Identifican los sitios del D2 donde fueron fotografiados detenidos-desaparecidos en la década del 70

Se trata de una minuciosa reconstrucción que permitió reconocer la ubicación exacta dentro del edificio donde las víctimas del terrorismo de Estado fueron fotografiadas para su prontuario. El trabajo se valió de una serie fotográfica encontrada en un allanamiento en 2005 y uno de los libros del Registro de Extremistas. Acceda a la infografía interactiva para conocer cómo fue el proceso de investigación. [07.12.2016]

Por Eloísa Oliva
Redactora UNCiencia
Prosecretaría de Comunicación Institucional – UNC
eloisa.oliva@unc.edu.ar

Durante cuatro años David Schäfer, docente investigador de la UNC, y Alejandro Frola, técnico superior en fotografía, asistieron una vez por semana al Archivo Provincial de la Memoria (APM) de Córdoba para revisar negativos y hacer pruebas en el lugar. Buscaban establecer la conexión material entre un archivo fotográfico que había sido ocultado y el lugar exacto del Departamento Informaciones Policiales, conocido como D2,  donde esas fotos habían sido tomadas, en el marco de detenciones ilegales.

El archivo que analizan Schäfer y Frola está compuesto por imágenes en película blanco y negro, de hombres y mujeres fotografiados de frente y perfil, con una placa por encima de su cabeza con un número de identificación y la fecha en que, aparentemente, se realizó la toma. Estos son los negativos de las fotos de prontuario que, copiadas en papel y reencuadradas, muestran al detenido en un plano corto y sobre una pared blanca. “Son fotos tomadas por la Policía de la Provincia de Córdoba, a mediados de la década de 1970, de personas cuyos nombres fueron asentados en un Registro de extremistas, que reunía información de sospechosos de participar en actividades político-subversivas”, explican.

El Registro de Extremistas consiste en un libro índice donde se asentaba a los perseguidos políticos. Se cree que fueron varios libros pero solo se encontró uno. En él se puede leer el nombre y apellido de personas vinculadas a un número (que corresponde a una foto) y una fecha. Así, esas entradas en el libro le ponen nombre a las imágenes del archivo fotográfico hallado en 2005, en el marco de un allanamiento en la Dirección General de Investigaciones Criminales.

En 2010, ese acervo fotográfico sobre el que trabajan los investigadores fue entregado en custodia por el Juzgado Federal Nº 3 a la Comisión y Archivo Provincial de la Memoria (APM) Córdoba. Reúne más de 130.000 imágenes, realizadas entre 1964 y 1992 en la Jefatura de Policía y en el Departamento Informaciones Policiales (D2), así como en otros sitios aún sin identificar.

De ese gran corpus de negativos, Schäfer y Frola se detienen en las imágenes tomadas entre el 20 de septiembre de 1974 y el 13 de junio de 1977, en correspondencia con las primeras y las últimas fotos de detenidos tomadas en  los patios del D2 antes de su primera mudanza. Es decir, las que fueron tomadas en la sede del actual Sitio de Memoria, en el Pasaje Santa Catalina.

Poder clasificar las fotos tomadas en la Jefatura de Policía –que funcionaba en el Cabildo Histórico– y las tomadas en el D2, les llevó a Schäfer y Frola un año completo de trabajo. “Empezamos en marzo de 2013. En diciembre de ese año esta charla hubiera durado cinco minutos. Te hubiéramos dicho solamente que había dos tipos de fotos: las tomadas en un espacio oficial y las tomadas en un espacio clandestino”, ilustran. La diferencia es importante porque en el D2 se llevaron a cabo detenciones clandestinas, en el marco del aparato represivo del terrorismo de Estado, antes y después del golpe cívico-militar de 1976. Es decir que poder localizar la toma de la foto, la ocurrencia del acto fotográfico en ese espacio, aporta una prueba material de un hecho que fue intencionalmente ocultado.

El método

Las fotos tomadas en este espacio clandestino se presentaban del mismo modo que las tomadas en el espacio oficial, y ambas eran usadas para fichar a las personas en el Registro de extremistas. “Como las fotos se usaban reencuadradas, no era posible distinguir entre las fotos tomadas dentro del D2, donde los prisioneros podrían haber sido secuestrados,  y las fotos tomadas en la Jefatura, donde los detenidos generalmente eran detenidos “legales”, puntualizan los investigadores.

Los negativos estudiados delatan ese contexto que la foto recortada había intentado borrar u ocultar. En ellos se puede observar la escena en la cual tuvo lugar el acto fotográfico: hay personas, objetos, fragmentos, indicios del espacio que exceden el cuadro de la foto estándar de prontuario. 

Partiendo de esos datos marginales aportados por los negativos, el procedimiento que utilizaron fue el de reconstrucción. Para hacerla posible sumaron otros elementos: el espacio tal cual se presenta en la actualidad; planos de distintas épocas del edificio, así como ópticas, película y cámaras usadas en la época en que se tomaron las fotografías. 

Con toda la información contextual, fueron armando planos del lugar. “Lo que hacemos es medir a qué distancia estaba el fotógrafo, a qué altura sacaba la foto. Esto lo hacemos en base a lo que entra en cuadro. Entonces tratamos de recuperar el ángulo de visión, con lentes de época. Tratamos de copiar la foto”, explican.

También trabajaron sobre pequeñas marcas que aparecen en la imagen, imperceptibles o indescifrables para un ojo no entrenado: “Ahí hubo un cartel, ¿ves las marcas de la plasticola?, ahí hay marcas de dedos entintados –señalan en una de las imágenes–. Si tuviéramos esta foto sola no podríamos hacer nada, pero vemos la secuencia en las tiras de negativos. Eso nos da una cierta cronología y nos permite entender qué hizo el fotógrafo”, describe Schäfer.

Partiendo de la lectura de esos indicios, fueron superponiendo las fotos. “Buscamos esas marcas en otras imágenes, las comparamos, fuimos para atrás y para adelante, y así fuimos montando la escena. Llegamos a un rincón, fuimos para el otro lado y vimos que había un banco; vamos para el otro y aparece un desagüe, y ya con el desagüe es fácil porque es constatable en el edificio hoy”, relatan los investigadores.

A su vez, fueron comparando con los planos, y la referencia de la escala la tomaron a partir de huellas e índices, como la distancia pupilar, y de las marcas sobre las paredes. “Es un trabajo de ida y vuelta: ubicamos la pared, pusimos la cámara, sacamos foto con película, vimos qué nos daba, volvimos a poner la cámara. Después imprimimos una foto del tamaño de un fotograma, lo adaptamos a la pantalla de la cámara, pusimos la cámara –luego de haber hecho la prueba– donde creíamos que era y nos dio”, enumeran.

Respecto al alcance de lo que pueden aseverar con este procedimiento, Schäfer y Frola son claros. “En el Registro de extremistas los detenidos suelen estar asentados con una fecha de ingreso, que no necesariamente se corresponde con el tiempo real que los detenidos estuvieron ahí”. Lo que ellos pueden afirmar se resume al acto fotográfico: “En el momento de la foto ese detenido, esa persona, estuvo ahí, después no sabemos”.

El próximo paso de la investigación es ampliar la interpretación de esos datos marginales y avanzar a consideraciones antropológicas sobre las imágenes y sus sentidos. Para ello radicaron el proyecto en la Facultad de Artes y recibieron un subsidio de la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la UNC , ampliando además el equipo de investigación. El proyecto, que ya está siendo desarrollado, se llama Imágenes, huellas y supervivencias: hacia la construcción de herramientas metodológicas para el análisis de las imágenes fotográficas del Registro de extremistas. El equipo está dirigido por David Schäfer y, además de Alejandro Frola, está integrado por Alejandra Beltrán, Carolina Iparraguirre, Julia Amarger y Mariana de la Torre, quienes también trabajan sobre las fotos del archivo de extremistas.

El contexto histórico
En septiembre de 1974 y durante la presidencia de María Estela Martínez de Perón, el brigadier Raúl Lacabanne fue designado interventor federal en Córdoba. Lacabanne designó, a su vez, a Héctor García Rey como jefe de policía. Es conocida la vinculación de Lacabanne y García Rey al Comando Libertadores de América, una organización parapolicial que operó en Córdoba antes del golpe cívico-militar de 1976. Con la llegada de Lacabanne, se profundizaron las actividades ilegales relacionadas al terrorismo de Estado. “El Departamento Informaciones Policiales (D2), que antes había realizado tareas de inteligencia, pasó a practicar detenciones, secuestros e interrogatorios bajo tortura. Entre la información que procesaba estaban las fotos de los detenidos”, señalan Schäfer y Frola.

Interactivo | Cómo fue la reconstrucción de las tomas fotográficas