiperactivación), evitar relacionarse con cualquier cosa asociada al caso puntual de la emergencia (evitación), e incluso padecer el regreso de recuerdos y sensaciones ligadas al evento (intrusión). A esto se suman problemas de concentración, taquicardia, embotamiento emocional y cambios de humor.

Una investigación realizada en el marco de la Maestría en Salud Mental –coordinada por las facultades de Psicología y Ciencias Médicas de la UNC– reveló que el 38% de los bomberos voluntarios de la provincia de Córdoba presenta un malestar emocional ligado al estrés. El trabajo indagó a una muestra representativa de 956 miembros del cuerpo, que prestan servicios en cuarteles de distintos puntos de la geografía mediterránea.

El estudio es la tesis de maestría de Diego Rosas, un psicólogo egresado de la UNC que se desempeña como coordinador del Departamento de Psicología de la Emergencia de la Federación de Bomberos Voluntarios de la Provincia de Córdoba y que, hasta hace un tiempo, estuvo a cargo de esa área en la Academia Nacional de Bomberos de Argentina, entidad que nuclea a todos los cuarteles del país. Rosas comenzó a trabajar con los bomberos voluntarios en el cuartel de Saldán y actualmente colabora con el de Villa Las Rosas, localidad de Traslasierra donde reside.

Diego Rosas (primero de la derecha) junto a parte del cuartel de Villa Las Rosas

Su trabajo es pionero en Argentina, ya que no hay avances de investigaciones en la medición del estrés en este sistema de emergencias. De todos modos, Rosas destaca que la clave está en las acciones que se pudieron implementar a partir de la información que brindaron esos datos estadísticos. En ese sentido, pone en valor el “Programa de Capacitación en Bomberos FASME – Bomberos Facilitadores en Salud Mental”, una experiencia que busca brindar herramientas de “auto-cuidado” a los propios miembros del cuerpo para abordar la problemática desde el núcleo del propio sistema.

Cuidar a quienes nos cuidan

La investigación que desarrolló Rosas implicó un estudio exploratorio dentro del sistema de bomberos voluntarios de Córdoba, compuesto aproximadamente por 5.000 agentes. A partir de esa primera aproximación, se elaboró una muestra con 956 bomberos de las 12 regiones en las que se divide la provincia.

A efectos de obtener datos representativos, se incluyeron miembros del este de Córdoba, caracterizada por una topografía de llanura con bajo riesgo de incendio, y del oeste, donde predominan las sierras con elevado riesgo de siniestros relacionados al fuego. Además del criterio geográfico, también se contempló la cantidad de salidas/intervenciones anuales en las que participaron las diferentes delegaciones.

Tras la firma de un convenio entre la Federación de Bomberos de Córdoba y equipos de estadística de la UNC, Rosas y los psicólogos del Departamento de Psicología de la Emergencia de esa Federación visitaron los cuarteles seleccionados. Luego de rubricar los consentimientos informados para resguardar la parte ética del trabajo, los agentes completaban diferentes encuestas. Así se aplicaron distintas escalas de medición del estrés, entre ellas la de Impacto del Estresor – Revisada” (EIE-R / Weiss y Marmar, 1997), reconocida mundialmente.

Del análisis de los datos obtenidos, surgió que el 38% de los bomberos se ubicaba en la categoría “con estrés” y que no había diferencia significativa entre hombres y mujeres, sino que afectaba a ambos de manera similar.  En general, los niveles elevados de estrés estuvieron acompañados por una sintomatología depresiva que, cabe aclarar, no implica en sí mismo un diagnóstico de depresión. A eso se suma un nivel de tabaquismo del 28%, levemente superior a la media nacional que se ubica en el 24%.

Sobre los resultados de su trabajo, Rosas puntualiza que la idea fue aportar datos que colaboren a fortalecer la sustentabilidad de quienes gestionan el riesgo de la comunidad. En ese sentido, explica que el bombero debe poder entrar en una situación de estrés, pero es importante que salga una vez finalizado el evento. “Si no lo hace cuando vuelve de la intervención, se verá afectado en sus otras actividades e incluso, a veces, tendrá un estrés elevado antes de salir otra vez”.

Para el autor, uno de los aspectos más positivos de la investigación fue que los resultados permitieron propulsar la capacitación de los Bomberos Facilitadores en Salud Mental (FASME). Se trata de agentes supervisados por los psicólogos del departamento que dan siempre la primera respuesta a las necesidades de apoyo psicosocial ante las situaciones de mucho estrés. “Una vez que tuvimos el diagnóstico, debimos tomar posición frente a esas demandas y ahora fomentamos la prevención y el autocuidado. Este aspecto tiene además una apertura hacia la comunidad, porque siempre que se asiste y acompaña a los bomberos, se acompaña a las familias implicadas; y si el recurso humano esta más saludable, dará mejor respuesta al cuidado de los ciudadanos”, completa Rosas.

Un sistema que trabaja en la emergencia tiene que gozar de buena salud para ser lo más congruente posible. “Hoy, por suerte, continuamos en la tarea de seguir abriendo los ojos para ver cuál es el nivel de riesgo que tiene nuestro sistema de emergencias, porque si nos dieron esos porcentajes de estrés es porque tenemos que pensar en cómo estamos cuidando a los que cuidan, por eso nos abrimos a pensar en la sustentabilidad de los cuidadores”, concluye Rosas.

Validación de la escala EIE-R
La tesis de maestría de Diego Rosas también tuvo como objetivo validar la “Escala de Impacto del Estresor – Revisada” (EIE-R), versión presentada en 1997 por Weiss y Marmar. Para ello, ese instrumento fue aplicado a 306 bomberos de 17 cuarteles de la provincia de Córdoba.
Según comenta Rosas, ese material de medición fue cedido en convenio con equipos de apoyo psicosocial de la Universidad de Berna, en Suiza. “Dejar validado quiere decir que si Mendoza, por ejemplo, hoy quiere medir el estrés de su sistema de bomberos, ya no tiene que hacer la validación del instrumento nuevamente. Se trata de un trabajo integral a los fines de afianzar los avances de producción científica en el área de las emergencias a nivel nacional”, explica el autor del estudio.
Dimensiones del estrés
El estrés como síntoma comenzó a estudiarse en la década del ´30 y en 1950, el científico Hans Selye publicó su investigación más famosa: “Estrés: Un estudio sobre la ansiedad”. El término proviene de la física y hace referencia a la presión que ejerce un cuerpo sobre otro. En 1979 se presentó a nivel mundial una nueva organización del estrés, con la incorporación de la escala de impacto del estresor más reconocida que todavía es utilizada y brinda tres dimensiones básicas de esta sintomatología: la evitación, la hiperactividad y la intrusión, que constituyen reacciones agudas del estrés.
Hiperactivación | Es vivir de manera acelerada en todos los niveles, incluso en el ritmo del pensamiento. Como un motor con el punto de ralentí acelerado.
Intrusión | Son recuerdos que regresan de los hechos estresores. Una imagen que regresa de un accidente, soñar, un olor percibido en un momento de emergencia, sensaciones que aparecen de manera intrusiva.
Evitación | Es no querer relacionarse con nada que de una u otra forma esté ligado al evento estresor. Como una persona atropellada en su bicicleta, que luego no quiere andar por un tiempo. Como no poder pasar por ese lugar donde sucedieron episodios graves.

El sistema de voluntariado

En 1954 surgió la Federación Argentina de Asociaciones de Bomberos Voluntarios, que conglomeró a las distintas sociedades que existían hasta esa fecha. La Federación de Bomberos Voluntarios de la Provincia de Córdoba, en tanto, fue creada el 27 de septiembre de 1969 y hoy representa a los 176 cuerpos diseminados en las 12 regionales en que se divide el territorio provincial. Abarca, aproximadamente, a unos 5.000 bomberos voluntarios activos.

En este sentido, Andrés Bosch, jefe del cuerpo de bomberos de Villa Las Rosas, aclara que sólo hay bomberos-policías en Córdoba capital, el resto lo cubre el voluntariado con un aporte del Plan Provincial de Manejo del Fuego.

En esa línea, subraya que los voluntarios deben volver a sus trabajos y actividades cotidianas luego de intervenir en una emergencia. “Los voluntarios cubren el 85% de las intervenciones del país, y todos requieren rapidez, eficiencia y calidad. Trabajan para la sociedad y muchas veces no son reconocidos completamente. Lo vemos algunas veces en los operativos. El bombero va en ocasiones con mucha presión y tiene que saber manejar y administrar el estrés propio y el de los involucrados, por eso se necesita siempre una respuesta inmediata a la intervención y al cuidado del agente también”, señala.

Para Rosas, allí es clave la implementación de espacios de formación, capacitación y entrenamiento continuo. “No es culpa del bombero que haya un accidente, pero sí es responsable de realizar una excelente intervención”, completa.

Sobre el estudio, Bosch sostiene: “Este proyecto que acompañó la Federación es pionero para nuestro sistema, porque históricamente el área de investigación sobre la salud mental del bombero no estaba explorada. Esta investigación va a ser sumamente favorable y sus frutos se van a ver e intensificar mucho después. Por eso estamos proponiendo empezar a trabajarlo también con los aspirantes, lo que nos permitirá ganar tiempo y no dejar que el bombero tenga problemas para administrar su estrés”.

Psicología de la emergencia

Psicología de la emergencia

“Como todavía no han inventado una autobomba que se opere sola –ironiza Rosas– el componente humano debe estar siempre cubierto. Eso da la pauta de que el sistema necesita, con carácter excluyente, un área de atención focalizada en recursos humanos, para cuidar a los agentes de la emergencia, que luego son quienes cuidan a los implicados en las intervenciones”. El psicólogo agrega que si el sistema no resguarda al bombero “posiblemente haga ciclos cortos, es decir que esté muy poco tiempo, mientras el cuerpo joven le aguante, luego se estresará de manera excesiva y se irá”.

En ese sentido, en las federaciones que aglutinan a estos agentes se comenzó a hablar de “psicología de la emergencia” y a crear departamentos de esta disciplina, orientados al estudio de las reacciones de los individuos y de los grupos humanos antes, durante o luego de una situación de emergencia o desastre.

Rosas distingue claramente a esta especialidad dentro de la psicología. “Si el profesional psicólogo que acude al trabajo en la emergencia no está formado en esta especialidad, no utiliza las herramientas correctas y adecuadas para acompañar al bombero y los asistidos durante y después de las intervenciones de mucho estrés. Por eso la psicología puramente clínica no debe meterse en la emergencia”. Dicho de otra forma, “la psicología de la emergencia tiene su propia clínica de intervención, que poco tiene que ver con los divanes en la emergencia”, refuerza Rosas.

Cabe destacar que la Federación de Bomberos Voluntarios de Córdoba es pionera a nivel nacional en esta área, ya que instauró uno de los primeros departamentos de Psicología de la Emergencia hace más de 20 años. Este hecho impactó luego a nivel nacional y se tomó el modelo de Córdoba para la confección de los departamentos provinciales.

Vocación por ayudar

“En nuestra zona, de todos los incendios sólo un 2% es originado por causas naturales. El otro 98% siempre está relacionado con la mano del hombre, por negligencia o impericia, pero son siempre intencionales. Los naturales son de uno en mil. En 2013 tuvimos 900 intervenciones en incendios en tres meses; en 2005, por ejemplo, salimos 105 veces en 90 días. Entonces no tenés tiempo de reponerte ni de estar con tu familia”, agrega Bosch. Y comenta que esto no sólo genera inconvenientes dentro del propio seno familiar del bombero, sino también en sus puestos laborales. “Hubo gente que tuvo que dejar la intervención por el trabajo, ya que no siempre los empleadores tienen tanta consideración”. Este último aspecto fue una de las motivaciones que llevó a Rosas a presentar la investigación en la Federación de Bomberos Voluntarios de Córdoba, que apoyó de inmediato la iniciativa.

Para ejemplificar, Bosch relata algunas situaciones que se viven en el cuartel: “Se ven muchos rituales, luego de que los bomberos vuelven de una tarea sumamente estresante. Algunos se cambian para irse, pero siguen dando vueltas y se quedan. Luego pasan dos o tres días y siguen maquinando. No muchas veces tenemos oportunidad de contarlo. Llegamos y queremos descansar pero generalmente tenemos que ir a trabajar y no hay tiempo para charlar. Uno va dejando pasar los días y es más difícil. Tapar la situación es nuestra defensa normal”.